Cuando Doña Rosa Bianchi de Bellotti incorporó a su emprendimiento la receta que su hijo trajo al egresar de la escuela, cambió el destino de su familia y fue pionera en Mar del Plata
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Hace casi un siglo, en una modesta casa en Mar del Plata, vivía doña Rosa Bianchi de Bellotti con sus siete hijos: Juan, Luis, Antonio, Clodomiro, Ángel, Delia y Miguel. La mujer se había casado muy joven con un inmigrante italiano, Antonio José Bellotti. Pero el matrimonio no duró mucho. A Don Antonio no le gustaba trabajar y doña Rosa, que no se andaba con medias tintas, decidió separarse. Un acto revolucionario para aquellos tiempos, aunque no sería el único en su vida.
Para salir adelante, en 1937 la mujer montó un pequeño emprendimiento familiar: elaboraba dulces con los frutos de los árboles que crecían en su patio: ciruelos, durazneros e higueras. Doña Rosa tenía un carácter fuerte y determinado. En la familia existe una anécdota que la pinta de cuerpo entero: si alguno de los habitantes de la casa no colaboraba con la economía familiar, ella no tenía reparo en darle vuelta su plato a la hora del almuerzo en clara señal de reproche.
Los días transcurrían sin pena ni gloria hasta que uno de los hijos que estudió en la escuela agropecuaria de la zona regresó a la casa con una receta que cambiaría todo definitivamente: los Bellotti serían pioneros en un rubro de la industria alimenticia de la zona.
“La familia Bellotti fundó la primera fábrica de dulce de leche de Mar del Plata y fue un éxito”, dice con orgullo Hemilse Gosella (70), esposa de Juan Carlos Bellotti, y madre de Juan Bellotti (42). A su lado, su hijo asiente y sonríe.
-¿Qué pasó cuando doña Rosa incorporó la receta del dulce de leche al emprendimiento familiar?
Hemilse: -Fue un éxito. Primero la fábrica se llamó “El administrador” y hacían dulces de todo tipo. Rosa le enseñó a sus hijos a preparar todas las recetas, entre ellas, estaba el dulce de leche. La fábrica de Rosa quedó en manos del hijo mayor, Juan, mi suegro. El resto de los hijos abrieron otros negocios. Pero Rosa fue una visionaria, hasta no hace mucho, en Mar del Plata, había tres fábricas de dulce de leche que nacieron de sus enseñanzas.
Juan: -Todos los Bellotti sabemos hacer dulce de leche: LaRastra, Guatan y Chimbote son marcas de distintos primos y tíos, todas parten de aquella receta original que elaboró la abuela Rosa.
Cuando el hijo mayor de doña Rosa tomó las riendas del negocio, lo hizo con la ayuda de su mujer, Ofelia Belli, la madre de sus dos hijos, Raúl Jorge y Juan Carlos. En 1950, el matrimonio bautizó a la fábrica ubicada en Carlos Tejedor 450 como “Chimbote” y apostaron a la producción del dulce de leche de manera exclusiva. “Ellos hicieron la fábrica que tenemos hoy y la convirtieron en un símbolo de Mar del Plata”, cuenta Hemilse.
-¿Por qué Chimbote?
Hemilse: -Es un nombre que no se le ocurrió a nadie. Habían enviado al registro como cien nombres y todos volvían rechazados. Además era un trámite largo y engorroso. En la última presentación aparecieron tres opciones: “Chimbote”, “Chimbela”... y otra más que no me acuerdo. Ahí, sin mucha vuelta, eligieron “Chimbote”. Después no enteramos que Chimbote existe, que es una ciudad de Perú, pero no tenemos nada que ver con los peruanos.
El Playboy de Mar del Plata
Así como doña Rosa legó su conocimiento en a sus hijos, Juan hizo lo mismo con los suyos. Raúl Jorge y Juan Carlos aprendieron desde chicos los secretos del dulce de leche familiar.
El negocio marchaba viento en popa hasta que en 1981 Juan murió y su mujer, Ofelia, quedó al mando de la empresa. Al tiempo, “Chimbote” pasó a manos de los hijos y aparecieron los primeros roces.
En los comienzos, la conducción de la empresa estuvo a cargo del hijo mayor Raúl Jorge, también conocido como “Tornillo”, apodo que le pusieron en los Estados Unidos a los 18 años pero nadie en la familia sabe bien porqué... Lo que todos concuerdan es que Tornillo, antes de convertirse en “El rey del dulce de leche”, había sido jugador de rugby del club Pueyrredón. Llevaba una vida social activa, repleta de lujos y excentricidades: desayunaba con champagne, organizaba fiestas privadas que se extendían más allá del amanecer y pasaba largas estadías en Europa.
“El tío Raúl era muy conocido en Mar de Plata porque era el playboy de la ciudad. Era muy apuesto. Y se la pasaba veraneando en Marbella, incluso le atribuyeron un romance con Sophia Loren. Mi tío fue una de las personas que más apoyó los primeros festivales de cine de la ciudad”, dice su sobrino Juan.
-Un excéntrico.
Hemilse: -Mi cuñado era un personaje que vivió su vida como quiso. Él tuvo una vida “a lo Ricardo Fort”, con fiestas y viajes. Le gustaba relacionarse con la farándula, era amigo de los Spadone, de Mirtha Legrand y Daniel Tinayre...
Su mote de playboy no era en sentido figurado por su fama de “don juan”. El mismísimo Raúl, en una entrevista para un medio local, aseguró que él era “el único playboy de la ciudad” porque era socio del exclusivo PlayBoy Club de Londres y dio detalles de su funcionamiento. “En su mayoría son apasionados jugadores. Digo esto para disipar algunos equívocos existentes respecto de la vida de los play-boys. El club fue fundado en el año 1966, frente a Hyde Park, y su edificio posee seis pisos. En la planta baja está la secretaría y hay salones de black jack, un juego de naipes parecido al póquer, y varias mesas de ruleta. En el primer piso funciona una boite y restaurante; en el segundo existe una sala de bacarat, más ruletas y un bar; en el tercero, otro bar con más juegos de black jack; en el cuarto, un salón para exposiciones de cuadros. En los últimos pisos hay salas para ejecutivos [...] Las chicas atienden luciendo una malla transparente sobre la ropa interior, y en la cabeza dos orejas de conejo y una cola o gazapo, porque son símbolos de la institución. Toda la vida dentro del club está regida por severas reglas de moral y conducta”, dijo entonces el playboy marplatense.
-Mientras viajaba por el mundo y forjaba su fama de playboy, ¿cómo hacía para llevar adelante la empresa?
Hemilse: -Él vivía seis meses en Europa y seis en la Argentina. El que se mataba trabajando era mi marido, esa es la verdad. Cuando falleció mi suegro, Juan Carlos era el único que sabía hacer el dulce de leche y manejar la caldera. Mi cuñado desgraciadamente era un tiro al aire. A él le gustaba hacer de “dueño de Chimbote”, tener el título, pero no llevar la responsabilidad que eso implicaba... “Tornillo” vivía como un rey, era “el gentleman”, el dueño de todo. Para todos era “el tío rico”. En cambio, mi marido, Juan Carlos fue el que más trabajó, tiene una capacidad de trabajo increíble...
La relación entre “Tornillo” y Juan Carlos anduvo bien durante unos años, pero después las diferencias se hicieron insostenibles y se separaron. Juan Carlos puso una fábrica de dulce de leche en el parque industrial de Mar del Plata con la intención de exportar, mientras que “Tornillo” siguió solo con su estilo.
Tornillo murió en 2010, a los 70 años y sin hijos. Fue entonces cuando llegó el momento de su hermano Juan Carlos de dirigir la fábrica que había comenzado su abuela en los 30 y su padres habían logrado consolidar.
La misma receta desde 1937
“Juan Carlos tiene una capacidad de trabajo infinita. Para nosotros hacer el dulce de leche es toda una ceremonia. ¡Andá a cambiarle algún ingrediente a Juan Carlos... imposible! No cambia nada. La receta es la misma de 1937 y recién, hace unos pocos años, dejó empezar a Juan, su hijo. Tiene 90 años y a las 6.30 está en la fábrica trabajando. Si hay fruta en casa seguro que termina haciendo un dulce porque no puede quedarse quieto...”, dice Hemilse.
-¿Cómo es la dinámica familiar con dos generaciones trabajando en la empresa?
Juan: -Por momentos es complejo. Muchas veces mi padre me dice que estoy “loco”. Pero, lo entiendo son los cambios generacionales. Hay muchas cuestiones comerciales, que él por su edad no maneja ni llega a comprender, por ejemplo la venta online. O la vez que fui a la feria Masticar con 2.000 kilos de dulce de leche y tuve que regresar un día antes porque había vendido toda la mercadería.... es otra generación.
-Tu padre trae el valor de la experiencia. Y es, además, el custodio de la receta familiar.
Juan: -Claro que sí. Acá el dulce de leche se sigue haciendo a la antigua: nos valemos de los sentidos para elaborarlo. Aunque hoy existen máquinas en las que metés los ingredientes y a las tres horas el dulce está listo, acá no es así. Estamos atentos durante todo el proceso, somos lo más parecido a la cocina de una casa. La elaboración parece sencilla pero tiene su complicación. Se trabaja continuamente con leche hirviendo y hay que saber encontrar el punto justo, hay que estar muy atento. Papá es el que más sabe sobre la producción. Para tomar el punto del dulce de leche mi ni siquiera necesita mirar el reloj... Es increíble pero sabe con exactitud el momento en que está listo. ¡Y no se equivoca! Yo, en cambio, necesito poner el temporizador.
-¿Como funciona hoy la fábrica?
Juan: -Es una planta que tiene pocos empleados. En temporada baja producimos solo una vez por semana mientras que la temporada alta hacemos casi 4.000 kilos de dulce de leche por semana. Los días que no se hace dulce de leche, hacemos bocaditos y caramelos.
-¿Alguna vez les ofrecieron comprarles la empresa?
Hemilse: -Un montón de veces. Sobre todo cuando estaba al mando Raúl [Tornillo]. El tema es que la empresa es la vida de Bellotti [Juan Carlos], él no va a desprenderse de esto porque la fábrica es su vida.
Juan: -Para mi papá la fábrica es como un hijo, creo que nunca podría ponerle un valor de venta. No la va a largar nunca. ¿Yo? Soy abogado, podría dedicarme al Derecho, pero son muchos años acá, le tomé afecto y la fabrica también se convirtió en mi vida.
* Esta nota fue originalmente publicada en junio de 2024
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