Claudia fue engañada de niña al igual que la persona que creía era su padre; para no llevarse el secreto a la tumba, él le contó algo que cambiaría para siempre su vida
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“Me llamo Claudia Panno. O no, ya que mi verdadero padre no fue Panno, si no Gerbaudo, un señor con el que mi madre engañó a Panno y del cual quedó embarazada de mí. Como estaba mal visto ser adúltera en esa época, mi madre le endosó la paternidad a Panno, pero no le creyó. Igual me dio el apellido, pero más tarde se divorciaron. Mi madre se fue a vivir con Gerbaudo. Y me llevó a mí también. Entre ellos establecieron un pacto de silencio, ya que Gerbaudo también había sido infiel y, además, tenía tres hijos de ese primer matrimonio”.
Así elige presentarse Claudia Panno como si se tratara de una parte de un monólogo de una mujer que está parada arriba de un escenario comenzando su show de stand up. Podría decirse que nada está más alejado de la realidad, aunque en este caso no sería tan así.
Adulterio, esterilidad y auto-engaño
Claudia cuenta que a Germán Panno, el hombre que supuestamente era su papá, dejó de verlo a los cuatro años y prácticamente no tiene recuerdos suyos. Solo sabe que falleció hace unos años.
“Al principio, Panno sí le creyó a mi mamá que yo era su hija, por eso me dio el apellido. Más tarde se enteró de que era estéril. Parece que en ese momento no estaba al tanto del adulterio, o sí, y decidió auto-engañarse”.
“Él me adoptó como su hijastra”
Cuando su mamá se divorció de Panno, cuenta Claudia, pasaron un tiempo viviendo en la casa de su abuela materna hasta que su mamá se casó con Valerio Gerbaudo, vía Paraguay. Y se fueron a vivir los tres juntos. “Él me adoptó como su hijastra. Se hizo cargo de mi crianza y educación. Fue muy generoso, aunque un poco distante en lo afectivo. No demostraba sus sentimientos abiertamente. Pero pagó buenos colegios, la universidad, me llevó de viaje, me dio lindos regalos. Tenía tres hijos de su anterior matrimonio, con quienes me llevaba muy bien”.
Claudia define a su infancia y a su adolescencia como extrañas. En el colegio le iba bien, era bastante amiguera, pero tenía mucho miedo a enfermarse y morir. Un miedo que, cuenta, irrumpía en cualquier momento. “Ese miedo me acompañó toda la vida. Cuando lo analicé en terapia, parece que provenía de mi relación con mis padres. Éramos distantes, pero en cuanto yo decía que me dolía la panza, se movilizaban ambos para llevarme al médico y atenderme. Supongo que fue mi manera de llamar su atención”.
Estaba incómoda consigo misma
Mientras los años iban pasando, Claudia sentía que algo en su vida no andaba bien. No sabía de qué se trataba, pero se sentía incómoda con ella misma y con las personas que pasaban por su vida. Cuenta que cuando conocía algún hombre que la atraía, siempre terminaban huyendo. “No tenía novio” es una frase que ella misma resalta para calificar este período de su vida.
Además, había estudiado dos carreras que no le gustaban: Profesorado de Inglés y Correctora Literaria, pero dice que hasta ese momento no había encontrado su verdadera vocación. Y lo que también le preocupaba eran sus momentos depresivos, fobias, ataques de pánico y un miedo desmesurado a la muerte.
“La verdad me liberó”
Valerio ya era un hombre mayor y tenía muy en claro que era el padre biológico de Claudia pero decidió romper el pacto que había hecho son su amante para no llevarse el secreto a la tumba. Inmediatamente se ofreció a hacerse un ADN para tener el 100% de exactitud.
“Reaccioné muy felizmente porque a mí me habían dicho que era hija de Panno y que me había abandonado. Panno siempre fue catalogado en casa como un perdedor, una mala persona y un mediocre. Valerio era un empresario exitoso, un hombre de dinero y una figura destacada del golf, además siempre estuvo conmigo, en las buenas y en las malas. Me quería, aunque le costaba demostrarlo con palabras o contacto físico. ¿Cómo no iba a ponerme contenta de ser su hija? Mi mamá, hasta último momento, no quiso decírmelo, pensaba que esa noticia me iba a traumar. Todo lo contrario. La verdad me liberó”, confiesa.
¿Cambios inesperados?
A partir de ese cambio Claudia hizo un giro, literal, de 180 grados en su vida. En el plano del amor y de la familia conoció y se enamoró de Hugo, en 1.999, y juntos tuvieron a Santino, que actualmente tiene 16 años. “Mi marido es igual a Valerio Gerbaudo, bah, mejorado. Es muy afectuoso y lo demuestra. Es protector, es amoroso y es un empresario exitoso. Con Santino tenemos una relación muy unida, muy estrecha, hacemos muchas cosas juntos como, por ejemplo, lo acompaño a comprarse ropa y a cortarse el pelo. También compartimos el amor por el cine. Me viene a ver cuando hago stand up en el teatro y él también es muy buen humorista”.
Sin embargo, el gran desahogo de su vida vino desde el plano laboral ya que esa revelación ayudó a florecer su verdadera vocación, esa que empezó a esbozar en los primeros años de la primaria. De hecho, en Sexto Grado, cuenta, la maestra de Literatura mandó a llamar a su mamá para decirle que ella iba a ser escritora. “Mi mamá lo ignoró y parece que yo también. Hasta los 33 años que me sumergí de lleno en la escritura humorística, cosa que ya se venía vislumbrando, pero como pasatiempo, nunca como forma de vida”.
“El humor cambia las cosas de lugar”
Desde hace más de 20 años que Claudia se dedica a este rubro porque está convencida de que el humor cambia las cosas de lugar, las mejora. Hace comedia stand up y escribe ensayos de humor. También graba videos y los sube a su perfil de Instagram y a Tik Tok.
“El stand up es un humor de denuncia social, vos podés hablar de la empleada pública que te trató mal cuando fuiste a hacer un trámite, pero sin nombrarla, solo aludiendo a su puesto y a su labor. Entonces, yo puedo hablar también de mi situación, de los secretos de mi familia, de lo que me hicieron mis padres, pero con humor. Puedo ´denunciarlos´, utilizando la comicidad. No solo en contra de ellos, sino en contra de todo lo que es injusto o me molesta del mundo o de mi micro cosmos”.
Claudia escribió seis libros de humor y acaba de publicar el séptimo: Ser feliz a los 50: otro libro de autoengaño, que según la autora invita a los lectores a un viaje cómico en el que se pierde todo como, por ejemplo, el celular, las llaves del auto, el colágeno, el magnesio y el filtro al hablar.
“En el pasado fui engañada por mis propios padres, pero pude perdonarlos. Ahora, engaño yo a la gente con libros de humor y con la comedia, donde les cuento historias exageradas y absurdas con el fin de divertirlos, expresa Claudia”. Y concluye: “El humor es distorsión, cambiar las cosas de lugar para que provoquen risa. En esa distorsión hay un pequeño engaño, cuando exageramos o contamos cosas absurdas, que sin embargo hacemos pasar por verosímiles. Un pequeño engaño con un fin noble, por supuesto, el de divertir a la gente”.
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