Descubrir el platform tennis de mano de su máximo referente
NUEVA YORK.- Si esto fuera tenis, según el ranking actual estaría jugando con Djokovich. Si fuera Fórmula Uno, estaría en el auto con Lewis Hamilton. Si fuera una cancha de fútbol, el pase me lo estaría haciendo Messi, y si fuera fútbol americano, Tom Brady.
Pero estoy jugando al platform tennis, un deporte centenario que es el único de paleta/raqueta diseñado para jugar en el frío extremo y la nieve y que es emblemático de los clubes más tradicionales de la Costa Este americana. Y estoy peloteando con su superestrella, celebridad local y flamante número uno del ranking oficial que reúne al deporte. Se llama Juan Arraya y es, curiosamente para un deporte tan de nicho sociocultural norteamericano, argentino.
"Yo ni sabía de qué se trataba –reconoce en diálogo con la nacion–, pero me vine de Buenos Aires para buscar trabajo como profesor de tenis y en un club de campo de Connecticut me dijeron que necesitaban alguien para un partido ‘de paddle’ y dije que sí".
El resto, como dicen, es historia. Esto ocurrió en 2005. Para 2007, Arraya había jugado su primer torneo de platform tennis –"paddle", como se lo llama coloquialmente aquí, aunque tenga poco que ver con la versión conocida en la Argentina (y a la que llaman "padél", con la e acentuada, para diferenciarla)–. En 2010, Arraya ya estaba en el top cinco y en marzo último ganó el torneo nacional que terminó de coronarlo número uno.
Aunque en el circuito de clubes de Nueva Inglaterra y patricias zonas aledañas Arraya es una celebridad, se trata de un deporte tan poco conocido aún dentro de Estados Unidos que la página oficial de la American Platform Tennis Association (APTA) reza: "¿Qué es el platform tennis? Es el deporte más adictivo del que jamás escuchaste hablar".
"Es fácil de jugar –explica Arraya– y no necesitás un gran estado físico. Con mi último compañero de equipo pegamos fuerte y nos tiramos al piso, todo el show. Pero hay otros equipos buenísimos que tiran dos mil millones de globitos, de repente le pegan fuerte a una pelota y después hacen otros cien mil globitos. Si lo mirás en YouTube, puede ser muy aburrido. Pero si lo empezás a jugar, no podés parar".
Dado que en mi despliegue tenístico habitual los "cien millones de globitos" son el único arsenal efectivo con el que cuento (por lo soporíficos, pero eso es otra historia), sentí que eso era una señal y me inscribí en una clínica con Arraya.
Primero me dieron una paleta, similar a la de las de paddle de los 80, sólidas, pesadas y con agujeros. Debajo de las canchas en los bucólicos clubes de campo, e incluso debajo de las de los parques municipales, suele haber calefactores que derriten la nieve y el hielo y evaporan el agua. Yo jugué con Arraya en la flamante cancha de mi club ultraurbano de Manhattan, que no los tiene (pero como una autopista le pasa por debajo las emisiones de los caños de escape en hora pico contribuyen a subirle la temperatura y estuvo perfecto).
Después de un breve peloteo e instrucciones empezó el partido con otras alumnas, porque, a diferencia del tenis, no hay muchos golpes sutiles para aprender, sino que se juega directo. Los puntos se cuentan como en el tenis. El partido puede ser de singles o de dobles, y la cancha tiene distintas líneas, que se usan en uno u otro caso. El gran desafío es no reventar la pelota con una volea o smash, sino aguantar y dejarla caer "muertita" al devolverla porque tiene que picar dentro de esas líneas marcadas –quien domine el drop shot además de los famosos globitos habrá encontrado su deporte ideal–. Para poder ganar un punto, hay que jugar mucho a los ángulos y se puede recuperar una pelota luego de que toque la malla alambrada.
"El paddle que conocemos en la Argentina es más atlético, mas rápido, el que pega más fuerte gana. Este, en cambio, es un deporte totalmente mental, por eso yo, que tengo 42, puedo competir con pibes de 25. Lo que importa es tirarla despacito y construir el punto", explica Arraya.
"Los machos alfa se van a sentir frustrados", resumió el Chicago Tribune en una nota sobre el platform. Personalmente estoy lejos de ser un macho alfa, pero al principio la situación era desesperante. Mis globos altos no eran lo suficientemente aerostáticos, las pelotas que hacía morir al pie del rival eran instantáneamente resucitadas. Arraya solucionó varios temas al cambiar dónde me paraba en la cancha y forzarme a pegar en la red –horror– principalmente con el revés, reservando la derecha solo para emergencias. De pronto empezó la diversión.
Y la verdad es que, aunque al principio el platform parece demasiado elemental comparado con el paddle, lo de su carácter adictivo es totalmente cierto. Mi hija dice que desde que lo probé, un mes atrás, me convertí en una "sweatpant mom" (mamá de jogging permanente). Y es verdad. Los pantalones largos de algodón y la polera de plush se convirtieron en el look por excelencia ahora que mi día incluye algún paso por la cancha. Después de estas semanas en las que he jugado en distintos clubes y canchas de alquiler –y torneos, sí, es así de adictivo–, pude notar que algunas mujeres juegan con equipitos impecables, calzas y camperas ajustadas al tono y detalles de piel, como para un apres-ski de Aspen. Pero muchas más terminan en alguna variante de la "sweatpant mom". Se ve mucho, en particular, la ropa de deporte XXL (hockey sobre hielo, gran favorito) de los hijos que se fueron a la universidad por encima de capas de ropa que se van eliminando a medida que se entra en calor.
"En general, en los clubes hay cuatro canchas y en el medio ponen el paddle hut, que es lo más importante, donde todos se juntan para tomar, es una forma de socializar –explica Arraya–, como si fuera un bar de montaña". Ver a alguien atravesando una tormenta de nieve ("no se suspenden los partidos por alerta meteorológica", suelen explicar a los novatos los veteranos, con orgullo) con una paleta en un brazo y el clásico six pack de cerveza en el otro acaba siendo una imagen habitual.
"Quince grados bajo cero afuera y uno que termina en shortcitos transpirados, con amigos y muerto de risa... la verdad que, más allá de lo profesional, a mí el paddle, como a tantos, me salvó el invierno", reconoce Arraya.
Deporte centenario
El platform tennis nació en 1928 en Scarsdale, un suburbio a media hora de Nueva York. Dos amigos que habían emigrado de Boston y estaban desesperados por no poder jugar al tenis en invierno se armaron una canchita en un deck de madera elevado para poder barrer la nieve. Cuando se aburrieron de buscar pelotas lejos, la rodearon con una malla de alambre para chiquero. Las medidas de la cancha estuvieron determinadas por una roca en una punta del jardín y una pendiente en la otra que les impedía extenderse más. Las raquetas las tomaron de un juego llamado paddle inventado varios años antes por un religioso, el reverendo Frank Beal, que lo había ideado pensando en las plazas urbanas superpobladas. Las pelotas eran de un plástico esponjoso del cual hoy se usa una variante que, superada cierta temperatura, hace que las pelotas piquen a lo loco.
Desde entonces, salvo por el agregado de los calefactores, relativamente poco se cambió y el platform tennis se mantuvo como un deporte muy insular. El paddle que los argentinos conocemos nació en Acapulco en 1969, cuando Enrique Corcuera decidió adaptar la cancha de squash de su casa con elementos de platform tennis y creó un deporte que eventualmente se volvió mucho más famoso y exportable. Si bien el platform tennis se expandió de la Costa Este al Midwest de EE.UU., solo otros dos países juegan también al paddle: Rusia y Polonia.
Según cuenta The New York Times, un diplomático norteamericano era tan fanático que cuando fue destinado a Moscú y Varsovia hizo construir canchas en esas embajadas, donde encontró la temperatura perfecta para el deporte. Desde entonces los empleados de ambas representaciones armaron equipos que son conocidos rivales.
Arraya, que es porteño, empezó a jugar al tenis a los cinco años. "Siempre estuve ranqueado. Jugaba torneos de paddle y con la plata que ganaba viajaba a jugar torneos de tenis profesional. Después me lesioné, pero el platform tennis me está dando la oportunidad de ser altamente competitivo una vez más, y no solo en la cancha. Hoy necesitás saber los dos deportes, y el que más sabe de platform agarra los mejores trabajos en esta zona".
En una pausa entre partidos le pregunto si sigue lo que ocurre en el tenis argentino. "¡Claro! Seguía mucho a Del Potro. Ahora mi exmujer se volvió a la Argentina y es vecina de Diego Schwartzman, y los chicos hasta me mandan fotos de él en el supermercado". Y con eso se pone el polar azul con su nombre y la bandera albiceleste bordada en la manga con el que ganó el último torneo "President’s Cup", en Connecticut, y salimos al frío neoyorquino a terminar la clase.
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