No había duda alguna. Era el típico "descarte galguero". Hacía pocos días los vecino de la zona la habían divisado en busca de alimento. Mili era tan solo una cachorra de unos 6 meses de vida y en ese breve tiempo había vivido un verdadero calvario.
Sobrevivía en un baldío en las afueras de La Plata, cuando un hombre que iba a trabajar la vio. No podía frenar, le dejó un sándwich de milanesa -que era su almuerzo-, le sacó una foto y se la mandó a sus hijas para que la publicaran en las redes y pidieran ayuda. Las hermanas nunca habían rescatado un animal. Sin embargo, acudieron inmediatamente a buscarla. Como no sabían qué hacer, aceptaron la ayuda de José Pizarro Cajachagua, un rescatista platense, que se hizo cargo completamente del caso de Mili y la internó en su veterinaria de confianza.
La perrita estaba totalmente destruida. Tenía heridas al costado del cuerpo, que sospechaban eran producto de cuchilladas; no podía regular su propia temperatura corporal; estaba deshidratada; tenía la piel lastimada y los ojos hundidos, vacíos y oscuros. También el mal estado general había hecho que la oreja derecha comenzara a desprenderse, en tanto que a su oreja izquierda le faltaba un pedazo, como si la hubieran cortado, también, con un cuchillo.
Estuvo internada aproximadamente tres semanas. En un primer momento lo único que se pudo hacer fue estabilizarla, hidratarla, alimentarla y medicarla. Mili estaba además muy anémica y hubo que hacerle de forma urgente una transfusión de sangre. Eso no era todo. Los análisis de sangre arrojaron que también tenía ehrlichia, una enfermedad que transmiten las garrapatas y que lamentablemente es muy común en los perros callejeros y sarna demodécica, por eso estaba completamente pelada, solo tenía una "cresta" de pelo en su cuellito.
"La vi por primera vez en Facebook en una foto que la mostraba en la veterinaria, con la carita mirando el piso, sin pelo, lastimada y desnutrida. No sé si creo en el destino, pero me gusta pensar que estábamos destinadas a conocernos. Y así como la vi, inmediatamente quise que formara parte de nuestra familia. Al otro día la conocimos y fue impactante: estaba peor de lo que habíamos imaginado", cuenta Belén Arce que pronto se convertiría en la humana de esa perrita de mirada triste.
El maltrato y sus huellas
Mili se había transformado en un caso bastante conocido en la ciudad de La Plata y muchos estaban interesados en adoptarla. Belén y su novio fueron finalmente los elegidos para recibirla en su hogar y allí la pequeña galgo comenzó una nueva etapa en su vida. "Desde el primer momento en casa fue puro amor y bondad. Al principio estuvo un poco temerosa, pero al segundo día ya estaba durmiendo en la cama. Se aferró muy rápido a nosotros. Nunca había conocido el amor y ella daba el doble de lo que recibía. Pero todavía estaba muy débil, tenía visitas diarias al veterinario, controles y limpiezas de sus heridas que todavía no habían cicatrizado. Aún así ella no se quejaba y seguía adelante".
Pasaron los días y la recuperación de Mili era notoria: su pelo había comenzado a crecer, sus heridas estaban cicatrizando y su semblante era otro. Pero a la semana de estar en su casa Belén notó que Mili había empezado a hacer pis con sangre, la llevó de urgencia a la veterinaria y le hicieron una ecografía. Le detectaron Dioctophyma renale, un parásito que se contagia al tomar agua contaminada, se instala en el riñón del huésped y comienza a formar gusanos largos y rojos que se alimentan del órgano.
La única solución era operarla, pero Mili no estaba en condiciones de pasar por una cirugía, en ese momento pesaba aproximadamente solo 7 kilos y necesitaba, al menos, llegar al doble de ese peso. Entonces la medicaron, para "atontar" al parásito y que no empeorara su cuadro. Tenía que juntar fuerzas para afrontar la intervención. "A los poquitos días, comenzamos a notar que sus patitas no respondían bien, mostraba algunos tics y entonces supieron que la perrita también tenía hepatozoon, otro hemoparásito que transmiten las garrapatas", dice Belén.
Pero, de pronto, el cuadro de Mili empeoró y ya no pudo caminar, ese hemoparásito le generaba muchísimo dolor en todo el cuerpo. "Teníamos que llevarla en upa a todos lados, hasta a hacer sus necesidades". Finalmente, el 1 de diciembre y luego de batallar contra esas enfermedades, Mili estuvo lista para someterse a la cirugía en la que le extrajeron un riñón.
Superadas todas la dificultades, ya no dio marcha atrás en su recuperación. Hoy es una perra feliz y simpática que convive con otros animales. "Al haber pasado por tantas cosas siempre fue muy consentida. Para nosotros es como una hija, sale a pasear, le encanta ir al bosque de la ciudad, siempre se pone muy contenta de ver gente y a otros perritos, es muy saltarina. Cada tanto va a la playa a visitar a sus abuelos que viven allá. Creo que no podríamos haber tomado una mejor decisión cuando la adoptamos, ella no podría ser mejor".
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