Descalificación estratégica: la técnica psicológica para neutralizar a una persona envidiosa
Aquel que se ve invadido por este sentimiento esconde una baja autoestima; compite con los demás, pero no se siente merecedor de lo que ellos tienen, pese a que lo quiere
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Hoy te invito a reflexionar juntos sobre la envidia, sentimiento que puede estar presente en todos los ámbitos de la vida, sin importar la edad ni la clase social. Se puede envidiar prácticamente todo. Este sentimiento busca destruir aquello o a aquel que es objeto de envidia. Se manifiesta de manera inconsciente, oculta, y siempre lastima, tanto al que la experimenta como al envidiado.
Por lo general, podemos darnos cuenta de lo que siente el envidioso a partir de estas tres señales:
- En su rostro, a través de los gestos que realiza.
- En su discurso, que suele estar teñido de descalificación y crítica.
- En la amargura y la bronca que manifiesta, porque al otro le está yendo bien y a él, o a ella, no.
¿Qué le sucede al envidioso?
En el fondo, no se siente merecedor ni capaz de lograr aquello que otro disfruta. Por esa razón, lo envidia. Una herramienta para neutralizar o desarticular la envidia, que funciona la mayoría de las veces, es la “descalificación estratégica”.
¿En qué consiste?
Por ejemplo, si la persona que envidia nos comenta: “¡Qué impresionante el auto que te compraste!”, podemos responderle: “Sí, pero a veces, funciona bien y a veces, no tanto”. O, si nos dice: “¡Qué bueno que te dieron un ascenso en el trabajo!”, le podemos contestar: “Sí, pero hay que ver cuánto me va a durar”.
Esta técnica hace que el envidioso deje de competir y compararse con los demás. Y, sobre todo, que ya no idealice eso que envidia y que desea destruir porque siente en su interior que no puede alcanzar.
Y, si en algún momento nos damos cuenta de que estamos experimentando esta emoción tan destructiva, que suele nacer de un sentimiento de inferioridad, de una baja autoestima no reconocida, debemos reemplazar envidia por admiración.
Admirar algo o a alguien es “mirarlo bien”, lo cual nos habilita e impulsa a alegrarnos de los logros de los demás; a celebrarlos. Sobre todo, porque tenemos la convicción de que, si al otro le sucedió eso bueno, a mí también me sucederá tarde o temprano. Cuando gastamos nuestra energía en crecer (en lugar de envidiar), somos libres para avanzar hacia la cima. ¡Que nada nos detenga en este nuevo año que comienza!
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