Estaban casados cuando se conocieron. Sybille de Selys Longchamps tenía 24 años y había llegado a Atenas para visitar a su padre, embajador belga en Grecia. Llevaba cuatro años de un matrimonio "triste y difícil" con el industrial Jacques Boël, un magnate doce años mayor.
Tras varios intentos frustrados, estaba convencida de que no podía tener hijos. Alberto tenía 32 años y, pese a estar casado y ser padre de tres príncipes, disfrutaba de unas vacaciones "en solitario". Tenía la excusa perfecta: había sido invitado a participar de una regata de prestigio internacional donde se pavoneaba "la crème" europea. Sin embargo, su barco permanecería amarrado en el puerto de El Pireo…
Una noche, en uno de esos cócteles inevitables, se cruzaron sus caminos. "Mientras nos saludábamos, los dos supimos que aquel encuentro nos había marcado. Sucedió muy rápido, pero lo sentí de inmediato. Y esto sembró la confusión en mi espíritu… Alberto me pidió bailar y luego me dijo que se había enamorado de mí. Yo le respondí que eso era ridículo", recordaría luego Sybille. Sus declaraciones jamás fueron contrastadas desde palacio. El príncipe de Lieja, que debía reencontrarse con su familia en Italia, retrasó su salida de Atenas varios días para disfrutar de este romance secreto. Sin saberlo, estaba comenzando una relación que se extendería por más de dieciocho años y pondría en jaque a la corona.
"MI BEBÉ SE PARECÍA TANTO A ALBERTO"
La mayor parte de las declaraciones de Sybille de Selys Longchamps reproducidas en este reportaje fueron tomadas del documental Nuestra hija se llama Delphine. La película, que se presentó en la televisión belga en dos capítulos de cuarenta minutos cada uno, fue la primera entrevista concedida por la condesa luego de que una biografía de la reina Paola revelase la existencia de "una hija ilegítima" del rey Alberto. Antes de abrir su corazón frente a cámara, Sybille puso una condición: nada de lo que ella dijera podía ser revelado mientras Alberto II estuviera en el trono. No quería dañar la imagen del monarca. Su testimonio recién llegó al gran público en el segundo semestre de 2013, tras el histórico discurso de abdicación del Rey en favor de su hijo Felipe.
De regreso en Bélgica, los amantes siguieron frecuentándose. "Yo creía que no podía tener hijos, por eso no se tomaron las precauciones... En realidad, no lo sabía, pero era mi marido el que no podía tener hijos. Alberto no reaccionó negativamente cuando le conté sobre mi embarazo", detalla Sybille. El 22 de febrero de 1968 nació Delphine. La condesa había mantenido una estricta dieta para disimular su avanzado estado de gestación, por lo que Jacques Boël creía que su mujer estaba embarazada de seis meses. "Mentí sobre las fechas porque no quería que mi marido estuviera durante el parto. Fue una época difícil para mí, tuve que ocultarle esto a mi marido... y no está en mi naturaleza mentir. Del parto, que debería ser un momento feliz para mí, no guardo buenos recuerdos. Pero siempre amé a mi bebé, desde su nacimiento, se parecía tanto a Alberto… como dos gotas de agua", confiesa Sybille.
Jacques Boël, que era uno de los hombres más ricos de Bélgica, fundador del Museo de Arte Moderno de Bruselas y presidente, durante tres décadas, de la Liga Europea para la Cooperación Económica, reconoció a la niña como propia y le dio su apellido: Delphine Boël. Mientras tanto, el príncipe Alberto envió veinticuatro rosas al hospital a través de un amigo.
Tras el nacimiento, madre e hija se mudaron a Zoute, en el norte de Bélgica, frente al mar. Sybille y Jacques seguían casados, pero tenían una relación extraña. Delphine, que hoy tiene 52 años, jura que no los recuerda viviendo juntos nunca. El príncipe las visitaba a menudo, llegaba a la casa en calidad de "viejo amigo" de su madre, y ella lo llamaba cariñosamente "Papillon" (‘mariposa’, en francés). "Siempre tomó en brazos a su hija, se preocupó mucho por ella, aunque no diría que es una persona paternal", define la condesa.
Alberto y Sybille guardaron el secreto de su hija por más de veinte años. El príncipe temía al escándalo que suponía que un miembro de la corona tuviese un hijo bastardo, mientras que la condesa no quería afectar los intereses de su país. Además, como contaría luego al semanario Le Soir, sabía que el pueblo adoptaría una imagen negativa de ella.
DOS VECES AL BORDE DEL DIVORCIO
De acuerdo con las declaraciones de Sybille, Alberto estaba dispuesto a dejar todo por su nueva familia. Aquí hay que tener en cuenta un detalle fundamental: el príncipe de Lieja no estaba destinado a ser rey. Balduino, su hermano mayor, ocupaba el trono de los belgas desde 1951 y si bien no tenía descendencia, aún guardaba esperanzas de legar la corona en un hijo.
En 1969, tras el nacimiento de Delphine, Sybille solicitó el divorcio a Jacques Boël. Al mismo tiempo, la condesa jura que Alberto solicitó el divorcio a Paola. Hubo presiones de todo tipo para evitar la disolución de un matrimonio dentro de la familia real, fervientemente católica. Incluso, recurrieron al embajador François de Selys Longchamps para que influyese sobre su hija: "Llamaron a mi padre a Bruselas con la excusa de que viniese a realizar un examen de flamenco. Mientras estaba en Holanda, la princesa Paola y una amiga lo visitaron. Paola le dijo: ‘Es hora de que abraces a tu hija’. Él respondió: ‘Es hora de que se apodere de su marido’. Fue todo muy tenso. Pero creo que fue porque mi divorcio tomó tanto tiempo que Alberto canceló el suyo", cuenta Sybille.
Extrañamente, el divorcio de Sybille y Jacques se concretó en 1978, nueve años después de su solicitud. La condesa no tiene dudas de que la Casa Real fue responsable de semejante dislate.
Antes de ser legalmente "libre", Sybille se radicó en Inglaterra con su hija. Alberto sintió que perdía definitivamente su amor y relanzó su proceso de divorcio. Pero su posición dentro de la Casa Real había cambiado: como Balduino y Paola no pudieron tener hijos, la posibilidad de convertirse en Rey ya no era tan remota. Al fin y al cabo, estaba primero en la línea de sucesión al trono.
Balduino escuchó los argumentos de su hermano y, contra todos los pronósticos, no rechazó la opción del divorcio. "Pero puso muchas condiciones, como renunciar a sus títulos… Además, le decían que nunca más podría ver a sus hijos. Eso fue lo que me hizo dar cuenta de que tenía que seguir mi vida", explica Sybille. Eric Goens, productor del documental, jura que vio el contrato de divorcio. Dice que el documento, en poder de la condesa, está firmado por Alberto, Balduino y todos los ministros de la época. Lo único que faltaba, insiste, era la firma de Sybille. "Fui yo quien tomó la decisión de dejarlo. Bélgica es más importante que mi destino", dice la condesa mirando a cámara, con solemnidad.
EL ÚLTIMO ENCUENTRO
Esta vez, la separación fue definitiva. En 1982, Sybille se volvió a casar con un empresario inglés, viudo y riquísimo, el barón Michael Anthony Rathborne Cayzer. Tras su segunda boda, dejó de usar el título de condesa que heredó de sus padres para hacerse llamar "baronesa". Pero seguía hablando por teléfono con su príncipe. En 1984, quince días antes de la celebración de las bodas de plata de Alberto y Paola, la comunicación se cortó abruptamente. "No hubo más línea, sin explicación. No hablamos más por cuatro años. Sé que en ese período Alberto tuvo ‘cosas’ superficiales, conozco a una de ellas… Pero no volvió con Paola, vivieron separados durante diez años", insiste la baronesa.
Delphine conoció su verdadera identidad en 1986, cuando cumplió 16 años. Se lo contó su madre. Pero no acusó gran impacto: al fin y al cabo había sido testigo de la relación de sus padres y, además, Alberto siempre la había tratado con cariño. "Al menos no tengo la narizota y el carácter desabrido de Jacques Boël", le respondió a su madre tras semejante revelación.
En 1988 Delphine contrajo anorexia severa. Sybille se comunicó con Alberto para contarle lo que estaba sucediendo con su niña: "Si no apareces, podrías ser responsable de algo dramático", le advirtió. Esa situación precipitó el último encuentro, en Londres, entre padre e hija. Fue distante y habló mucho sobre sus otros hijos, pero Delphine se sintió mejor después de verlo.
En aquella reunión, Alberto le dijo a Sybille que, por recomendación de un cardenal, no volvería a ver a su hija ilegítima. "No estoy ciento por ciento segura de que Paola estuviera detrás de la decisión de Alberto de negar a su hija. Creo que él fue manipulado por la religión", asegura la baronesa.
MUERTO EL REY, VIVA EL REY
El 31 de julio de 1993, Balduino murió de un ataque cardíaco mientras disfrutaba de sus vacaciones en Granada. Alberto II asumió el trono de Bélgica. El resto de la historia de Delphine se repite en los medios de comunicación de todo el mundo.
En 1999 un joven de 18 años, aspirante a periodista, publicó una biografía de su admirada reina Paola y, en una sola oración, destapó el gran secreto de la Casa Real: "Las esposas de los tres Leopoldos y de Alberto I se resignaron a asumir a los hijos ilegítimos de sus maridos, pero Paola se negó rotundamente a aceptar a la medio hermana de sus hijos". Esa frase llevó el tema a la portada de los periódicos y produjo un efecto devastador en la Corona. Sin embargo, los tres protagonistas de la historia mantuvieron el silencio. Curiosamente, en su discurso de Navidad, el Rey se refirió a la crisis matrimonial que había atravesado treinta años antes. No mencionó a Delphine, no dijo nada acerca de una hija ilegítima, pero la asociación con "el gran secreto" poco antes revelado era inevitable.
En 2001 se produjo el último contacto entre Delphine y Alberto. La baronesa tuvo que ser intervenida de una delicada operación de corazón y Delphine, muy asustada, se contactó con su padre para informarle. Pero no obtuvo la respuesta que deseaba: "No me llames más. No quiero oír hablar más de esta historia. Además, no eres mi hija", fueron las últimas palabras que le dedicó su padre.
Alberto y Paola recompusieron su matrimonio. Celebraron su amor con una segunda boda, secretísima, en el sur de Francia. "No había nadie más que el cura y nosotros, no hubo fotos. Esto nos unió más", contó Alberto en una entrevista que concedió en 2014 con motivo de su cumpleaños número 80.
LA PRUEBA DE ADN, INAPELABLE
Con los años, mientras comenzaba su carrera como artista plástica, fue germinando en la cabeza de Delphine la idea de luchar por su identidad. El nacimiento de sus hijos, Josephine y Oscar, reforzó esta posición: "Tienen derecho a conocer sus raíces", repetía. Además, estaba harta de padecer extrañas demoras en aeropuertos y de tener que someterse a procedimientos excepcionales cada vez que quería abrir una cuenta bancaria o hacer una transferencia de dinero. Su nombre había sido ingresado en World-Check, una base de datos de personas políticamente expuestas o con alto riesgo financiero.
Presentó la demanda de filiación en junio de 2013, cuando Alberto II todavía gobernaba y gozaba de lo que comúnmente se llama "inmunidad real": nadie podía sentarlo en un banquillo de acusados. Pero luego de su abdicación, que se produjo un mes más tarde, no tuvo más remedio que someterse a la Justicia.
El juicio propiamente dicho comenzó en septiembre de 2014. Jacques Boël fue el primero en someterse a una prueba de ADN que confirmó lo que todos sabían: efectivamente no era el padre de Delphine. Con el resultado en sus manos, el magnate salió de esta historia aunque antes hizo su última movida: desheredó a la hija de Sybille.
Obtener una muestra genética del rey emérito tardó seis años. Los abogados de Delphine recién la consiguieron a mediados de 2019, cuando la Corte amenazó a Alberto con una multa de 5500 euros por cada día que evitase el laboratorio. Además, con su negativa a colaborar sólo reforzaba la presunción de que la demandante fuere su hija. El resultado del test, inapelable, certificó que Delphine es su hija.
Después, el 1 de octubre, la Corte de Apelaciones, en un fallo histórico, reconoció a Delphine los mismos derechos que sus hermanos: le otorgó el título de "princesa" y tratamiento de "Alteza Real", además de brindarle el apellido Sajonia- Coburgo-Gotha (nombre de la dinastía a la que pertenece su padre) y derechos sobre la herencia de Alberto. Como fue concebida fuera de un matrimonio, no tiene lugar en la línea de sucesión al trono.
A partir del fallo judicial, todos hicieron foco sobre la Familia Real: ¿Felipe, Lorenzo y Astrid aceptarán a Delphine como una más en la familia? ¿Como princesa, qué responsabilidades le asignarán? El viernes 9 de octubre, la Casa Real de Bélgica sorprendió con una imagen inédita y un breve comunicado. La fotografía refleja el primer encuentro entre el rey Felipe y la princesa Delphine. Dos hermanos que, finalmente, se encuentran y parecen dispuestos a darse la oportunidad de conocerse. El comunicado, brevísimo, ofrece algunos detalles del encuentro. "El viernes 9 de octubre nos encontramos por primera vez en el Castillo de Laeken. Fue una reunión cálida. Esta extensa y especial conversación nos dio la oportunidad de conocernos. Hablamos de nuestras propias vidas y nuestros intereses comunes. Este vínculo seguirá desarrollándose en un contexto familiar", dice el texto, firmado por el "rey Felipe" y la "princesa Delphine".
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