Delivery de soluciones. Las apps que pasaron de repartir comida a resolver problemas cotidianos
El día ya pintaba complicado desde temprano para Florencia Rigada: el tráfico le impedía avanzar para llegar a tiempo al colegio, donde debía dejar a sus hijas, y de ahí irse a trabajar. Hasta que una frase la hizo colapsar a mitad de camino: "¡Me olvidé la mochila en casa!", dijo Renata, de 7 años. Habían salido tan apuradas que se habían olvidado la mochila con todos los útiles (incluida la tarea que debía entregar ese mismo día) en el sillón del living. El reproche por parte de Florencia a su hija menor no hizo más que sumar dramatismo: Renata se puso a llorar y el caos se desató en el interior del auto. Mientras intentaba calmar los ánimos, Florencia agarró el celular, hizo clic en una app de mensajería que suele usar para pedir comida, y solicitó que fueran a su casa, donde todavía estaba su marido, buscaran la mochila y la llevaran hasta el colegio. Problema resuelto.
Desde que la tecnología empezó a formar parte importante de la vida, su uso comenzó a mutar hacia cuestiones más amplias (y cotidianas): no solo sirve para comunicarse, sino también para arreglar esos problemas que surgen a diario y que parecen no tener una resolución sencilla o inmediata. La proliferación de servicios de delivery como Glovo o Rappi sin duda modificó la dinámica de las personas y sus hábitos, ya que su uso no solo atraviesa todas las edades, sino que se recurre a ellos ante cualquier urgencia o nimiedad. "A mí me resuelve un montón de cuestiones del día a día. Lo de olvidarme cosas es habitual. También me pasó de dejarme la vianda de los chicos y la usé para que le llevaran comida al mediodía de un lugar que les encanta", cuenta Florencia, que ya no se ahoga en un vaso de agua.
En cambio, Rodrigo Curat, un venezolano que vive en Buenos Aires desde 2011, llegó a usar estas app para otra urgencia, pero amorosa. "Me olvidé de comprarle el regalo a mi novia y logré mandarle flores y chocolates a la oficina y quedé superbien", dice el usuario frecuente de Glovo. "Empecé usándola como delivery de comida, pero hoy la uso varias veces por semana. Soy productor audiovisual y hago envíos de material todo el tiempo –dice–. Pero también la he utilizado para hacer las compras del súper, me resuelve un montón porque me evito el tiempo de ir. Lo hago por comodidad pero también para ahorrar: para mi el tiempo es valioso y así me ahorro plata en comparación con el costo del servicio".
Aunque la gente utiliza estos servicios principalmente para pedir comida a domicilio, en los últimos tiempos se ha acelerado el crecimiento de los otros usos, esos que van desde ir a buscar paquetes que se compraron por plataformas de comercio electrónico (y el envío ofrecido por el sitio resulta demasiado costoso) hasta pedir que le hagan una pequeña compra del supermercado para resolver la cena de esa noche o el desayuno de mañana. En el medio, están la compra de medicamentos de venta libre en farmacias y preservativos y golosinas en kioscos, o de regalos para San Valentín, o ir a buscar (fila mediante) entradas de recitales y espectáculos compradas a través de la web. Y también están los mencionados olvidos: llaves, cargadores de celulares, mochilas escolares, bolsos con ropa para ir al gimnasio después del trabajo y viandas que deben ser llevadas a la hora del almuerzo a colegios.
"En la Argentina, hay una variedad grande de usos. El 60% pide comida, pero hay un crecimiento acelerado de aquellas categorías que no lo son. Por ejemplo, hay bastantes usuarios que lo utilizan como courier (mensajería puerta a puerta). Ahí entran también los objetos olvidados. Y después está el segmento ‘Quiero’, que son pedidos abiertos. Puede ser algo de comida que no está dentro de nuestros partners o cualquier otra cosa de cualquier tienda. La idea es que nosotros nos encargamos de acercar la ciudad a tu casa. Estamos analizando de incorporar usos nuevos, pero primero debemos mejorar los que tenemos", dice Martín Rubino, country manager de Glovo Argentina y Uruguay. Según datos proporcionados por la app, el 51% de los usuarios son hombres y el 49% mujeres, con un promedio de edad de 29 años.
En tanto, Matías Cassoy, gerente general de Rappi Argentina, va más allá y sostiene que aparte de afianzarse en el delivery de comida, que lo hacen en un promedio de 28 minutos, apuntan a ser "una superapp", capaz de solucionar cualquier cosa que surja. "Queremos que cuando la abras te permita hacer múltiples cosas. Que te busquen la ropa para lavar y llevar al lavadero, que te facilite un servicio de manicuría o te lleve efectivo cuando lo necesites. Hacia ahí estamos yendo", sostiene Cassoy y amplía: "Las apps como Rappi son dinámicas y están adaptándose a los requerimientos de las personas. Los servicios de mensajería pasaron a formar parte de la vida de las personas. Más allá de los de la comida o ir a buscar un paquete queremos que lo usen para lo cotidiano, como hacerte las compras del supermercado como si estuvieras ahí, al mismo precio, con las mismas promociones que encontrarías si fueras vos y con un personal shopper que te consulta si la palta que pediste la querés para consumir hoy o en la semana o cómo reemplaza un producto que no está en góndola".
Christian Di Petta, 32 años, es un usuario muy activo de esta app. "A Rappi la uso todos los días y para todo. Yo soy estilista y mando a buscar y traer herramientas al salón, a comprar insumos como tinturas cuando me faltan... Es mas económico que una moto. Y también lo uso para mi vida cotidiana: si me quedé sin leche y algunas cosas de almacén llamo y pido que me lo compren y lo traigan a casa... siempre te conviene poner varias cosas para amortizar el pedido, más o menos te entran 10 productos medianos". Para Christian estas apps son una especie de backup cuando surgen problemas o imprevistos. "Sin dudas es algo que te simplifica la vida. Pero si te vas a quedar todo el día en tu casa esperando que otro lo haga todo por vos no está muy bueno. A mí me ahorra tiempo y me salva. Pero no hay que abusar", sostiene .
De todas las categorías que es posible encontrar en la app, el RappiFavor es la que mejor se adecua a resolver distintos problemas cotidianos: ahí se puede pedir desde ir a comprar un regalo de cumpleaños hasta que te lleven efectivo o que un mensajero te saque a pasear el perro o haga una cola hasta que llegues... "El pedido es aceptado o no por el repartidor. Si hay uno que está dispuesto a hacerlo, se hace. Todo lo que es RappiFavor la empresa no gana dinero, va íntegramente al repartidor. Hay una tarifa asignada que varía de acuerdo con distancia y tiempo".
Adiós a los trámites
Pero más allá de Rappi y Glovo hay otras plataformas que se ofrecen a hacer cualquier tipo de trámite por uno. Tramitame ya es una de ellas, y promete hacer con eficiencia aquello que nadie quiere hacer: desde ir a la Anses o a una obra social hasta hacer la cola en la Aduana. La idea surgió de Bárbara Coglianese, una ingeniera en sistemas de 32 años que veía cómo su mamá, ama de casa, se la pasaba haciendo trámites durante la enfermedad de su padre, en lugar de pasar tiempo con él. "La idea es conectar gente con tiempo con personas que no lo tienen para hacer trámites. Está apuntado a aquellos que son engorrosos, complejos. En ese sentido, ofrecemos algo distinto a lo que hoy te ofrecen Rappi o Glovo", explica Bárbara.
Lo que más se pide es ir a la Aduana, buscar recetas de obras sociales, ir al banco a buscar cheques o a la AFIP a averiguar algo. "Son todos trámites que no impliquen la presencia de la persona. Cuando la persona tiene que estar sí o sí, por ejemplo, en algún consulado, nos piden que les adelantemos la fila... La tarifa varía según el tiempo: antes era por tipo de trámite, pero nos dimos cuenta de que el mismo trámite puede llevar poco o mucho tiempo".
La app todavía no está lista, por eso los pedidos se hacen a través de la página web www.tramitameya.com y las asignaciones son manuales, es decir, no hay un algoritmo que determine quién será el tramiter, como llaman a la persona que hará el encargo. "Vemos el perfil de la persona, si estás familiarizado con ese tipo de trámite, si está cerca... A veces la gente dice ‘lo necesito ya’. Si hay disponibilidad, no hay problema... Pero intentamos que se pida con al menos un día de anticipación".
Aunque estas apps buscan simplificar la vida de miles de sus usuarios, hay quienes las cuestionan por justamente tercerizar en otros responsabilidades que debería asumir la persona. "Me pasó que le pedí a mi hijo de 15 años que fuera a comprar algunas cosas y cuando llegué y le pregunté me dijo que lo había hecho a través de una de estas aplicaciones. Me enojé porque para mí era importante que él se tomara el trabajo de ir hasta el lugar e hiciera la compra. Que sepa que no todo se resuelve a un clic. Este tipo de aplicaciones fomentan una cultura de no hacerse cargo de tus responsabilidades", se queja Marcela Díaz, mamá de Joaquín.
En sintonía con ella, Alejandro Artopoulos, sociólogo especializado en nuevas tecnologías de la Universidad de San Andrés (Udesa), sostiene que desde la generación millennial en adelante hay una fantasía detrás de estas aplicaciones. "Sin duda han cambiado nuestra cotidianeidad. Lo peligroso es que profundizan una tendencia del comportamiento millennial de pensar que la realidad es una extensión del teclado del celular. Eso es un problema. Una cosa es pedir una pizza y otra resolver un tema personal. Y terminás aceptando que te traigan algo que no elegiste o que alguien eligió por vos. Uno termina delegando en el algoritmo o en un extraño algunas cosas incluso sensibles, como el traslado de los chicos a través de apps como Cabify porque total lo puedo seguir a través del celular", plantea.
El otro problema, según el sociólogo, es que la rapidez de estas apps va cambiando los tiempos del mundo real. "La gente se acostumbra a los tiempos de respuesta de estas aplicaciones, que son casi inmediatos, y no tolera esperar en la vida real".
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