Delfines adictos, monos ebrios y gatos enloquecidos
¿Me parece a mí o ese es un delfín mascando un pez globo?
Ahora que –por fin– se están discutiendo en serio la producción y el uso medicinal de cannabis (cuyos efectos en algunas patologías específicas parecen irrefutables), es un buen momento para preguntarse por qué los humanos nos volcamos a las drogas. No solo las psicodélicas: incluyamos también el tabaco, el alcohol, la cafeína…, esos pequeños tentempiés que han sido tan difíciles de erradicar. ¿Estamos solos en el universo de las sustancias non sanctas? ¿De verdad somos tan únicos?
Valga un nuevo ataque al narcisismo humano; la respuesta es… no. Hay ejemplos por todo el reino animal, y algunos más cerca de lo que creemos. Lo saben los dueños de gatos que enloquecen con catnip, una planta de la familia de menta cuya sustancia nepelectalona los vuelve locos y los incita a cazar ratones imaginarios. Lo saben los gauchos, que se rascan la cabeza mientras las vacas se deleitan –y enloquecen– con "la planta de la locura", rica en alcaloides alucinógenos. Lo saben los pastores que no pueden seguir a los carneros hasta arriba de la montaña, donde buscan un liquen especial que los pone… de los cuernos. O los ciervos, que comen hongos, o los canguros, especializados en campos de amapolas. Quizás el caso más resonante sea el de los delfines, que juegan y mordisquean peces globo (aquel con el que Homero Simpson tuvo problemas en algún capítulo) y se los pasan unos a otros para extraer un poquito de su venenosa tetrodotoxina, apenas la suficiente como para volar en barrilete. Algunos reportes aseguran que los delfines bajo este efecto se quedan en trance, hasta admirados de su propio reflejo.
Y también están los monos que, embriagados en la locura del alcohol, buscan frutas sobremaduras y fermentadas para… emborracharse de lo lindo (algo que también se ha visto en aves, abejas y moscas). Robert Dudley, profesor de la Universidad de California en Berkeley, asegura que estas frutas pueden tener un mayor índice calórico y más energía, por lo que, evolutivamente, se favoreció su consumo. ¿Será ese el origen del consumo de alcohol en humanos? Según Dudley, "dado que los humanos tienen como ancestros comunes a primates frugívoros, la preferencia por el alcohol (y su consumo excesivo) por los humanos modernos podría relacionarse con sesgos sensoriales que relacionan el etanol con una recompensa nutricional". Así, el consumo de alcohol por parte de los humanos podría ser considerado una resaca evolutiva". Buena excusa, sí, pero que aún no logra explicar cómo se aprende a degustar el alcohol, que no resulta nada simpático al principio. Al mismo tiempo, aun conociendo sus muchos efectos tóxicos (desde la resaca hasta la cirrosis), muchos humanos son insistentes en su consumo, hasta el punto de no poder dejarlo. Esto no lo hagan en su casa.
Según el Dr. Luis Cappozzo, investigador del Conicet y del Museo Argentino de Ciencias Naturales –experto en comportamiento animal–, "la naturaleza siempre supera a la ficción. Sobre todo en tiempos en los que el mundo debate los potenciales usos médicos y terapéuticos de drogas como la marihuana, hoy prohibida y perseguida en beneficio de narcotraficantes y sus cómplices. Mientras los humanos debatimos hoy el uso terapéutico de cannabis, los delfines persiguen a los pobres peces globo para drogarse y jugar en los océanos".
Así, la naturaleza nos puede ayudar a responder la eterna pregunta: por eso, drogas, ¿para qué?