Las distintas generaciones y su influyente rol en la historia del país: la llegada de Diego de Alvear en los tiempos de la colonia y los legados de Carlos María, Torcuato y Marcelo T.
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El primero de los Alvear en llegar al Rio de la Plata, como funcionario del Virreinato creado en 1776, fue Diego de Alvear y Ponce de León (1749-1830). Si bien no sería Argentina el destino elegido para vivir y luego de un tiempo Diego regresaría a su España natal, tuvo un rol fundamental en el país: ser el fundador de una dinastía de políticos que ocuparían cargos cruciales, logrando posicionarse dentro de la aristocracia argentina.
“En Buenos Aires, Diego se casó con María Eulalia Josefa de Balbastro y tuvieron 13 hijos. Pero la tragedia se cernió sobre la familia. Tres fallecieron en la infancia, otro, Benito, que había ido a España para ingresar en la Real Armada, murió en la peste de Cádiz en 1800, y seis de ellos perecieron en alta mar, junto a su madre, en octubre de 1804″, explica Leandro Losada historiador y autor de “Marcelo T. de Alvear”, donde analiza los orígenes de la familia patricia, el rol de aristócrata en la UCR y como presidente de la Nación entre 1922 y 1928.
El inicio de la dinastía
-Losada, Carlos María de Alvear, hijo de Diego, decidió volver al Río de la Plata y fue el comienzo de la rama argentina de los Alvear, ¿qué fue lo que lo atrajo?
-Carlos María ingresó en los Reales Ejércitos en España y en Cádiz se contactó con José de San Martín. Regresó con él y el general José Matías Zapiola, al Río de la Plata, en 1812, en el navío George Canning. Carlos María fue presidente de la Asamblea de 1813, tuvo un papel protagónico en el sitio de Montevideo logrando la rendición de la ciudad en 1814. Un año más tarde fue designado Director Supremo para luego ser uno de los tantos gobernadores de Buenos Aires en el convulsionado 1820. También estuvo al frente de las tropas rioplatenses en la batalla de Ituzaingó, en 1827, decisiva en la guerra con el Brasil y fue funcionario de Juan Manuel de Rosas: ministro de guerra en 1829 y más tarde, ministro plenipotenciario en los Estados Unidos, entre 1839 y 1853. Murió ese año, en New York.
-¿Los sucesores de Carlos María de Alvear siguieron los pasos de su padre?
-De los 10 hijos que tuvo con la gaditana María del Carmen Sáenz de la Quintanilla hubo dos que fueron figuras especialmente rutilantes en la Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XIX. Diego de Alvear, un baluarte de la vida social porteña, principal impulsor de la creación del Club del Progreso en 1852 y anfitrión de uno de los salones más reputados de los primeros años de 1880, que reunió, entre otras personalidades, a buena parte de la elite política del PAN (Partido Autonomista Nacional). En segundo lugar, Torcuato de Alvear, fue el primer intendente de Buenos Aires en la década de 1880, designado por Julio Roca, y protagonista excluyente de la remodelación de la ciudad. Su esposa Elvira Pacheco, era la hija del general Ángel Pacheco, que había sido uno de los hombres más cercanos a Rosas.
“Un alumno poco ejemplar y alborotador”
De la unión de Elvira y Torcuato, en 1868, nació Máximo Marcelo Torcuato de Alvear Pacheco. Su adolescencia fue la típica de un joven de la aristocracia porteña. En 1879, ingresó en el Colegio Nacional de Buenos Aires, aunque no se destacó por ser un alumno ejemplar y tenía fama de alborotador. Un año después del fallecimiento de su padre, en 1891, se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires.
Antes de obtener su diploma, en 1889, integró la Unión Cívica que se enfrentó al gobierno de Miguel Juárez Celman, en oposición al “unicato” (la concentración de poder por estar al frente del gobierno y del partido oficialista), y a la corrupción que denunciaban en el gobierno. En 1890, Juárez renunció a la presidencia, a raíz de la crisis económica que se desató ese año, y por la “revolución” que la Unión Cívica encabezó contra su administración.
-¿Qué rol tuvo Marcelo T. de Alvear en la revolución de 1890, conocida como la “Revolución del Parque”?
-No hay evidencias confiables de la participación de Marcelo T. en la revolución, en cambio sí consta el apoyo económico de su padre, Torcuato. Pero, cuando la Unión Cívica se fracturó en 1891 entre la Unión Cívica Nacional (proclive a un acuerdo con el oficialismo, liderada por Bartolomé Mitre) y la Unión Cívica Radical (intransigente a todo acuerdo, conducida por Leandro Alem), Alvear estuvo entre los fundadores de esta última. Incluso participó en la revolución radical de 1893 en la provincia de Buenos Aires. Después de este episodio, la vida política de Alvear entró en un paréntesis prolongado y su reingreso fue en 1912 cuando fue elegido diputado nacional.
“O amor”: el casamiento con Regina Pacini
Mientras disfrutaba de su fama de soltero codiciado, Alvear se enamoró perdidamente de la cantante lírica portuguesa Regina Pacini. Se emocionó hasta las lágrimas la primera vez que escuchó cantar a la joven en la temporada lírica del Teatro Politeama. Ella, era la hija del famoso barítono italiano José Pacini. Para conquistarla Alvear asistió a todas sus presentaciones en el país y le regaló decenas de rosas y joyas, que la joven amablemente devolvió a su remitente.
Cuando Regina dejó el país, el aristócrata porteño no dudo en seguirla. Sacó un boleto en el Cataluña, el mismo barco que abordó la artista y allí la conquistó. Aunque la consolidación de la pareja generó sorpresa y hasta algunas oposiciones, se casaron el 29 de abril de 1907 en Lisboa, Portugal.
-Cuentan que el hermano de Alvear, Carlos Torcuato, intendente de Buenos Aires, cuando se enteró de la noticia del casamiento intentó disuadirlo.
-En ocasiones, el casamiento de Alvear con Regina fue caracterizado como una conducta iconoclasta de Alvear con su tiempo y su mundo social. El resultado de la “pasión de un aristócrata”, que eligió sus sentimientos sobre lo aceptado y lo bien visto. Quizás sea una semblanza algo desmedida. Era deseable que un hombre de elite se casara con una mujer de su mismo nivel social, para que ella, como madre y esposa, cumpliera su función de transmisora de valores y convenciones. En ello, estaba implícito que lo correcto era que la mujer considerara al hogar como su esfera de desenvolvimiento. Y Regina no era una “niña casadera”, ni por sus antecedentes, ni por su edad al momento del matrimonio. Para los usos de entonces una mujer mayor de 30 años -Regina tenía 36- que no hubiese contraído matrimonio solía considerarse solterona, por propios y extraños. Pero Regina era una mujer inusual, excepcional, y ciertamente su profesión tenía un alto prestigio, al que se sumaba la calidad de sus condiciones de intérprete.
Tal vez por esto, hasta 1912, la pareja decidió vivir más en París que en Buenos Aires. En el “Manoir de Coeur Volant”, un castillo normando que Alvear regalo a su mujer. Cuando fue elegido diputado, la pareja volvió al país y se instaló de manera duradera.
-A su vez, ella dejó su carrera artística.
-Si bien, luego del casamiento, ella deja su carrera artística, se limitó a iniciativas para nada extrañas a las usuales entre las mujeres de elite, como las filantrópicas, y de las cuales la Casa del Teatro es la más célebre. De todas formas, Alvear parece haber estado atento a que el pasado artístico de su esposa no dejara demasiados rastros. Aparentemente, se dedicó con cuidado a que los discos de Regina fueran retirados de circulación en Buenos Aires
La presidencia y relación con Yrigoyen
Marcelo T. de Alvear estaba convencido de que el pasado político familiar y su condición de patricio argentino lo situaban en una posición excepcional en la vida pública argentina. “Él insistía en que su origen lo comprometía con la vida pública del país, que por su posición, tenía una moral cívica que lo colocaba en un lugar de excepción para conducir los destinos de la patria”, explica Losada.
-¿Cómo llegó Marcelo T. de Alvear a convertirse en presidente del país en 1922?
-Fue con el respaldo de Yrigoyen. Esta decisión se entiende por varias razones: para entonces, Yrigoyen se había fortalecido políticamente (el comienzo de su presidencia había sido en circunstancias difíciles -sin respaldo parlamentario, con oposiciones importantes en las provincias y con un país afectado por la crisis económica desatada por la Guerra Mundial), pero a la par, ese fortalecimiento había activado no sólo la oposición no-radical (socialistas y conservadores), sino también de sectores internos de la UCR, que criticaban el “personalismo” del presidente. Por eso, Yrigoyen entendió que Alvear era una figura ideal para impedir una posible fractura del partido, porque contaba con amigos entre los “antipersonalistas” y, a su vez, Alvear tenía una larga relación con Yrigoyen, que se remontaba a los años 1890 cuando se fundó el partido.
-Sin embargo, en la historia muchos consideran a Alvear un radical antiyrigoyenista
-Esto es inexacto, o sólo es correcto en momentos muy específicos. Al iniciar su presidencia, Alvear, en contra de las expectativas de Yrigoyen, buscó independizarse de él y para ello apuntaló a los sectores antipersonalistas, especialmente en la composición de su gabinete. En 1924 se creó la UCR antipersonalista, pero Alvear siempre resistió esas presiones para utilizar el poder gubernamental como instrumento para debilitar el yrigoyenismo. El ejemplo más conocido de eso fue su rechazo a las propuestas de intervención a la provincia de Buenos Aires en 1925. Por lo que fue responsabilizado de favorecer el regreso de Yrigoyen al poder en 1928. Por otra parte, esto no fue suficiente para ganarse la confianza de los yrigoyenistas, pues Alvear quedó sospechado por su respaldo inicial al antipersonalismo.
-¿Por qué apoyó Alvear el golpe de Estado de 1930 contra Yrigoyen?
-Él se encontraba en París en ese momento. Su correspondencia personal de entonces muestra que entendía que había pagado los costos por la división del partido y que el yrigoyenismo, e Yrigoyen en particular, no habían advertido o valorado su bloqueo al antipersonalismo. Entiendo que su aval al golpe de Estado se explica fundamentalmente por este distanciamiento personal con Yrigoyen. Sin dudas fue una posición que dejó marcas perdurables y es una de las razones por las que Alvear ocupa un lugar esquivo (cuando no de abierta antipatía) en la memoria de buena parte del radicalismo.
-En 1930, derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, comienza la “Década Infame”, llamada así por la alta corrupción y fraude electoral, ¿cuál fue el rol de Marcelo T. de Alvear en esos tiempos?
-Volvió a sorprender a muchos. Regresó al país en 1931, y en contra de las expectativas de que podía mostrar una actitud conciliadora con la dictadura de José Félix Uriburu, se involucró en la reorganización de la UCR, que había quedado debilitada después del golpe, con la incorporación de los sectores yrigoyenistas. Alvear apuntaló económicamente con su patrimonio esta reorganización partidaria. Su oposición a la dictadura fue tal que su candidatura presidencial fue vetada en 1931 y fue expulsado del país. Todo ello desencadenó la decisión de la UCR de abstenerse en las elecciones convocadas para noviembre de ese año, que llevaron a Agustín Justo a la presidencia, a través de una coalición de antipersonalistas, socialistas independientes y conservadores, la Concordancia.
“Alvear comenzó un liderazgo partidario, respaldado por Yrigoyen antes de su muerte en 1933, que le trajo una importante popularidad y también costos personales de magnitud porque fue detenido y deportado varias veces entre 1932 y 1934. Durante esos años la UCR alvearista tuvo una oposición frontal al gobierno de Justo, en el que se conjugaron la abstención y los alzamientos armados, sobre los que sigue siendo materia de polémica si Alvear los avaló o no. Durante estos años no hubo un Alvear ‘moderado’. Aunque parezca sorprendente a primera vista, en sus discursos de ese entonces se puede leer con reiteración sus críticas a la “oligarquía” del gobierno de Justo, su repudio al fraude electoral, y sus elogios a Yrigoyen y a las tradiciones de intransigencia del radicalismo”, dice.
Regreso a elecciones en 1935 y la relación con Justo
En 1935, ante los riesgos de que el partido se diluyera si persistía la abstención electoral, la UCR volvió a participar en las elecciones. “Alvear confió en un acercamiento con Justo para las elecciones de 1937, por una razón fundamental: una oposición interna creciente a raíz del retorno a la participación electoral y Justo la tenía también en el oficialismo de parte de grupos nacionalistas antiliberales que presionaban para ir hacia una opción más decididamente autoritaria. Es decir, Alvear supuso que él y Justo eran los moderados de sus respectivos espacios políticos y que ello podía promover un acercamiento, que consistiera básicamente en un compromiso de que no hubiera fraude en las elecciones presidenciales de 1937. Esto finalmente no se dio porque Justo logró anular a los sectores ubicados más a la derecha del oficialismo (como el gobernador bonaerense Manuel Fresco) e imponer como candidato presidencial a una figura cercana a él, Roberto Ortiz que, también había sido ministro de Alvear en los años 1920″, explica.
-Losada, en su libro dice que Marcelo T. de Alvear fue una figura “rodeada por la indiferencia”, ¿a qué se refiere?
-Que es un personaje a menudo olvidado o subestimado, sobre todo -y de manera quizá más sorprendente- en la fuerza política de la que fue fundador y presidente, y en nombre de la cual ejerció la presidencia de la Nación entre 1922 y 1928. En la UCR incluso hubo, durante un largo tiempo antipatía por su figura. ¿Los motivos? Por sus enfrentamientos con Yrigoyen y en especial por el respaldo al golpe de Estado de 1930. Otras razones, fue un recelo a su figura por su origen social, su pertenencia al patriciado.
Para el historiador, también es importante tener en cuenta el momento histórico en el que se dio la actuación política de Alvear. “Eran tiempos controvertidos por la corrupción, el fraude electoral y la distorsión de las instituciones. Uno de los sucesos en los que Alvear se vio implicado fue la renegociación de los contratos de provisión de energía eléctrica en la Ciudad de Buenos Aires, a favor de la Compañía Hispanoamericana de Electricidad (CHADE) y en contra de la posición del comité radical de la capital federal”.
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