El establecimiento que fue el refugio elegido por la elite neoyorquina y un símbolo del glamour, fue el resultado de una venganza entre parientes
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Desde su inauguración, el Waldorf Astoria fue más que un hotel: se convirtió en el epicentro del glamour, un santuario para las más grandes estrellas de Hollywood y la élite neoyorquina. En sus salones y suites, Marilyn Monroe deslumbraba con su encanto, Frank Sinatra transformaba sus habitaciones en escenarios de encuentros inolvidables y Cole Porter, sentado frente a un Steinway de 1907, compuso sus éxitos. El escritor Ward Morehouse III, autor de “The Waldorf-Astoria: America’s Gilded Dream”, capturó su esencia al describirlo como “un Beverly Hills vertical”, por la cantidad de famosos que solían caminar por sus pasillos. La icónica ensalada que lleva el nombre del hotel nació, en 1893, en sus cocinas bajo la supervisión de Oscar Tschirky, el célebre maître d’hôtel. En 2015, Obama fue el primer presidente en romper la tradición por la que los mandatarios estadounidenses se alojaban en el Waldorf-Astoria durante sus visitas a Nueva York. Nadie duda que durante décadas, el Waldorf Astoria no solo fue el hotel más lujoso de Nueva York, fue un símbolo del esplendor y la sofisticación de una época.
Sin embargo, pocos conocen que este icónico hotel no nació del glamour, sino de un conflicto: una rivalidad familiar entre Caroline Lina Schermerhorn Astor, una figura destacada de la alta sociedad y descendiente directa de los primeros colonos holandeses, lo que le daba un aire de superioridad sobre el resto de la élite, y su sobrino William Waldorf Astor. Una pelea que dio origen a uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
Los Astor
En 1856, William Backhouse Astor Sr., conocido como el “gran terrateniente de Nueva York” porque tenía más de 700 propiedades, especialmente entre la 4ª y 7ª avenidas, regaló a sus dos hijos terrenos en la exclusiva 5ª avenida. John Jacob Astor III y William Backhouse Astor Jr. construyeron allí sus respectivas mansiones, unidas por un jardín común. La residencia de William era más discreta en su diseño exterior, mientras que la de su hermano mayor, John Jacob, ostentaba mayor elegancia.
Durante años, las familias convivieron en armonía. Sus esposas, Charlotte Augusta Gibbes y Caroline Webster “Lina” Schermerhorn, mantenían un equilibrio implícito: ninguna reclamaba para sí el codiciado título de “Mrs. Astor” (señora Astor) a secas, se contentaban con ser “Mrs. John Jacob Astor III” y “Mrs. William B. Astor, hijo”, respectivamente.
Sin embargo, cuando Augusta, la esposa de John Jacob Astor III, falleció, Caroline vio la oportunidad perfecta para reclamar el título que siempre había deseado: convertirse en la reina indiscutible de la alta sociedad neoyorquina. Decretó que a partir de ese momento, toda la correspondencia debía dirigirse simplemente a “Mrs. Astor, Quinta Avenida”. Su casa no tardó en adoptar un nuevo apodo entre los círculos sociales: “la residencia de Mrs. Astor”. De esta forma, Caroline dejó claro quién ostentaba el poder y la influencia en el exclusivo mundo de la élite neoyorquina.
Esa situación no cayó bien a William Waldorf Astor, el hijo de los difuntos John Jacob Astor III y Augusta. William pensaba que en todo caso, el título de “Mrs. Astor” debía pertenecer a su esposa, Mary “Mamie” Dahlgren Paul, ya que él era ahora la cabeza de familia Astor. En el mundo de la élite neoyorquina, el apellido Astor tenía un peso tan importante y la disputa entre las dos damas se volvió tan feroz, que nadie osó en tomar partido. El resultado fue una curiosa batalla epistolar: cada señora Astor comenzó a recibir, de manera cruzada, las cartas destinadas a la otra. Un disparate que parecía no tener fin.
Tras meses de negociaciones sin resultado, William Waldorf Astor y su esposa decidieron abandonar la disputa y cruzar el Atlántico para instalarse en Inglaterra. Allí, el matrimonio se integró en la alta sociedad británica, y William ascendió al rango de vizconde y se convirtió en dueño del periódico The Observer. Su fama era tal que llegó a fingir su propia muerte para escapar de la constante atención de los periodistas. Sin embargo, antes de partir, William dejó su golpe final bien preparado.
En venganza, ordenó demoler la casa que había heredado de sus padres en la esquina de la Quinta Avenida y la calle 33. Y en su lugar, mandó construir el lujoso hotel Waldorf. El imponente edificio de estilo renacimiento alemán, se inauguró en 1893, y contaba con 13 pisos y 450 habitaciones, una estructura colosal para la época, que además ocupaba buena parte del jardín que antes compartía con su tía Caroline.
El impacto fue inmediato. El refinado vecindario de Caroline, un bastión de la aristocracia, comenzó a llenarse de hombres de negocios y, para su mayor disgusto, figuras del espectáculo. Con su última jugada, William logró exactamente lo que buscaba: convertir el hogar de su tía en el epicentro de un bullicio que desentonaba con la tranquilidad elitista que ella tanto defendía.
El hotel más lujoso del mundo
Caroline, fiel a su carácter y dispuesta a devolver el golpe, pensó en demoler su residencia e instalar en el terreno cuadras para caballos, uno de los negocios de la familia Astor en Nueva York y un golpe directo al esplendor del hotel Waldorf, que habría tenido que coexistir con el aroma nada glamoroso de sus nuevos vecinos equinos. Sin embargo, su hijo, John Jacob Astor IV, futuro magnate y desafortunado pasajero del Titanic, decidió intervenir antes de que el plan tomara forma.
El joven convenció a su madre de mudarse a una nueva mansión en el exclusivo Uptown Manhattan, lejos del bullicio de la Quinta Avenida e instalar en el terreno familiar otro hotel diseñado para eclipsar a su vecino el Waldorf.
Así, el 1 de noviembre de 1897, cuatro años después de la apertura del hotel Waldorf, se inauguró el hotel Astoria. Con cuatro pisos más que su vecino y un nivel de lujo que rozaba la exageración, el Astoria no solo elevó el estándar, sino que reafirmó que, en la rivalidad de los Astor, la grandeza se medía en altura y esplendor.
A pesar de las tensiones familiares, el diseño arquitectónico de los hoteles Waldorf y Astoria contemplaba, desde el principio, una posibilidad visionaria: unirlos para formar un complejo aún más majestuoso. Y eso fue lo que sucedió cuando la fortuna familiar tambaleó. Los Astor, como muchas familias acaudaladas, dejaron a un lado sus disputas y se unieron para dar origen al hotel Waldorf-Astoria, un hotel destinado a hacer historia.
El hotel fue un pionero en la hotelería de lujo. El primero en equipar sus habitaciones con teléfono y su cocina también dejó una huella imborrable, creando clásicos inmortales como la ensalada Waldorf y los huevos Benedict, elaborados para satisfacer un pedido del corredor de bolsa Lemuel Benedict, que solicitó un desayuno que incluyera tostadas, huevos, bacon y salsa holandesa (aunque hay otra versión que sostiene que el plato fue creado en esa misma época por el chef Charles Ranhofer, quien lo incluyó en su libro de recetas de 1894, The Epicurean, bajo el nombre de Eggs à la Benedick).
Sin lugar a dudas, la gran atracción del hotel era Peacock Alley, el pasillo que conectaba ambos hoteles. Bautizado como el “paseo del pavo real” por la extravagancia de quienes lo recorrían, ese corredor se convirtió en el escenario favorito de la alta sociedad neoyorquina para exhibir su elegancia.
La historia del hotel tuvo un giro significativo cuando el terreno fue vendido para construir el Empire State Building. Esto llevó a los Astor a trasladar el Waldorf-Astoria a Park Avenue, entre las calles 49 y 50, donde en 1931 inauguraron un imponente rascacielos de estilo art déco. Este nuevo hotel, que llegó a ser el más alto y grande del mundo, marcó un hito en la hotelería al introducir el servicio de habitaciones con un menú disponible hasta las 5 de la madrugada. Sin embargo, con el tiempo el Waldorf-Astoria perdió parte del esplendor y prestigio que lo había convertido en un ícono de su época.
Y en los últimos años, el Waldorf-Astoria acumuló varios contratiempos: un disparo accidental durante una boda dejó heridos graves, hubo denuncias por infestación de chinches... En 2014, el Waldorf Astoria fue comprado por el grupo chino Anbang Insurance Group. La adquisición se cerró por 1950 millones de dólares, un monto que en su momento estableció un récord como la venta de hotel más cara de la historia. En 2017, tras el anuncio de una renovación integral del edificio que reacondicionaría 375 residencias de lujo, el hotel se cerró. Inicialmente, la reapertura estaba proyectada para finales de 2024; sin embargo, recientes informes indican que la inauguración se habría pospuesto para la primavera de 2025.
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