Más allá de los atractivos más conocidos –el Corcovado, el Pao de Azúcar, el Jardín Botánico, y las famosas playas– Río de Janeiro ofrece más opciones para descubrir, jardines, museos del futuro, tesoros de la arquitectura, murales urbanos y cafés con historia.
Sitio Roberto Burle Marx
Situado en la localidad de Guaratiba, a 60 km del centro, el Sitio Burle Marx perteneció al famoso arquitecto, paisajista y artista plástico brasileño Roberto Burle Marx, desde 1949 hasta su muerte en 1994. Son más de 350 mil metros cuadrados de impresionantes jardines que reúnen cerca de 3500 especies de plantas, muchas de ellas en peligro de extinción. En la visita guiada es posible enterarse que Burle Marx era hijo de alemanes y en una visita a Alemania en 1928 ve con asombro que en un invernadero en un jardín botánico de Berlín, se cultivaban plantas brasileñas. En esa época, los jardines en su país desdeñaban las plantas nativas y utilizaban solo plantas europeas. A su vuelta, Burle Marx comenzó una renovación total del paisajismo brasileño utilizando siempre ejemplares autóctonos. Esto lo llevó a clasificar gran cantidad de plantas que esperaban su nombre. Así es cómo en el paseo pueden verse varias plantas con su apellido, como la heliconia Burle Marx, que es también el logo del sitio. Con los años, el arquitecto paisajista, recibió ejemplares exóticos de otras latitudes, como el eucaliptus arco iris de Indonesia, con su tronco con varios colores, y la palmera Corypha,Corypha, también originaria de Indonesia, que florece una sola vez en la vida, entre los 50 y 70 años de edad, y después muere.
Burle Marx también tenía aquí su casa y un taller abierto donde pintaba. Ese espacio, con azulejos pintados por él, contaba con una gran mesa de trabajo que se convertía en el centro de comidas para sus amigos. Otra de sus pasiones era la cocina. La casa es hoy un museo que alberga obras de su dueño, el piano de cola de su madre y una colección de cerámicas.
Una pequeña capilla del siglo XVIII, un espacio donde se dan clases de paisajismo y restauración, y otro que Burle Marx tenía reservado para fiestas al aire libre, completan el paseo, entre monos, aves y fuentes.
Visitas guiadas martes a sábado a las 9.30 y 13.30. Hay que agendar la vista en visitas.srbm@iphan.gov.br. Menores de 5 años sin cargo.
Museu do Amanhã
Diseñado por el arquitecto catalán Santiago de Calatrava e inaugurado en 2015, este museo de ciencias aplicadas explora las oportunidades y desafíos que la humanidad tendrá que enfrentar en las próximas décadas a partir de la sustentabilidad y la convivencia. Está en la Plaza Mauá, en pleno centro histórico, sobre el puerto, en un área renovada de la ciudad. Como si fuera un barco quieto, el edificio está rodeado de una enorme fuente. Vale la pena recorrerlo también por fuera hasta su parte trasera, donde hay una varanda a la bahía de Guanabara y donde se ve la isla de las Enxadas perteneciente a la marina. El museo está organizado en cinco zonas principales: Cosmos, Tierra, Antropoceno, Mañana y Ahora. Cosmos muestra el nacimiento del universo y la tierra en un domo con una proyección 360 que se ve acostado en el piso. Tierra incluye tres cubos de siete metros de altura con más de 180 fotos del planeta, Atropoceno se centra en la historia del hombre en la tierra y en las consecuencias sobre la intervención en la naturaleza. Mañana plantea la pregunta por el futuro de la humanidad hiperconectada en la era tecnológica y la última sala, Ahora, ambientada como una casa indígena, lleva al visitante a pensar que el futuro es hoy.
El edificio es sustentable en sus sistema de iluminación y refrigeración. Cuenta con un restaurante y café. Es un espacio fácil de recorrer, con pantallas interactivas, ideal para ir con chicos.
Abierto de martes a domingos de 10 a 18. Martes gratis.
Museu de Arte Contemporáneo (MAC)
A tan sólo quince minutos del centro de Río, cruzando el puente Niteroi que atraviesa la bahía de Guanabara, llegamos a la ciudad de Niteroi. Allí, el genial arquitecto Oscar Niemeyer construyó en 1996 el Museo de Arte Contemporáneo, más conocido como el MAC. De lejos parece un plato volador suspendido sobre la bahía. Se accede por unas rampas curvas de color rojo suspendidas sobre una piscina de 60 centímetros de profundidad que le da levedad. Niemeyer pensó que quien fuera a ver arte, debía tener una alfombra roja. Se tardaron cinco años en construirlo y se retiraron 5500 toneladas de roca para los cimientos. En la puerta puede leerse una frase del arquitecto: "Sentí que el museo sería tan bonito y tan diferente de los otros, que ricos y pobres tendrían placer de visitarlo."
Además de exposiciones temporarias dedicadas al arte contemporáneo, de artistas brasileños o extranjeros y del acervo donado por el coleccionista João Sattamini, el museo nació con dos misiones extras: abrir una escuela de conservación y restauración de obras y ser un laboratorio experimental sobre arte, ciencias y relaciones humanas.
Abierto de martes a domingo de 10 a 18.
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