"Del hambre no sé nada"
Y eso fue lo primero que dije en la reunión del Consejo Federal Argentina Contra el Hambre. Porque es la verdad. Del hambre como manifestación física y dolorosa de un problema mayor como la desigualdad no sé nada. Tenía muchos nervios y vértigo, algo de síndrome del impostor. Pero después de escuchar a algunos de los que expusieron, aproveché el espacio de dos minutos para decir algo en lo que creo y me importa. Que no podemos seguir confundiendo comestible con alimento. Que nuestro código alimenticio colabora con ese gris. Que la decisión sobre los alimentos que producimos y consumimos no puede solo tener sesgo bromatológico y de rentabilidad. Que tener hoy niños con sobrepeso y malnutrición es síntoma de que nuestro vínculo primigenio con el alimento no está sano.
Que la salud, la educación, la producción, la distribución, la descentralización y el desarrollo social van de la mano para generar este cambio. Que no sabemos lo que es comida, que la palabra "saludable" significa todo y nada porque la dejamos ser bastardeada. Que nadie se alimenta a base de hidratos de carbono, azúcar y grasa. Que los vegetales, las frutas y las legumbres tienen que estar en la mesa, junto con el agua. Que es obsceno que no podamos articular el desperdicio de alimentos que se genera en la cadena productiva, que nuestra logística sea casi el doble que en los países vecinos. Y que lo urgente son los niños: educar, informar, proteger y alimentar a las generaciones que vienen es y debe ser prioridad.
Ahora bien; el primer titular que salió de esa reunión fue "Narda Lepes y Marcelo Tinelli al frente de...", y a partir de ahí una catarata de opiniones y de hablar sin saber. No puedo hablar por Tinelli, a quien no conocía. Pero de todos los presentes, claramente yo no estoy al frente de nada. Hablé dos minutos y traté de aportar al tema un enfoque distinto que fue bienvenido por los que estaban ahí. No me sentí una excusa sentada a esa mesa ni exponiendo, pero sí durante la semana: una excusa para criticar lo que no se conoce. Pero, ¿saben qué? Nada me llegó porque estoy tranquila. Siento alegría y me emociona que finalmente se logre poner en discusión cómo comemos y por qué.
Crónica del encuentro
La reunión fue de más de 60 personas. Todas hablaron desde su lugar, con su agenda y su perspectiva, pero también se escuchó. Yo tomé nota y acá va mi resumen.
Habló primero monseñor Carlos Tissera, presidente de Cáritas Argentina, quien pidió por los niños y abuelos y que el pobre sea sujeto y no objeto.
Sonia Alesso contó que un pedido recurrente es que abran los comedores escolares por la noche y los fines de semana, porque los niños llegan con el estómago vacío el lunes a la escuela.
Marcelo Tinelli instó a que nada quede solo en palabras, solicitó acción. Y dio detalles sobre su fundación.
El turno de Agustín Salvia (Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA) fue de lo mejor: aportó datos concretos, estadísticas, y fue el primero en destacar la diferencia entre el hambre urgente (la panza vacía) y la inseguridad alimentaria, el hambre estructural, el oculto, la dupla de sobrepeso y malnutrición, que es un grave problema a futuro, y de tratamiento más integral. También destacó el trabajo del INTA. Todos en la sala aprendieron algo de lo que él dijo.
La Universidad de Quilmes ofreció sus trabajos en desarrollo de producto de alto valor nutritivo para trabajar en conjunto con otras instituciones.
Daniel Funes de Rioja, presidente de la Copal y una de las personas con más poder en la mesa, se puso a disposición y se ofreció a "orientar". Habló de hábitos no saludables de la globalización como el sedentarismo (en mi opinión, desviando el foco de los alimentos).
La CGT y la CTA estaban presentes a través de sus representantes, que hablaron y dieron discursos parecidos, brindando apoyo.
Esteban Castro [de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular] contó cómo se viven desde el llano la pobreza y el hambre desde cerca, emocionando a casi toda la sala.
Carlos Achetoni, de la Federación Agraria, remarcó que esta es la década (2019-2028) que la FAO dedica a la agricultura familiar y recordó que son ellos los que producen más de la mitad de lo que comemos. Y de lo olvidados que están.
Bernardo Affranchino, un referente evangélico, ofreció sus 8000 comunidades doctrinales, que conforman una red organizada y habló de microcréditos.
El presidente de la Sociedad Rural Argentina dijo que le gustaba mucho el trabajo de Prohuerta.
Adolfo Pérez Esquivel festejó la unidad en la diversidad, la soberanía y la seguridad alimentaria en Latinoamérica; destacó que la alimentación debe ser parte de nuestra cultura. Él junto a muchos más diferenció asistencia de asistencialismo.
Dardo Chiesa, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), destacó el problema de la migración rural hacia las ciudades, que colaboraba con la pérdida de valor agregado, centralizando todo en las ciudades en detrimento de la producción de calidad y la distribución. Nahuel Levaggi, de la Unión de Trabajadores de la Tierra, también reclamó descentralizar la producción.
Estela de Carlotto trajo los derechos humanos a la mesa: habló del derecho a un techo y al trabajo digno, y les pidió a todos los presentes que colaboren y pongan más de lo que deberían.
Daniel Arroyo, del Frente de Todos, fue breve y destacó que el plan tiene carácter de urgente, de ejecución inmediata, y que consta de 5 ejes, el primero de los cuales es mejorar la calidad de la canasta básica.
El presidente electo, por su parte, aseguró que este no es su plan, que es el plan de todos, que es abierto, y que la inteligencia para acabar con el hambre en la Argentina está en nosotros. Agregó que quería cambiar la política de la imposición por la del consenso.
Yo tomé nota y este fue mi resumen. Ojalá algo de lo que se soñó, pidió y exigió en esa mesa lo podamos cumplir entre todos.
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