Rocío Ferraro abandonó la presión de su trabajo para capacitarse y convertirse en una de las pocas personas certificadas en una actividad incipiente
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Rocío Ferraro tiene los ojos azules, bucles marrones como resortes y una voz tranquila con la que conduce la relajación inicial que propone a los participantes de la experiencia en la naturaleza llamada “baño de bosque”, en los senderos y árboles del corazón de Cariló. Al llegar, los interesados caminan un tramo corto y se acuestan en cálidas mantas: se relajan y miran como se desdibujan los rayos de luz solar que se cuelan entre las hojas de los árboles, escuchan el sonido de los pájaros, el susurro del viento.
Tiene 46 años, antes fue periodista, docente, productora televisiva. Ocupó cargos jerárquicos en redacciones y canales de televisión donde debía despertarse a las 3 de la mañana para marcar la agenda del día y someterse al vértigo de las noticias más calientes. Hasta que su cuerpo comenzó a hacer síntomas -aumento de peso, diabetes incipiente y otros-, para avisarle que el estrés acumulado empezaba a hacer estragos. Pidió licencia y eligió invertir sus ahorros para capacitarse en Chile, convirtiéndose en “guía de baño de bosque” certificada por la Forest Therapy Hub. Y se atrevió a renunciar y cambiar de vida. Hoy está a punto de certificarse como profesional de terapia de bosque que la habilita a trabajar con poblaciones vulnerables: mujeres en riesgo, adultos mayores, personas con discapacidades.
“Tenía mi red de contención, mis compañeros, mi sueldo, pero la lógica de ese ambiente profesional y la extraordinaria exigencia me empezó a hacer ruido: el hacinamiento en la ciudad, las obligaciones sociales… Y cuando vinieron los problemas de salud me empecé a preguntar para qué”
Desde chica tuvo una gran conexión con la naturaleza, se tiraba en el pasto a pesar de las advertencias paternas sobre los bichos colorados y se entretenía largas horas con la visualización de documentales de animales. Vivió un tiempo en Córdoba, estudió comunicación pero también quería ser bióloga. Hoy alterna sus días entre Cariló y la zona norte de Buenos Aires.
“Creemos que estamos bien porque tenemos bajo el colesterol. ¡Pero a veces la salud mental es tanto más importante! Porque se va socavando en forma silenciosa”, dice, aclarando que no fue una decisión fácil de tomar la de renunciar a su vida anterior. “Tenía mi red de contención, mis compañeros, mi sueldo, pero la lógica de ese ambiente profesional y la extraordinaria exigencia me empezó a hacer ruido: el hacinamiento en la ciudad, las obligaciones sociales… Y cuando vinieron los problemas de salud me empecé a preguntar para qué”, cuenta.
No cualquier paseo en la naturaleza es un baño de bosque
“El bosque cura”, sostiene Rocío con convicción genuina, aclarando que la idea de los baños de bosque es " empezar a reconstruir nuestra relación con la naturaleza que está diezmada”. Por algo los líderes o delegados de más de 100 países que albergan el 85 por ciento de los bosques del mundo -pulmones de nuestro planeta y esenciales para nuestra supervivencia- prometieron en la reciente COP26 frenar y revertir la deforestación en esta década. Bosques y selvas absorben casi un tercio del dióxido de carbono global emitido por la quema de combustibles fósiles. También parte de los países se comprometieron a eliminar gradualmente la energía del carbón en los próximos 20 años, el combustible más contaminante que alimenta el campo climático.
“No son un paseo en la naturaleza ni una simple caminata sino una experiencia sensorial, cognitiva y emocional con el mundo natural en la que los participantes logran conectar consigo mismos y con el entorno”.
La naturaleza produce efectos benéficos para la salud y esto no es nuevo. La belleza de los acantilados, los ríos, el mar, el color rojo y azul del atardecer sobre las montañas y los árboles, resultan sanadores.
Los shinrin-yoku, tal el nombre de los baños de bosque en su idioma original, nacieron en Japón en la década del 80 como terapia sugerida por médicos contra el estrés, y desde entonces son parte del sistema de salud pública del país nipón, ya que reducen la incidencia de las enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad y depresión, entre otras. “No son un paseo en la naturaleza ni una simple caminata sino una experiencia sensorial, cognitiva y emocional con el mundo natural en la que los participantes logran conectar consigo mismos y con el entorno”, cuenta Rocío, aclarando que tanto en el baño como en la terapia de bosque intervienen distintas disciplinas -ingeniería forestal, química, antropología, ecopsicología, sociología- y hay una gran estructura detrás. No se trata de abrazar árboles. Tampoco se parecen a los paseos guiados por profesionales del couching o del mindfulness: es bastante más complejo ,no es una caminata inocente aunque las invitaciones durante el paseo sean simples a primera vista.
Cuenta con alivio que ella ama el periodismo pero lo continúa ejerciendo desde otro lugar, con una exigencia más humana, tratando temas ligados al bienestar, la ecología y el cuidado del planeta, como directora de comunicación de la Forest Therapy Hub. Es importante destacar que hay solo dos guías de bosque certificados por esta organización en el país, Juan Aubert en Villa La Angustura y Rocío en Cariló y Maschwitz.
Luego de la relajación inicial -previa inscripción a través de un formulario que pide cierta información para que el guía sepa un poco más de los participantes-, los viajeros cuentan, si es que lo desean ya que nada es obligatorio: se trata de una actividad turística-, qué esperan obtener de esta inmersión en la naturaleza. Entonces se conecta con los olores y sonidos del bosque. Se intenta encontrar el lugar propio en soledad y escribir reflexiones en un papel y compartirlas si se quiere. Por último, se busca algo del entorno que sirva para dejar o expresar la huella sin intervenir negativamente, hasta decantar en una actividad lúdica y culminar con una ceremonia del té.
Este es uno de los formatos, pero hay otros, incluso hay terapias de bosque pensadas para curar determinadas dolencias. “Hay muchas personas que encuentran respuestas o calma a sus pesares, es un paseo de introspección: el terapeuta es el bosque”, dice.
Rocío se ilusiona con llevar esta práctica a todo el país y que haya más guías de baños de bosque certificados y que se puedan ofrecer a las poblaciones vulnerables de la ciudad, a los médicos de terapia intensiva, a las mujeres con violencia doméstica. “En el mundo se está haciendo un gran trabajo con el tema; las empresas deberían pensar mucho más en la salud mental de sus empleados”, concluye. La experiencia de los baños de bosque cuesta $1700 por persona y tienen una duración aproximada de entre 2 y 3 horas.
- Contacto. 11 5725-8866 y @shinrinyokuargentina
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