Emigró de su empobrecido pueblo argentino; en el camino vivió en Maldivas, paseó con Paris Hilton, se rodeó de comodidad económica en Ámsterdam, pero optó por una ciudad con verdadero bienestar.
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Barcelona le había “volado la cabeza”. Por aquellos días del 2016, Mela Castagna regresó a la Argentina transformada. Ella, oriunda de un pueblo chico como Colón, Buenos Aires (no Entre Ríos, ni tampoco Santa Fe), jamás había visto semejantes escenarios, en donde la expresión humana en todas sus formas brotaba en cada esquina, libre, diversa y tan cosmopolita.
Mela ya no vivía en su pueblo. Atrás había dejado su barrio, muy humilde, y se había mudado a Rosario, pero las calles de aquella ciudad argentina encerraban comportamientos similares a los de su Colón natal: “Siempre la misma música, todos siguiendo la misma moda, los mismos circuitos y propuestas, sumado al prejuicio a lo diferente y a no poder elegir porque no hay opciones”, cuenta Mela, pensativa.
De pronto, fue imposible volver a mirar la vida con los mismos ojos. Ahora, la joven argentina sabía que otras realidades existían, lo que significaba que su realidad también podría ser diferente. En Rosario, Mela había estudiado Publicidad y trabajaba en una agencia, sin embargo, allá en Europa descubrió algo nuevo: su amor por viajar y explorar un mundo que desde el viejo continente se sentía más cercano.
“Decidí irme”, cuenta hoy, mientras repasa su historia. “Sentí que allí no solo podría ver el mundo, sino tener otras oportunidades de trabajo, crecimiento profesional, y tanto más. A la familia le costó mucho asumirlo, todavía hoy, seis años después, sigue siendo difícil para ellos (y para mí), pero también me apoyan en mi crecimiento y les gustan mis `locuras´”.
Fue así que Mela despidió a su gente y partió a España llena de sueños. Sentía que ante ella se abría un universo atractivo, colmado de experiencias inéditas. Lo que aguardaba, sin embargo, era mucho más grande de lo que jamás hubiera imaginado.
Barcelona viva y un trabajo inesperado: “Al mes estaba en el paraíso”
En el 2017, Mela inauguró su nueva vida. Aquel impacto de su primer viaje a Barcelona volvió a golpearla con fuerza. Sentía que los paisajes y tiempos de su pueblo pertenecían a otra dimensión, no solo estaba viviendo en carne propia la clásica historia del pueblo a la ciudad, sino que la ciudad apareció ante ella como un centro neurálgico del mundo, en el cual todas las culturas parecían convivir en un mismo rincón del planeta.
“Me encanta que Barcelona sea tan cosmopolita, llena de planes, eventos, museos, conciertos, fiestas, gente de todo el mundo”, explica. “Me gusta mucho vivir a diez minutos del mar. Siempre me gusta decir que en Argentina teníamos que manejar nueve horas en auto para ver el mar y acá solo diez, me parece alucinante”, continúa.
El trabajo no tardó en llegar. Mela comenzó a desempeñarse en su rubro, la publicidad, la vida fluyó agradable, pero la necesidad de moverse comenzó a encender sus alarmas. Fue así que, tras cuatro años viviendo en Barcelona, la joven sintió que existía un destino diferente a lo conocido hacia donde ir y trabajar. Envuelta en pensamientos positivos, decidió enviar currículums a fin de cumplir con otra de sus “locuras”, vivir en algún lugar remoto de la Tierra: “Al mes estaba en el paraíso”, cuenta.
Una vida de lujo y una isla soñada con sus bemoles: “Maldivas fue una experiencia única”
El lujo del hotel que la había contratado (Conrad- Hilton) la dejó sin habla, pero el lugar en el que había aterrizado, aún más. Ante Mela, Maldivas emergió como el paraíso soñado que nunca creyó que iría a conocer. Allí se reencontró con el pulso de un pueblo, pero que en nada se parecía a simple vista a las calles que había dejado atrás en Colón, ese pedacito del mundo al norte de la provincia de Buenos Aires. En el país tropical del océano Índico conformado por veintiséis atolones con forma de anillos compuestos de más de mil islas de coral, se halló rodeada de belleza natural y aguas turquesas, así como de otras culturas, no tan vistas en los barrios de Barcelona.
“Maldivas fue una experiencia única, soñada. Era la única argentina, la única que hablaba en español entre los quinientos empleados. La mayoría de los empleados eran locales, por lo que fue extraño y enriquecedor ver sus costumbres. Fue maravilloso trabajar con otras culturas, aprender inglés, trabajar en una marca internacional como es Hilton. Lo negativo, que la isla es el hotel, trabajás donde vivís y dormís, estás mucho tiempo sumido en tus labores (en mi caso en una oficina, en marketing) y esa isla se vuelve pequeña luego de unos meses, no hay nada para hacer extra ni ves gente nueva. Se transforma en un pueblo chico infierno grande. Con el tiempo empecé a sentir que una vez más estaba viviendo en un pueblo, que había regresado a una atmósfera que en el pasado había decidido dejar atrás “.
A pesar de lo pequeño de la isla, la experiencia en Maldivas fue una aventura increíble. Dentro del hotel-hogar, Mela pudo disfrutar de un mundo fascinante, como Ithaa, el primer restaurante submarino, y The Muraka, la primera residencia submarina. Asimismo, recibió a Paris Hilton y junto ella recorrió con un yate el mar de Maldivas: “Inolvidable”.
“Por otro lado, me sorprendió la cantidad de trabajo que hay y empecé a compartir ofertas en mi perfil de Instagram”, continúa Mela, quien tras seis meses en Maldivas aprovechó una nueva oportunidad para salir del pueblo e ir a la ciudad, y decidió mudarse a Ámsterdam.
Ámsterdam gris: “Venía de la playa y el sol, para mí fue fatal”
Por una de esas casualidades extrañas de la vida, el arribo de Mela a Ámsterdam coincidió con una visita de París Hilton al Waldorf, el hotel que la había contratado. Semejante coincidencia derivó en la posibilidad de realizarle una sesión de fotos en los jardines del hotel y desplegar así su pasión por la fotografía. En aquel edificio de lujo, la joven argentina tuvo asimismo la oportunidad de recibir a otras celebridades, sin embargo, aquella atmósfera fascinante no fue suficiente para aplacar la angustia creciente que Mela comenzó a experimentar en aquella ciudad.
“Venía de la playa y el sol, para mí fue fatal vivir en Ámsterdam... no me gustó, es divina, pero no es para mi tipo de personalidad. Pasé de vivir en chanclas a usar stilettos, y sentí el frío y el bajón de vivir en países tan nublados. Tenía que tomar vitamina D y mi cuerpo comenzó a lastimarse. Por supuesto, seguir trabajando en semejantes hoteles y seguir conociendo personas de nuevas culturas fue increíble, mis compañeros también, pero luego de pasar tres meses de verano muy buenos, llegó el invierno y no me gustó para nada. El dinero que se gana es excelente, pero yo busco calidad de vida, sentir alegría día a día. Por ahí va para mí la calidad de vida, por eso digo que es poca”, manifiesta Mela, quien tras ocho meses en los Países Bajos, buscó el camino para volver a Barcelona.
España la recibió con los brazos abiertos bajo el paraguas de otra cadena de hoteles de lujo. Regresar se sintió como volver a casa, pero ahora, sin dudas, ella ya no era la misma. En el camino, los aprendizajes habían sido tantos, que a Barcelona arribó con una nueva apertura mental y con un buen puesto en el área de marketing en un espacio cautivante para su regreso enriquecido.
“Yo no puedo creer estar viviendo esto, pero creo que la vida te da oportunidades y sorpresas, siempre”, asegura Mela, quien desde su rol actual ya recibió a Sergio “Kun” Agüero, a Nicki Nicole, Juan Martin del Potro y Alex Pastrana, entre otros.
Los regresos y los aprendizajes: “Soy una exploradora, y no soy una chica de pueblo, soy una chica de ciudad”
Siete años pasaron desde que un simple viaje como turista cambió la vida de Mela para siempre. Seis años pasaron desde que dejó su pueblito bonaerense, Colón, y su ciudad de estudiante y trabajadora, Rosario. Argentina quedó atrás por su sed de apertura mental y diversidad, por sus ganas de crecer y explorar un mapa mucho más grande que aquel que le habían otorgado originalmente.
Volver, sin embargo, siempre significa completud, revisión y reconocimiento. Para Mela, Argentina es sinónimo de amor y conexión: “Los regresos en relación a la inseguridad -en especial en Rosario- los vivo con miedo, pero son viajes que sirven mucho para recargar energías, conectar de nuevo con la familia y amigos. Cada vez que vuelvo siento mucho amor, me tratan súper bien, me miman y vuelvo con el corazón contento”, dice.
“Salir de un pueblo que lamentablemente vive mucha pobreza (mi barrio en Colón hoy está aún más deteriorado que cuando lo dejé), pero, en especial, dejar un lugar tan inseguro como Rosario, y vivenciar lo que me tocó y toca atravesar es realmente increíble”, reflexiona Mela. “En el camino, aprendí a no normalizar la inseguridad, así como a adaptarme a lo nuevo: cultura, gente, trabajos, comidas. A ver la vida de diferentes maneras, desde otro ángulo. A ser fuerte y pensar en positivo”.
“Tal vez, mi espíritu viajero viene de mis padres, que los fines de semana agarraban el auto y nos llevaban simplemente a andar y andar por la Argentina. Fue así que mi curiosidad, que viene creo yo también de Publicidad, me llevó a explorar y no conformarme, me condujo a destinos como Maldivas. Con ese suceso aprendí que se puede soñar algo loco - y si uno acciona como lo hice- se puede cumplir. Pero Maldivas también me mostró el motivo por el cual yo me había ido de Colón: no soy una chica de pueblo, soy una chica de ciudad”, continúa.
“Y en este recorrido de vida aprendí sobre todo a aceptar mi esencia: soy una exploradora, me gusta el movimiento, es lo que me hace feliz”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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