Siempre con metas claras, un día se halló ante un nudo de la vida y decidió lanzarse a lo desconocido; cuando Argentina ingresó en su mapa, todo cambio para siempre: “Antes era una gran insatisfecha”
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Sophie Lacombe recuerda con claridad la primera vez que hizo el trayecto desde Ezeiza hacia la capital. Se hallaba inmersa en otra dimensión y sus ojos no podían abandonar el estado de asombro al observar los edificios que bordeaban la autopista, los autos sin ventanillas, con puertas averiadas, circulando como si fuera algo natural; luego llegó el concierto de bocinas para que abran la barrera del peaje, así como los vehículos sobrepasando por la banquina.
Cinco años pasaron desde entonces y Sophie ha recorrido el tramo decenas de veces. ¡Bienvenida a la Argentina!, piensa en cada ocasión, aunque hoy nota cada vez menos los detalles que en un comienzo la habían marcado tanto.
“El camino de Ezeiza, para mí, es lo que mejor describe el impacto del descubrimiento del país y lo revivo a través de los ojos de mis familiares y amigos que vienen a visitarme al lugar del mundo que elegí para vivir, Buenos Aires”.
Un nudo de la vida, el comienzo de una travesía y un destino inesperado
El 2014 estaba en su ocaso, cuando, tras finalizar el contrato con una importante empresa parisina, Sophie quiso hacer realidad un sueño: viajar por el mundo con una mochila. Tenía 25 años y se hallaba en un nudo de la vida, en pleno cuestionamiento de su camino profesional en el universo de la joyería, y sintió que era el momento adecuado para soltar amarras y lanzarse a una gran aventura.
Dejó su departamento en París y guardó sus más preciadas posesiones en cuatro valijas; el 1ro de enero de 2015 tomó un subte que marcó el comienzo de su travesía: “Esta imagen está grabada en mi memoria porque para mí fue un momento de cambio, de lo desconocido, de una nueva vida que estaba a punto de comenzar con su cuota de sorpresas”.
Sophie decidió dejarse llevar. Por primera vez no sabía qué le depararía el mañana, no tenía nada planificado, tan solo estaba abierta a los encuentros y oportunidades que la vida le pusiera en el camino. Con los pasajes en mano, sintió una gran paz interior, como si finalmente hubiera tomado la decisión correcta.
“También se podría decir que mis padres tienen una forma de educar bastante alternativa: para ellos, aprendemos y maduramos enfrentándonos a la realidad de los demás. Por lo tanto, el entrenamiento para la vida a través de los viajes es una verdadera tradición”, continúa. “Cuando tenía 17 años, mi hermana se fue a trabajar un año a Chile en los campos de maíz porque mis padres la consideraban demasiado joven e inmadura para la universidad; en cuanto a mi hermano pequeño, se unió a mí en Hong Kong cuando tenía 18 años, para hacer bocadillos en una panadería francesa”.
Durante dos meses, Sophie recorrió el sudeste asiático hasta llegar a Dubái, donde surgió una oportunidad laboral que la acercaría a un destino impensado. Allí, durante la entrevista, conoció a un hombre argentino. No quedó seleccionada, pero el amor, inesperadamente, golpeó su puerta. Sophie decidió seguirlo a su país, sin imaginar que aquella tierra causaría en ella un impacto trascendental, más allá de las postales del tramo de Ezeiza.
Argentina, un país que enamora
La idea de Sophie era viajar al país del joven argentino que había conocido, recorrer aquella tierra y ver cómo seguía la relación incipiente. Tan solo había reservado una noche en un albergue a la llegada y tenía una guía Lonely Planet con los precios en pesos de 2012. La joven no tenía absolutamente ningún plan para el resto de su viaje y se sintió muy libre.
“No tardé en darme cuenta de que la guía no me iba a servir de mucho y me quedé completamente perdida cuando entendí que mis ocho años de español no me permitían comprender y hablar con los argentinos en absoluto: tardé al menos un mes en captar que `vos sos´ es igual a `tú eres´”.
Sophie recorrió el país y en él descubrió paisajes que la dejaron sin aliento, pero no era solo aquello lo que la conquistaba, el territorio le inspiraba amor, tanto, que terminó por enamorarse del argentino, de su tierra, y nunca más se fue.
“Tengo mucha suerte de tener unos padres que siempre me han animado a abrirme al mundo, a aprender otros idiomas y a sumergirme en otras culturas. Desde muy joven me empujaron a ser independiente y a forjar mi personalidad a través de la experiencia: a los 16 años hice un intercambio académico en Canadá durante un semestre y a los 20 me trasladé a Hong Kong durante un año como estudiante de intercambio, así que cuando anuncié mi deseo de quedarme, se entusiasmaron conmigo”, cuenta Sophie, mientras recuerda aquellos primeros tiempos argentinos.
Hábitos y costumbres: “No se conoce realmente su cultura si no se ha asistido a una boda argentina”
Junto al amor surgieron nuevas amistades, Sophie comenzó a absorber otros nuevos impactos de una urbe imponente y sin dudas peculiar bajo su mirada.
Pronto aprendió que Messi y Maradona eran una religión y quedó asombrada por los gritos que resonaban en las calles en cada partido de River o Boca (¡y más si se enfrentaban!) ¿Y qué era ese concierto de cacerolas? Quedó, asimismo, impresionada con la velocidad repentina de los colectivos, que hacía temblar las ventanillas y provocar chirridos en los neumáticos. Con el tiempo también constató que la mayoría de los argentinos nunca habían bailado tango: “¡En Francia pensamos que lo practican todos y a todas horas!”
Le fascinó ver a los gauchos apenas pudo salir de la ciudad, así como presenciar un partido de polo; le sorprendió el amor por el helado y el asado, aunque llueva o haga cero grados.
“Me asombraron las averías del subte”, agrega Sophie. “Los chipas y los ravioles de calabazas (una adicción); los mil y un colores de los envases de los supermercados (en nuestro país todo tiene que parecer lo más natural posible); ¡el yogur sin azúcar que solo se vende `para cocinar´! y los postres demasiado dulces; los zapatos con enormes tacones; las aceras irregulares en las que siempre se corre el riesgo de romperse un tobillo; los hermosos dientes de los argentinos (los franceses tienen una dentadura terrible)”.
“Me sorprendió la capacidad de decir que tenés una cita con un psicólogo, para nosotros es un tabú”, continúa. “Las carretas tiradas por caballos; el queso con membrillo (muy raro al principio, terminé por amarlo); el `boludo/boluda/che´ (con mis amigos franceses que vivieron en Argentina ahora usamos `che´ en medio del francés); mirar la cotización del dólar todos los días y hablar de economía todo el tiempo; las cuevas y el dólar blue; que compren un departamento en efectivo; el famoso `chamuyo´ argentino con su encanto humorístico”.
“Pero el ambiente de las bodas siempre permanecerá para mí entre mis mejores postales argentinas. Es en este momento de celebración cuando mejor se puede apreciar la convivialidad y la alegría de vivir de los argentinos: no se conoce realmente su cultura si no se ha asistido a una boda argentina”.
“Me impactó la fuerza que da la resiliencia y el positivismo en este país”.
Trabajar por un sueño: “En Argentina, el espíritu emprendedor es algo natural”
Tal vez por el cambio de vida, de aire y por el amor hacia una tierra y un hombre, en suelo argentino, el camino profesional de Sophie entró en nueva faceta creativa. Desde pequeña se había sumergido en el mundo de la joyería, su gran pasión. Todo había comenzado por una costumbre familiar: su padre, científico, había viajado mucho por África y América del Sur, y a su regreso siempre les regalaba a su madre, hermana, y a ella, joyas tradicionales de los países que visitaba en su trayecto.
A partir de entonces, Sophie comenzó a soñar con crear sus propias joyas y lanzar una marca. Ya de grande, obtuvo su diploma de Gemóloga por parte del del Gemmological Institute of America, en Londres. También trabajó para los showrooms de Chanel y Balmain en París durante la Semana de la moda, e ingresó a trabajar una de las maisons más icónicas de la Place Vendôme, Van Cleef & Arpels, en la División de Marketing de Alta Joyería: “cada pieza, una maravilla, es única en el mundo”, dice.
“Dejar mi huella en Argentina como diseñadora de joyas no fue fácil. Al igual que en Francia, es un mundo muy cerrado en el que nadie comparte sus contactos y en el que hay que ganarse el puesto. Como mujer, fue aún más complicado porque sigue siendo un entorno a menudo machista. Al principio, no fue fácil transmitir mis ideas y descubrí que había un poco de resistencia al cambio cuando insistía en hacer las cosas a mi manera. Me llevó mucho tiempo encontrar a mis proveedores y a los dos joyeros con los que trabajo. Sin embargo, hoy son relaciones que se han convertido en amistades”, asegura Sophie, quien creo ACMÉE, una empresa de piezas atemporales, hechas a mano y por encargo.
“Por otro lado, en Argentina, el espíritu emprendedor es algo natural. Es normal que combines una actividad asalariada con un emprendimiento. Si resulta lucrativo estupendo y si no funciona, tendrás la satisfacción de haberlo intentado. Muestra un espíritu apasionado que me encanta. En Francia somos muy conservadores a la hora de asumir riesgos. Vemos el fracaso en todas partes y la sociedad juzga fácilmente a las personas que se salen del camino marcado (aunque con el COVID y la nueva generación esto está cambiando). Una persona que emprende un proyecto no tiene derecho a equivocarse, porque los que lo rodean le dirán `te lo dije´”.
“Tanto en el trabajo como en la vida privada, los argentinos son muy cálidos y siempre están disponibles para ayudar, y creo que tienen un sentido de ayuda mutua y de comunidad que en Francia es menos pronunciado. Su cultura es mucho más emocional también, su forma de comunicar pone más énfasis en lo humano. Vengo de un entorno profesional y de una cultura generalmente muy cerebral. Las casas de lujo parisinas son un entorno de tiburones donde mostrar las emociones se considera una debilidad”.
“Al principio de ACMÉE, con mis colaboradores, exigía, distribuía las tareas, fijaba objetivos, plazos; mi forma de hacer las cosas era mucho más firme y cuadrada porque correspondía a lo que había aprendido de mis experiencias en París. Pero, al final, me adapté porque no funcionaba. Aprendí a ser más flexible y a escuchar, a comunicarme y a esperar los comentarios y opiniones de los demás”.
Argentina, el país que sabe apreciar cada pequeño momento de la vida: “Antes era una gran insatisfecha incapaz de disfrutar del proceso”
Cinco años pasaron desde que Sophie llegó a la Argentina, su relación amorosa terminó, pero aún así elige el país. Desde el comienzo vio las averías, las irregularidades de una tierra fragmentada y el sinfín de claroscuros en el camino. Pero también observa a una cultura que valora la relación con los demás; una sociedad con capacidad de comunicación, empatía y curiosidad por el prójimo.
Para Sophie, los argentinos entienden la importancia de tomarse el tiempo, lo que deriva en una capacidad de anclarse en el presente y apreciar cada momento pequeño de la vida.
“Los franceses son muy pesimistas y se quejan todo el tiempo, no es un mito. Antes siempre aspiraba a la siguiente meta; era una gran insatisfecha incapaz de disfrutar del proceso. Definitivamente, Argentina me ha permitido adoptar su mentalidad de `todo problema tiene solución´, relativizarlos y ser más positiva”.
“Aprendí a vivir y a disfrutar del momento presente con más calma y despacio, a estar menos estresada. No he cambiado radicalmente, pero estoy mucho más tranquila después de cinco años acá. También soy una persona reservada; en Francia somos más fríos, no nos acercamos fácilmente a los demás. Desde que Argentina apareció en mi vida soy mucho más abierta y ya no veo a un desconocido que inicia una conversación conmigo como alguien sospechoso”, reflexiona Sophie. “Por último, en relación a mi camino profesional, dirigir una empresa en Argentina significa alcanzar un nivel de conocimientos en economía y finanzas que nunca hubiera tenido en Francia”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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