Un anuncio de radio lo impulsó a perseguir un sueño: de la pasantía a un estilo de vida del que no se arrepiente.
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Quizás no lo supo en ese momento. Pero cuando se hizo imperiosa la necesidad de dejar la chacra de manzanas en Cipolletti, Río Negro, donde pasaba los primeros años de su infancia y se tuvo que mudar a la localidad de Los Toldos, una ciudad argentina del noroeste de la provincia de Buenos Aires, cabecera del partido de General Viamonte, un nuevo mundo se abrió ante sus ojos.
Criado por su abuela Elisa de 90 años, de quien aprendió todo, pronto supo lo que era usar la imaginación en un ambiente donde el horizonte se confundía con los inmensos campos que componen la región. “Con ella encontré mi lugar en el mundo, ella me enseñó todo. Su padre había llegado de España y creado el primer hotel de Los Toldos, el Hotel Centeno, conocía a todo el mundo y era una persona muy querida”.
La búsqueda de Sebastián Flexas (41) había comenzado no obstante unos años atrás, cuando recibió de parte de sus primos una computadora de regalo. En ese momento, y como estaba aburrido, dio sus primeros pasos en el área de la programación. Años más tarde, aquel juego de la infancia lo llevaría a conseguir dos títulos de informática: hoy es Analista de Sistemas por la Universidad Nacional de La Plata y Licenciado en Sistemas por la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA).
Un programa de radio y la visión de un futuro mejor
Durante sus años de estudio y una mañana que viajaba a La Plata para rendir una materia en la UNLP, escuchó una entrevista a Paolo Rocca en la radio. El empresario ítalo-argentino, CEO del Grupo Techint, que dirige Tenaris, Ternium, y otras compañías que operan en ingeniería, construcción, y el sector energético, explicaba que se necesitaban profesionales para que el país pudiera salir adelante. Sebastián lo sintió como una convocatoria y, en cuanto regresó a Los Toldos, buscó Techint en internet y se anotó en su página web. Esperó un par de meses hasta que recibió un llamado. En ese entonces daba clases en la universidad y tenía un emprendimiento de software agropecuario.
La apuesta rindió sus frutos. Y, a sus 27 años, lo convocaron a una pasantía de verano, de enero a marzo de 2008. “Creí que era una buena manera para ganar experiencia. Acepté con la idea de quedarme los tres meses en La Plata en la casa de mi hermano y volverme. Pero me enamoré. Descubrí un mundo mucho más complejo que el que había alguna vez imaginado, con la capacidad de hacer proyectos increíbles, con mucha buena gente y muy inteligente trabajando para todo el mundo. No pude resistirme”.
La propuesta y el entusiasmo por seguir aprendiendo llevaron a un nuevo cambio de planes. Sebastián se asentó en La Plata y comenzó a viajar, todos los días de la semana, en micro hasta la ciudad para cumplir con el horario laboral. “La gente siempre me preguntaba si no me cansaba y la respuesta es que no. Realmente me acostumbré con el tiempo. De hecho, me sigo sintiendo un turista todavía. Los primeros años volvía cada fin de semana a Los Toldos. Hoy en día regreso cada quince días y en vacaciones”.
“Adoro el contraste de la vida en el pueblo y los viajes laborales”
Con esfuerzo, compromiso y dedicación, logró hacerse de un puesto como responsable digital para el equipo de Comunicaciones Corporativas del Grupo Techint. Entre otras tareas, tiene a su cargo todos los sitios webs internos y externos de las distintas empresas de Techint en el mundo, un número que asciende a unos cuarenta portales.
“Tengo la suerte de codearme con profesionales de todo el mundo. A veces me contactan desde China a las doce de la noche, desde Holanda a las cinco de la mañana o tengo una llamada con alguien de México y Estados Unidos a las nueve de la noche. Yo siento orgullo de poder resolverles todo desde Argentina, con un nivel de exigencia de primera línea. Y siempre priorizando la relevancia que tenga el tema, manejando bien el tiempo con mi familia y haciéndome, además, espacio para el deporte y el bienestar. Adoro el contraste de mi vida de estar en este momento en el medio del campo, hablando de la falta de lluvia para la cosecha del maíz con un baqueano y en una semana discutiendo la arquitectura de un sitio de realidad virtual para mostrar oficinas de manera innovadora”.
Con los años, el trabajo fue aumentando cada vez más. Pero eso no amedrentó a Sebastián para seguir firme en sus propósitos. Amplió su formación con una especialización en docencia universitaria, un posgrado en dirección en Recursos Humanos en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y actualmente cursa una Maestría en Marketing en la Universidad de San Andrés (UdeSA).
Conoció a su esposa, tienen dos hijos y lograron una dinámica familiar que les permite vivir tranquilos. “Por las edades de los chicos, es una época de mucho esfuerzo. Mi mujer, Georgina, trabaja ocho horas todos los días, es instrumentadora quirúrgica y estoy orgulloso de la gran profesional que es. Tiene el don de ser obsesiva del orden y la limpieza y eso es perfecto para su trabajo. Se va a las seis de la mañana a trabajar, vuelve a las 14 y también hace guardias. Yo llevo a los chicos a la escuela y al jardín y ella los recoge. Cuando viajaba más seguido a capital nos dormíamos más tarde para aprovechar el tiempo que estamos juntos. Es cierto que mis viajes nos rompen toda la organización familiar, pero de alguna forma lo resolvemos. Mi hermana y mi mamá nos ayudan cuando pueden también. Tengo la suerte de estar rodeado por una hermosa familia, y ellos son la base para poder tener mi vida”.
¿Qué es lo que lo apasiona de la multinacional? No lo sabe con certeza, aunque asegura que le abrió puertas a un mundo maravilloso y hasta entonces desconocido para él. Destaca la posibilidad de rodearse de personas inteligentes y poder aprender de ellos. Aunque deja en esos vínculos su impronta personal.
“Intento hacerme amigo de mis colegas y que el trabajo sea una excusa para interactuar. Creo que cuando tratás las relaciones como si fueran amistades, podés ser feliz. Porque no le terminé antes un trabajo a un jefe, se lo terminé a un amigo. Otra cosa que me gusta es que se valora el esfuerzo y las ganas de mejorar. Estar cada día pensando cómo hacer las cosas mejor, hace que lo apliques a tu diaria. Ves un proceso que no funciona y te esforzás por arreglarlo. Por último los viajes. Adoro tener la suerte de poder viajar. Recién la tengo desde hace cuatro años que tengo este puesto. No soy de esas personas que sus familias lo llevaron de joven a Disney. Hasta los 38 años solo había salido del país en el viaje de egresados a Brasil. Tuve que practicar inglés intensivamente, nunca pensé que lo necesitaría tanto”.
Fue un programa de radio el que impulsó el cambio. Dejó su vida en Los Toldos para ir a trabajar a la capital del país y se enamoró del mundo corporativo. Pero siempre vuelve a la tranquilidad del pueblo y le parece increíble el contraste de estar una tarde tomando un aperitivo en el bar con los baqueanos y al otro momento en un viaje a Houston comiendo un bife de 60 dólares en Vic & Anthony’s, una cadena de restaurantes de carnes norteamericanos. “Soy feliz. Incluso conviviendo con el overworking de trabajar para los horarios de Holanda y Estados Unidos, estoy orgulloso de todo lo que logré y cómo lo llevo adelante”.
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