Ejercía como psicóloga y disfrutaba de su profesión, hasta que en un viaje tuvo una revelación que la llevó por un camino sin retorno
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En Argentina, Daniela llevaba una vida estable, rodeada por un entorno querido y agradecida por su camino profesional. Cierta vez, sin embargo, partió hacia un viaje distinto a cualquier otro y ya nada fue igual. De él regresó transformada, pero ¿realmente había cambiado? Tal vez, se dijo, estaba reencontrándose con su esencia. En definitiva, ni siquiera el día en el que finalmente dejó Argentina sin rumbo fijo, para atravesar numerosas fronteras y habitar en varias culturas alejadas a la propia, sintió que había adoptado una vida nómade. Tan solo se había ido impulsada por el anhelo profundo de explorar el mundo.
A pesar de aquel largo paréntesis de vida predecible en Salta, Daniela un día comprendió que salir a la aventura formaba parte de su identidad desde que tenía memoria.
Un viaje, la imposibilidad de volver a la vida anterior y una disyuntiva: “Significaba empezar a estudiar de cero como psicóloga”
Oriunda de Banfield, Daniela se fue de su casa a los 17, estudió, y años más tarde se mudó a Salta, donde ejercía como psicóloga, una profesión que amaba. Allí tenía incontables amigos y una rutina que acompañaba con viajes por toda la Argentina en sus tiempos libres. Al norte había arribado deseosa de estar más cerca de la naturaleza y sin imaginar que su carrera despegaría tal como hizo.
Su historia de regreso a la esencia, llegó tras unos años, cuando recibió a varios voluntarios muy jóvenes de otros países que no dominaban el castellano. Daniela comenzó a observarlos con admiración, sentía que si ellos se habían animado a volar tan lejos a tan corta edad, ella también sería capaz de hacer lo mismo: “Por otro lado, nunca necesité de un acompañante para mis viajes por Argentina”, asegura hoy, mientras comparte su historia.
Primero decidió emprender el clásico Eurotrip por tres meses, donde mayormente se alojó sin cargo utilizando el método couchsurfing y sumó una práctica laboral. Cuando regresó a la Argentina, supo que ya no quería retornar a su vieja rutina y fue así que comenzó a realizar “changas”, como vender tortas para sumar dinero a sus ingresos como psicóloga y ahorrar para su próxima gran aventura en España, donde ganó una beca con casa y comida, y continuó con su formación profesional. A la par, prestó sus servicios y dejó que su escritura tomara vuelo, inspirada por lo que observaba en cada experiencia.
“Y cuando volví a Argentina, una vez más me pasó lo mismo, ya no podía quedarme en mi vida anterior, pero seguir en otro país -como España- significaba empezar a estudiar de cero como psicóloga, ya que ahí tienen una metodología muy diferente. Los contenidos en nuestro país siento que están algo desactualizados. Esta disyuntiva empujó mi decisión de cambio”; continúa Daniela , quien a partir de entonces jamás dejó de moverse y se transformó, sin darse cuenta, en nómade.
Ver y vivir diferentes culturas: lo más impactante, lo más peligroso y lo más seguro
Cierto día, Daniela despertó en otra vida, la de viajar y escribir. Aquella profesional que solía ser había quedado atrás y el nuevo ticket que tenía en mano no tenía fecha de regreso. De pronto, en el camino, sus servicios como psicóloga dieron paso a otras actividades que desplegaba en cada nuevo puerto, como vender textos, cuentos, libretas artesanales o dar clases de inglés, hasta ese día en el que consiguió un trabajo online como tutora de castellano para personas bilingües, lo que le dio la oportunidad de tener un ingreso fijo y a la vez moverse por el mundo tanto como quisiera.
Poco a poco, Daniela empezó a explorar varios países y a atravesar continentes. En cada destino se dedicó a contemplar y enriquecer su pluma, alimentada por paisajes, voces y costumbres foráneas: “Ya llevo recorridos más de treinta países de cuatro continentes en los últimos siete años”, revela.
“En el camino fue mucho lo que me impactó”, continúa. “Por ejemplo, cuando fui a Marruecos me llamó la atención que a pocos metros del caos absoluto de los mercados y lugares céntricos, se desprenden callecitas donde reina un silencio absoluto, es muy llamativo, es difícil de explicar cómo físicamente eso es posible. Es un contraste mágico”.
“Después, cuando estuve viviendo un tiempo en Bahía (Brasil), me impactó la alegría que allí tienen para vivir, que contrasta con el hecho de que es el lugar más peligroso en el que viví. La realidad es que mi vida estuvo en riesgo en muchas situaciones y por eso me terminé yendo: era demasiado peligro. Vi mucha pobreza y abandono en cuanto a la infraestructura, sin embargo, era admirable que todos estuvieran siempre con una sonrisa, se divierten, celebran, disfrutan. En otros lugares con las mismas condiciones he visto más queja y no tienen una actitud tan linda hacia la vida como en Bahía. Asimismo, allí aprendí mucho acerca de su religión (el umbanda) y a comprenderlos en profundidad por fuera de los estigmas que los grupos de poder intentan difundir para mantenerlos marginados y silenciados. De hecho, es una cultura fascinante que tiene valores que deberíamos intentar seguir y de la que tenemos mucho por aprender”.
“Ahora estoy en Asia, y acá vivo todo lo contrario en relación a los peligros. Acá la seguridad es absoluta. Me he olvidado la bici con el celular a la vista y mi bolso y no pasa nada, podés andar a la hora que quieras por donde sea, que siempre es seguro. Vietnam, por ejemplo, es más seguro que los lugares más seguros donde estuve en Europa. Tampoco veo que exista la mentira, el engaño o el ventajeo, decirte una cosa por otra”, continúa Daniela, quien también quedó impactada con Dubái, un lugar por el que pasó casi sin buscarlo y del cual quedó maravillada por su perfección: “Es un lugar único, con una arquitectura impecable, elegante. Es difícil lograr algo así, una ciudad grande, con tantos rascacielos y que todo tenga armonía”.
Amistades y trabajar en movimiento: “Conocés personas que hacen tantas cosas diferentes, que te vas actualizando en las tendencias del mercado laboral”
En movimiento, Daniela se abrió a un mundo de oportunidades laborales amplio y distinto al tradicional, lo que le permitió tomar coraje y experimentar. Conoció un sinfín de personas viajeras como ella con trabajos tan diversos, que gracias a ellos aprendió, exploró y se animó a lanzarse a opciones creativas del mundo de la escritura, que van desde dar talleres y corregir textos, hasta entrenar a la inteligencia artificial.
“Lo que te da viajar es que conocés personas que hacen tantas cosas diferentes, que te vas enterando y actualizando en las tendencias del mercado laboral. Ahora, por ejemplo, puedo escribir de una forma más moderna y a la par puedo seguir con mi escritura más tradicional”, dice Daniela, quien es autora de Delirias de Viaje, Episodios Murcianos (editorial Juana Manuela), escribe un Newsletter llamado Un Mar Turquesa, participa en la revista Las Tertulias de Juana Manuela y próximamente publicará en España Las Caminantes (editorial La Niña Azul).
“En cuanto a la calidad humana, en Croacia tuve de las mejores experiencias. Allí estuve viviendo un año y siempre regreso a visitar a mis amigos. Cabe destacar que ahí vivía al lado de la playa, todos los días hacía yoga y meditaba delante del mar, dormía con la puerta abierta, iba a todos lados en bici. Para una mujer, creo que es uno de los mejores lugares, aparte tiene belleza natural, grandes paisajes”.
“Mis vínculos hoy, como nómada digital, están conformados por aquellas amistades que hice en los lugares en los que viví por un tiempo y los lazos que generé a través de mi trabajo virtual. Tengo también a mi familia por elección en Salta, mis amigos que visito una vez por año cuando regreso a la Argentina”.
“Tal vez, los lugares donde más me costó generar vínculos fueron en Brasil y en Francia. No es fácil hacer amistades cuando uno es nómade, pero sin dudas uno se vuelve más consciente de los vínculos que desea mantener y en los cuales quiere invertir”.
De permanencia y aprendizajes: “Tendemos a pensar que existe un solo sentido común y somos rápidos para juzgar a los otros”
Siete años pasaron desde que Daniela dejó Argentina por primera vez, sin saber que le había dado comienzo a un proceso de transformación hacia una nueva vida, donde abrazó al movimiento como parte de su esencia y lo único permanente.
En sus regresos a su tierra natal hay mucho que continúa inalterable, aunque percibe cómo el humor de sus seres queridos siempre se ve afectado por la instancia sociopolítica del momento. En época de elecciones o después de la pandemia, por ejemplo, su experiencia de regreso fue muy diferente a otros años. Lo que no se modifica son sus ganas de disfrutar de los amigos y algunos miembros de su familia: “Y a veces voy con una gran expectativa de todo lo que quiero hacer y después te das cuenta de que el tiempo propio y de los otros es limitado y que no podés hacer todo eso que pensabas”.
“Y es natural que los vínculos cambien y que algunos no se puedan sostener. Y se valoran más algunas cosas y se desidealizan otras, pero bueno, ahora estoy más enfocada en los regresos, lo hago con objetivos puntuales, la presentación de un libro, el casamiento de un primo y así, cada año voy aprendiendo mejor a controlar las expectativas y direccionar mejor el enfoque de para qué regreso”, dice Daniela , quien habla cuatro idiomas y está en el proceso de aprender dos más.
“Toda mi experiencia de vida me enseñó y me enseña mucho. En especial que es muy importante darte cuenta y atender cuál es el deseo propio. Darte cuenta de lo que es bueno para uno y tu entorno. Por momentos, en mi vida pasada como psicóloga yo estaba muy triste, tenía muchos sentimientos de frustración por los límites de mi profesión, yo quería ayudar, cambiar el mundo, algo claramente imposible. Pero lo que sí es posible es comprender que cuando uno está infeliz, y se queja, no le puede aportar nada bueno al mundo. Cuando uno encuentra algo que le hace bien a uno, puede después tener un impacto positivo y hacerle bien a los demás”.
“Y una de las cosas más interesantes que aprendí con este estilo de vida es que ninguna persona en el mundo tiene la razón absoluta. Cuando vivimos en un lugar fijo tendemos a pensar que existe un solo sentido común y somos rápidos para juzgar a los otros, ya sea a una cultura muy lejana o al vecino de al lado, pero en realidad ignoramos el entramado complejo que compone a ese ser. Con el tiempo entendí que la empatía y la escucha es el único camino para una convivencia sana. En mi caso, muchas veces no lo logro, a todos nos cuesta un montón, pero es mi luz en el camino, es el lugar al que quiero llegar. Esto me permite entonces comprender hasta mis experiencias más riesgosas, entender que yo soy parte de un todo y que todos tenemos una parte de la responsabilidad, que podemos accionar, y aunque pensemos que no podemos cambiar nada, sí podemos empatizar y escuchar a las personas que se comportan de maneras que sentimos inexplicables. Es un ejercicio diario”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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