Le costó dejar su tierra, se enamoró de Bs. As. y ahora no sabe si irse o quedarse
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El primer día, Karelly Melgarejo llegó a la universidad a las 8 de la mañana y tomó asiento junto a los directores. Con una sonrisa, uno de ellos le preguntó qué quería tomar, “un tinto”, respondió ella, al tiempo que notaba sus caras transformarse. “Podemos ofrecerte té o mate”, prosiguió una de las autoridades sin salir de su asombro ante el pedido de aquella bióloga colombiana, quien había llegado a la Argentina para realizar su doctorado en la Universidad Nacional de San Martín, otorgado por CONICET.
Karelly optó por el mate. No tenía ni idea de qué se trataba pero decidió que, si por los próximos seis años iba a vivir en Argentina, el tiempo de conocer sus costumbres era ahora. Le acercaron el artefacto con la bombilla, aspiró como había visto hacerlo y ahogó un grito. Nadie le había dicho que se trataba de una bebida caliente y aquella ¡quemaba!
“Tanto que durante un año y algo más no lo volví a probar. Ahora me encanta, pero tinto es tinto. Y aclaro que en Colombia tinto es café. Bueno, para los directores yo pedí un vino tinto a las 8 de la mañana. Supongo que no sabían eso, tengo aún la cara de ellos grabada en mi memoria”, cuenta entre risas Karelly, mientras repasa su historia.
Pero pasaron cosas…
¿Y ahora qué sigue?, fue la pregunta que se formuló Kare al recibirse de bióloga en Bogotá. Siempre había soñado con ser investigadora y conocer el mundo y fueron aquellos mismos deseos los que la llevaron a postularse para realizar una maestría en Brasil. “Pero, como dirían los argentinos, pasaron cosas”, cuenta la joven colombiana.
En el camino, Karelly conoció a Yamila, una sanjuanina que se hallaba en Colombia realizando una pasantía. Fue ella quien la convenció para postularse a una convocatoria para el área de Ecología de Enfermedades transmitidas por mosquitos de CONICET, donde solicitaban investigadores licenciados en Biología.
El proceso para lograr el lugar duró un año y Kare lo mantuvo en secreto, su familia nada sabía de sus intenciones. Y entonces, cuando la joven recibió un mensaje con la leyenda FELICITACIONES, no tuvo más escapatoria que revelar la verdad.
“Ese 30 de diciembre del 2018 lloré, lloré mucho. Estaba sola en mi habitación y recuerdo que salí corriendo a abrazar a mamá, también estaba la tía Marlén, pero no entendían nada. Mi tía saltaba y repetía conmigo: Nos vamos para Argentina, nos vamos para Argentina. A mamá se le aguaron sus ojitos. Luego, llegó papá y mis hermanos… empezaron las conversaciones serias con mi familia, mis amigos, para comentarles todo”, rememora.
“No fue fácil irme de Tipacoque, no fue fácil irme de casa. Mi mami y mis hermanos estaban muy felices y orgullosos, me decían que si mi sueño era ese debía perseguirlo. Por el contrario, papá me decía que no me fuera, que me quedara y buscáramos la opción para seguir estudiando allá, esto también lo repetía mi abuelita; poco después lo entendieron. Realizar un doctorado en Colombia es impensable, es difícil, principalmente por el valor económico, estudiar y prepararte allá es costoso y las oportunidades son pocas”, continúa.
Algo de Karelly se quedó con su familia y sus amigos, algo de ellos la acompañaron en su nuevo comienzo: abrazos, fotos, pulseras y recuerdos indelebles. Ella en el fondo lo sabía, había personas que tal vez no volvería a ver: “Puede que el sentimiento cambie, pueden pasar muchas cosas. Sin embargo, pienso que cuando tienes verdaderos amigos sabes que la distancia y el tiempo no importa, no separa, porque justamente es verdadero y lo verdadero no se acaba”.
Tere, una abuela del corazón, y los impactos de Buenos Aires
¿En qué me metí? La pregunta rondaba los pensamientos de Karelly cuando aterrizó en Ezeiza poseída por dos emociones opuestas, la felicidad reflejada en su sonrisa nerviosa, y la tristeza, asimilada cuando armó las valijas, oyó las palabras “te voy a extrañar”, “no tardes tanto” y dio abrazos que temía que fueran los últimos.
Kare bajó del avión, se limpió las lágrimas y se dijo `acá voy´, dispuesta a enfrentar los riesgos de llegar con tan corta edad a un país desconocido, y una cultura que sabía que era muy diferente, a pesar de compartir idioma y continente: “Llegaba al país del fútbol, el asado y la cumbia”.
Se alojó en lo de Tere, una mujer que se transformó en su abuela y que le dio un hogar. Tal vez, de todo lo que la Argentina comenzaba a obsequiarle, ella fue lo máximo en el camino de adaptación a una ciudad que en un comienzo le generó grandes impactos.
“Lo que más me impresionó fue el transporte. Bogotá es un caos y vivir en CABA es estar en cualquier lugar en 15-30 minutos, es hermoso. Otra cosa más, el cómo toman mate o alcohol (birra, fernet). En Colombia pensaríamos en, si compartes tu cerveza, también compartes tu pareja”, observa Karelly entre carcajadas. “Espero que se entienda lo que quiero decir… Y obviamente, las estaciones del año, vestirte diferente. En Colombia es distinto”.
La compañía invaluable y el romance: “A los argentinos en el amor les cuesta decir lo que quieren”
Apenas dos meses después de su llegada, Kare descubrió que no había llegado a la Argentina solo por una meta profesional. En su tierra adoptiva se halló sumergida en la travesía de encontrar respuestas acerca de sus búsquedas de vida, y la pandemia, esa otra demostración de que uno puede hacer planes pero `pasan cosas´, la confrontó con ella misma de maneras impensadas.
Por aquel entonces no conocía a nadie, estaba sola y fue Tere quien la salvó. Juntas transitaron ese tiempo extraño, y con ella, Kare descubrió el amor de una abuela argentina: “El año pasado (2023), Tere fue al cielo y ha sido lo más duro por lo que he tenido que pasar en Argentina. La persona que ha sido todo para mí ya no está, mi amiga, mi parcera, mi abuela, ya no está. Llegar a casa y no tener a alguien que te pregunté, ¿y cómo estuvo el día?, cómo estás, quieres comer… llegar y querer contarle todo, mis alegrías, mis tristezas, mis miedos, los resultados de mis partidos de futsal, lo que sea, pero contárselo a ella, porque aunque a veces parecía no escucharme, al final siempre sonreía, me retaba o me daba buenos consejos”.
En materia de romances, la joven colombiana develó otros aspectos de las costumbres argentinas. A su abuela postiza le contaba que eran churros, atentos, pero con sus bemoles. ¿Qué pasaba con tanta estrategia y misterio? ¿Valían acaso sus palabras? Había un chico que le gustaba especialmente, pero, vaya paradoja, al tiempo él fue quien se fue a vivir al extranjero: “Me gustaba mucho”, dice pensativa. “Pero en general, en el amor, nunca sabés si están hablando en serio o no. Les cuesta decir lo que quieren; los colombianos somos más directos”.
“Cubierta de pies a cabeza con una aspiradora yendo a atrapar mosquitos”
Los meses se transformaron en años, y Karelly aprendió a celebrar el cumpleaños y otras fechas especiales lejos de casa. También aprendió a recibir malas noticias a la distancia, a llorar de impotencia porque desde lejos poco se puede hacer y a ir sola al hospital, salvo aquella vez cuando la operaron de los meniscos y era requisito ir acompañada, entonces descubrió que se había hecho amigas de fierro, como Soledad.
También aprendió a decirle a su familia que estaba bien cuando no era cierto y a comprender el valor supremo que tiene un abrazo o una palabra, cuando los tuyos están lejos.
Pero a pesar de la nostalgia, Argentina ingresó en el corazón de Karelly con tal fuerza que, al cabo de seis años y con la llegada de un nuevo umbral en su vida, la mujer colombiana descubrió que, si bien amaba Colombia, ya no sabía si dejar la tierra austral. Argentina le daba calor humano y un brillante presente profesional.
“En el entorno científico y el grupo de investigación en el que me encuentro hace que disfrutes tu trabajo, que te levantes con ganas de ir al laboratorio, que quieras ir a ver mosquitos. Es un grupo que tiene todo, son los cracks de los mosquitos; trabajan en conjunto, son un gran equipo. Mis directores están muy bien preparados (la vara es alta), son prolijos y tienen cada detalle presente. En lo personal me quedo corta, basta con decir que siempre hay un sí y una motivación para seguir en el grupo y en este mundo de los bichos”.
“Analizamos por medio de herramientas moleculares la sangre que está en el abdomen de la hembra del mosquito (las hembras son las únicas que pican) e identificamos de quién es esa sangre, es decir, si ese mosquito picó a un humano, perro, paloma, caballo, u otro vertebrado. Esto lo estudiamos porque depende a quién pique, sus patrones de alimentación cumplen un papel fundamental en los ciclos de transmisión de enfermedades. El poder identificar esa fuente de ingesta de sangre nos permite comprender y determinar el grado de contacto entre mosquito, hospedadores y el hombre. Adicionalmente, debido a que la información sobre la ingesta de sangre de mosquitos es escasa en el país, es un nicho vacante al que le estamos apuntando”.
“Realizamos salidas de campo, es la parte que más me gusta, me apasiona. Imaginate, una persona cubierta de pies a cabeza con una aspiradora yendo a colectar/atrapar mosquitos, es muy divertido. Luego, tenemos otra parte de laboratorio, acá puedo confesar que fue mi primer desafío, los primeros ensayos me costaron… pasó un tiempo, le agarré la mano y ahora lo disfruto”.
¿Irse o quedarse en Argentina?: “Es un país que te hace dudar regresar a casa, tiene magia”
Seis años atrás, Karelly anunció que dejaba su amada tierra para emprender un viaje transformador en Argentina. En aquel instante, en ese umbral de la vida, no imaginó que seis años podían escurrirse como la arena entre sus dedos y que una vez más se sentiría como la niña que una vez fue, preguntándose: Y ahora, ¿qué sigue?
Su último año del doctorado en Ciencias Ambientales está por culminar. A veces, piensa en continuar su carrera profesional en Argentina, pero entonces puede percibir un nudo que bloquea su garganta, se da cuenta de que no sabe qué hacer, ¿se queda en Argentina o se va?
“Por un lado, me preocupa la situación de la Argentina, del CONICET, de la universidad pública, no sé qué pueda pasar, el panorama es muy oscuro; de no ser así, me quedaría. Argentina tiene mucho potencial. Del otro lado, extraño mi familia, levantarme y tomarme un tinto con mamá, o ir a casa de la abuela a desayunar con mis tíos, salir a trotar con mi perro, discutir con mis hermanos por cualquier cosa, irme un fin de semana con mis amigos, ver mariachis, comerme una ensalada de frutas, un ajíaco o sancochito, etc, es eso lo que extraño, lo simple de la vida. Ves, el corazón está dividido y no tengo una respuesta aún”.
“En Argentina, en lo profesional, tengo un grupo sólido en el que aprendo constantemente, son muy organizados y saben lo que hacen. Siento que me perdería algo más con ellos. Otra razón es el futsal, ahora estoy jugando y cumpliendo un sueño, jugar en AFA. Entonces, irme sin ganar algo acá es algo que no me deja dormir”.
“Pero de todo, creo que mi experiencia en Argentina me enseñó a valorar. Valorar tu familia, tus amigos, tu tierra, tu casa. Cuando estás lejos, con el tiempo ves las cosas de otra manera. No es lo mismo irse y regresar después, que nunca haber salido de casa. Ya veo muchas cosas con otros ojos. Ahora, abrazo más, me expreso más, soy más consciente de la situación no solo de acá sino de allá, trato de cuidarme y cuidar a los míos y una palabra clave en todo esto: agradecer, por lo simple y lo complejo, por las oportunidades que te da la vida, por lo bueno y lo malo, por aquellos que te tienden la mano lejos o cerca, pero agradecer”.
“Colombia es mi lugar de regreso siempre, mi destino de llegada y el país al que espero poder volver para aportar mi fichita en ese tan complejo mundo de los mosquitos. Pero, si el contexto en la Argentina fuera otro, me quedaría acá. Es un país que te hace dudar regresar a casa, tiene magia”, concluye.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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