Tras rotar por empleos mal pagos decidió dejar el país, sin imaginar que, aun estando lejos, Argentina pasaría a formar parte de su vida diaria...
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“Es real que Estados Unidos te ofrece muchas oportunidades, esto tiene que ver con el hecho de que se trata de un país con una buena cantidad de ciudades grandes; una tierra que maneja, en general, una demanda mucho mayor en todos los sentidos”, asegura Matías Giménez, un argentino oriundo de Salta que dejó Argentina hace más de dos décadas, pero que celebra a su patria a cada paso.
“Sin embargo, a lo largo de los años aprendí que progresar depende de varios factores y ciertas ventajas competitivas. Por ejemplo, si tenés una carrera universitaria vale la pena revalidarla, en muchos casos se puede; si tenés un oficio, ya sea carpintero o plomero, tenés trabajo asegurado; si tu pasión es la gastronomía, es el lugar indicado para empezar, pero, ante todo, sin importar si sos profesional o tenés un oficio, sin inglés no vas a llegar lejos”.
Irse para dejar de caminar en círculos en Salta
Allá, por el año 1997, Matías terminó el colegio secundario dispuesto a emprender su camino laboral. Salta “la linda” atravesaba tiempos extraños, donde los empleos tal vez no escaseaban, pero la paga era mala y, en ocasiones, casi inexistente. Durante los siguientes tres años se desempeñó en diversos rubros, y en cada una de las ocasiones sus empleadores recurrieron a diversos mecanismos que perjudicaban su deseo de llevar adelante una vida digna: a veces, retrasaban el pago de los sueldos, otras, le daban mercadería o ropa a cambio de su labor, y cierta vez, una importante empresa telefónica les devolvió un portazo en la cara a sus empleados cuando quisieron reclamar su paga.
Perdido entre trabajos sin futuro, Matías no tenía claro qué rumbo tomar. Apenas tenía 21 años y nada que perder, ¿para qué seguir girando en círculos sin sentido? ¿Qué podría suceder si se aventuraba a ver qué había más allá de su provincia? Tenía un conocido en Estados Unidos y por aquel entonces el país contaba con un convenio de visas de turismo que facilitaba su posibilidad de asomarse y ver qué atmósfera se respiraba al norte del mundo. No lo pensó mucho más, armó una valija, metió 200 dólares en su billetera y embarcó en un vuelo rumbo hacia Washington DC, vía Miami, con fecha de regreso, pero sin planes de volver.
“No fue hasta el mismo día en el que empecé mi viaje, que me invadió la tristeza de dejar mi tierra, mis familiares y amigos, y muchas cosas que uno llega a añorar con mucha fuerza estando lejos. Para mí este desprendimiento siempre genera un vacío en el entorno familiar que es imposible de llenar”, dice Matías, quien por aquellos días jamás imaginó que por varios años no volvería a ver a su Salta querida.
La hora de la verdad en migraciones: “Fui inmediatamente demorado”
Matías lo sabía, más allá de su visa de turista, la verdad llegaría en migraciones, ese portal que determina de qué lado uno permanecerá. Bajó del avión envuelto en un torbellino de emociones avasallantes, esperó en fila en el enorme hall de llegada y, cuando llegó su turno, respiró hondo y entregó sus papeles pidiéndole a los dioses que la suerte estuviera de su lado y que el señor de uniforme lo dejara ingresar a la tierra del “sueño americano”.
El hombre tras el mostrador lo observó de pies a cabeza. Con ojo crítico analizó al salteño un tanto ignorante al momento de completar los trámites, con su jean desgastado, una remera, alpargatas de yute y una mochila de aguayo: “Obviamente llamé la atención de los oficiales de inmigración de turno y fui inmediatamente demorado”, cuenta Matías.
“Tras una hora y media de preguntas, mientras me revisaban una por una mis pertenencias, logré asegurarles que con los 200 dólares que traía en mi billetera, más `lo que mi familia me iba a girar después ´, iba a sobrevivir las tres semanas que supuestamente estaría de turista”, continúa.
Matías no iba a recibir aquella suma y los oficiales, entre risas, no creyeron su mentira. Sin embargo, la educación y el respeto del joven argentino habían ablandado sus corazones hasta el punto en que de sus labios salió la palabra tan esperada: “Bienvenido”.
El recibimiento de Washington DC: “Me pregunté si todo en Estados Unidos era exageradamente grande”
Matías llegó al segundo avión justo antes de que cerraran la puerta de su vuelo. Se había despedido de Argentina sin saber cuándo volvería a ver a su familia, había sido demorado e interrogado, corrió enloquecido para no perder su conexión y, por supuesto, para cuando pisó el aeropuerto Ronald Reagan, su corazón parecía explotar de su cuerpo como consecuencias de la suma de emociones incontrolables. Y, cuando finalmente divisó las calles de Arlington (donde se ubica el aeropuerto, en Virginia, al límite de Washington DC), quedó impactado ante el cuadro que veían sus ojos, en especial por el tamaño de los autos: “Creí estar dentro de una película de Hollywood”.
Llegó a su destino final en DC agotado, sobrepasado por la adrenalina. Tenía un conocido con el que había coordinado alquilar un cuarto por 500 dólares al mes en una casa de una familia de origen boliviano: “Me habían pedido una pizza en forma de recibimiento, me dieron 20 dólares para darle al muchacho del delivery, yo esperaba a la típica moto, y de repente apareció un auto enorme, y la pizza era más o menos para 20 personas. Me pregunté si todo en Estados Unidos era exageradamente grande”, dice Matías entre risas, al recordar su historia.
Matías no tardó en hallar trabajo como lavaplatos en un hotel cerca de la Casa Blanca. Trabajaba desde las 8 hasta las 22 horas sin descanso, ni siquiera para almorzar. Aquello duró dos meses, tiempos en los que llegaba a su vivienda y se sentaba a estudiar inglés: “Traía algo del idioma de la escuela argentina, pero el inglés británico que nos enseñan tendría que ser reemplazado”, dice pensativo.
De la lavaplatos a tener 25 empleados: carbón, leña, técnicas de alta cocina y productos importados de Argentina
Tras aquellas primeras ocho semanas, Matías encontró un empleo doble turno como cajero en una reconocida casa de comida rápida. A pesar de no tratarse del trabajo de sus sueños, el puesto le significó su verdadera escuela de inglés.
Y así, con el idioma en ascenso, los años fueron pasando y los empleos fueron rotando dentro del rubro de la gastronomía, hasta que cierto día incursionó en el mundo de los restaurantes de comida gourmet. De la mano de una educación complementaria en el área, casi una década después de su llegada, el argentino llegó a ser Sous Chef en un restaurante, así como cocinero número uno en un importante hotel. Por aquellos tiempos, también se certificó en Sous- Vide con Bruno Goussault y como manipulador profesional de comidas, entre otros estudios.
En los últimos años, Matías había comenzado a ganar experiencia y reputación. Tras pasar por restaurantes de buen nivel ubicados en el área metropolitana de DC, decidió abrir su propia empresa de catering, con un sello de presentación claro: salteño y argentino. Llamó a su emprendimiento Criosho y, con aquel nombre, se aseguró la buena pronunciación por parte de los estadounidenses: “¡Deberían escucharlos diciendo `criollo´ casi como si fueran argentinos!”, sonríe.
“Con Criosho ofrecemos comidas regionales argentinas usando leña y carbón, aplicando algunas técnicas de alta cocina. Hoy en día estamos haciendo todo tipo de eventos para más de 200 personas. Contamos con un equipo de trabajo de 25 empleados”, describe Matías, quien en los años de la inauguración, ya contaba con la residencia estadounidense. “En el momento, somos la única empresa de catering que cocina el 99.9% en el lugar del evento, excepto por mi chimichurri, que lo preparo antes. Usamos todo orgánico, carne de pastura importada desde Argentina, así como elementos biodegradables”.
“La realidad es que la calidad de vida en este país depende mucho de dónde te encuentres ubicado. Claramente, si te salís de las ciudades, a pocos kilómetros vas a encontrar zonas rurales donde las oportunidades son escasas, pero Estados Unidos posee muchas grandes ciudades, con una profesión u oficio, esfuerzo e inglés, es una tierra que te abre sus puertas”, explica. “En mi caso, yo elegí la gastronomía porque me apasiona”.
“Asimismo, lo que mejora sin dudas la calidad es la aplicación de las leyes las 24 horas, y se puede ver a simple vista. Esto lleva a tener menos caos y mejor economía”, agrega.
Volver a la Argentina y un consejo al chico de 21 años
Matías jamás olvidará aquel día, veintitrés años atrás, cuando respiró hondo y caminó hacia migraciones sintiendo que su suerte ya estaba echada. Apenas tenía 21 años, venía de una vida que percibía sin horizontes y jamás había visto el mundo. Tal vez se fue por los muros argentinos, pero, ante todo, fueron su espíritu emprendedor y su intrépida juventud los que lo impulsaron a volar. En aquel instante, con aquel sello que marcó su bienvenida a Estados Unidos, no dimensionó que cruzar la frontera significaría no regresar a su Salta querida por una década, a pesar de que siempre y en especial hoy, con su empresa, honra a su país y colabora con él con orgullo.
Y en el día inolvidable, cuando finalmente el avión que lo llevó a Ezeiza comenzó a carretear para emprender su vuelo, la emoción contenida halló por fin su salida: “Al estar diez años sin regresar, cuando por fin obtuve mi residencia, mi primer vuelo fue gratamente impactante, ver flamear a la bandera de mi país por todos lados fue emocionante. Volver a mis calles y veredas, aromas y sonidos, fue gratificante”, dice conmovido. “Mis regresos siempre estuvieron llenos de sentimientos encontrados. Y, con los años, tras cada viaje, las emociones se han ido apaciguando”.
“Si hoy tuviera que regresar al pasado y hablar con el chango de 21 años que está pensando en emigrar, ante su duda le diría que sí, que lo haga, que viaje, que viva otras culturas, aunque sea por un par de días, que esa experiencia le va a enseñar a amar mucho más a su tierra y valorar lo que tenemos por más poco que sea: al final es lo vivido lo que más llena y no el dinero”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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