En Santa Fe tenía un pasar agradable, pero sentía que había llegado a un límite como persona; todo cambió cuando decidió darle comienzo a “la gran épica” de su vida, donde descubrió el mayor tesoro
- 12 minutos de lectura'
Germán Alejandro Ale, quien hoy tiene 31 años, nació en Santa Fe, sin embargo, cree que eso apenas rasga la superficie de su identidad. Su sangre y su nombre, suele decir él, indican que es un poco de todo el mundo: sus bisabuelos paternos eran sirio libaneses e italianos y sus tatarabuelos maternos provenían de Italia. Por otro lado a su apellido, Ale, de origen árabe, lo acompañan un primer nombre de raíces alemanas, y un segundo que fue elegido por su padre -profesor de historia-, inspirado en Alejandro Magno.
Aun así, para Germán uno de los factores trascendentales en la formación de su identidad fue que el destino, con sus rumbos inesperados, designó que nazca en Argentina, tierra que ama y considera que le dio todo: lo que es y lo que lo inspira a salir al mundo para seguir creciendo como ser humano.
“Pero ante todo, lo que me ha ocurrido en la vida y todo lo que soy es gracias a mis papás -Héctor y Adriana- no me voy a cansar de nombrarlos, son todo para mí, son maestros de la vida, pero más importante, son mis grandes maestros, y junto a mis hermanos, son mis cuatro pilares, quienes siempre me apoyaron y creyeron en mí, hasta en mis más locas intuiciones de lanzarme hacia lo desconocido. Mi vida entera se resume en grandes memorias, todas gracias a ellos, por su fuerza, por su presencia, el amor más puro que puedo tener”.
Dejar el país para crecer: “Decidí irme de Argentina porque había llegado a un límite como persona”
Antes de dar el gran salto, la vida de Germán era la de un hombre inserto en un mundo ordinario monótono, pero con sus caricias agradables, en donde vivía con sus padres, se había recibido de diseñador gráfico, daba clases online, a las que le habían precedido cuatro años de trabajo como encargado en la pastelería de su tía Zulma, una oportunidad que lo ayudó a crecer como profesional y como persona.
Por supuesto, el joven adoraba a su club Villa Dora, su rincón de fuertes amistades y el espacio que le brindó la posibilidad de ser cinturón negro e instructor de taekwondo-do: “Sentía que en mi vida todo era rutinario. Necesitaba un cambio. Ese cambio que de a poco se empezó a formar luego de vivir en Perú seis meses gracias a una beca de mi universidad. Ese viaje en mí lo cambió todo: salir al mundo, estar solo, comer algo que no sea lo que te dé tu vieja, arreglártelas vos mismo. Crecí a pasos agigantados”, rememora.
“Decidí irme de Argentina porque había llegado a un límite como persona allí, pienso, debe estar en nuestro ADN, no sé, porque mi hermano dejó Argentina en 2016 y mi hermana en 2021, quedaba yo de los tres. Necesitaba seguir creciendo y conocer el mundo, no para escapar, jamás, sólo para seguir viviendo, es algo que va más allá de mí, vivir mil y un vidas en solo una”.
“Y mis padres priorizaron nuestros sueños, es algo que tanto admiro y les agradezco, nunca fueron egoístas en ese sentido, todo lo contrario, con sus miedos, con su dolor pero con todo su amor y fuerzas, apoyaron a sus hijos”.
Suecia y las oportunidades inmediatas: “A la semana de haber llegado ya trabajaba en un hotel”
Desde su partida, el objetivo de Germán fue transformarse en un nómade digital, una meta por la que trabaja hasta el día de hoy y que espera conquistar.
En el camino, sin embargo, decidió explorar las oportunidades emergentes. Primero llegó a Suecia, donde su hermano, Federico, y la novia, Elise, lo ayudaron a superar un golpe inesperado, un vuelco de 180 grados, donde desaparecieron las comodidades a las que estaba acostumbrado, para darles lugar a la nieve, los 25 grados bajo cero y la ausencia del idioma: “Sí llegué con un mate y mi pasaporte italiano -muy importante-, pero no sabía en lo que me metía, o quizás sí”.
Solo no hubiera podido, Germán hoy lo acepta. Con su personalidad emocional, apenas sí podría haber superado un puñado de días en una sociedad que se presentó un tanto cerrada, aunque muy inclusiva y con espacio para abrirle las puertas al trabajo.
“A la semana de haber llegado a Jonkoping ya trabajaba en un hotel. Y en solo un año y pico pasé de lavavajillas a ser encargado de desayunos, trabajé en (casi) todos los roles de un hotel, era el comodín perfecto para ellos. Si te ven con actitud y con la verdad, vas a seguir creciendo, vas a conseguir lo que quieras. En lo personal, mi idea era trabajar de diseñador, algo muy difícil sin hablar sueco, por lo que hice base en Suecia teniendo escuela de inglés gratuita, un centro de salud increíble y mi hermano y su familia al lado mío. Fue un 2022 duro pero muy enriquecedor”.
“El sueco es muy introvertido, reservado cuando no te conocen y entiendo que puede venir arraigado de sus historias de miseria, guerras y esto complementando el tedioso clima y falta de luz solar durante gran parte del año. Cuando te conocen es otra la historia…”, continúa Germán.
Preparar el terreno en Países Bajos: “Verdadera potencia cultural”
El 2023 significó otro nuevo amanecer. Germán ya se sentía cómodo en Suecia, tenía algunas nociones del idioma y ya comprendía un poco más aquella cultura introvertida. Pero él no había dejado Argentina para perseguir nuevas rutinas, sino para descubrir el mundo a fin de descifrarse a sí mismo. Fue así que se despidió del hotel, de su hermano y su nueva familia para emprender un viaje hacia otro puerto soñado donde su hermana, María Sol, lo esperaba con los brazos abiertos. Su idea era hallar otro empleo, explorar el terreno, ahorrar y seguir.
Así sucedió, Germán trabajó durante un mes en un restaurante y se sumergió en una sociedad neerlandesa más abierta que la sueca que había dejado atrás: “Están más acostumbrado al inglés, es quizás menos nacionalista que el sueco, eso sí, no veo buena cultura gastronómica, prácticamente nula, en Suecia se suelen ver mayores platos típicos. Pero no se puede negar la vida ciclista, el pensar en la pirámide de movilidad, las distancias, sus pueblos mágicos, todo lo tiene como verdadera potencia cultural”. asegura.
Tras cuatro semanas enriquecedoras, Germán sintió que ya estaba listo para emprender aquello que en otros tiempos parecía imposible: dejar la seguridad de sus hermanos atrás y salir solo al mundo. Aquella decisión se transformó en lo que él hoy llama: la gran épica de su vida.
Las bodas y la gran épica de la vida
El couchsurfing, una forma muy accesible de hospedaje que genera un rico intercambio cultural, se transformó en su gran aliado en su nuevo comienzo con un mapa abierto a lo inesperado.
En el camino, Germán no iba solo, lo acompañaban el mate, el libro de poemas de su padre - Vivencias-, la libreta que le había dado su madre, el pequeño Buda de su abuela, las pulseras que recolectaba en las travesías, una frase motivadora de su hermana, los consejos de su hermano guardados en su mente y corazón, y su mochila con pocas pertenencias materiales, pero colmada “de memorias y nuevos sueños mientras veía cada día el sol naciente”, relata.
La primera parada fue la transición perfecta hacia su nuevo estilo de vida, que comenzó atravesado por las bodas. Junto a Sol aterrizó en Madrid para el casamiento de su primo Alberto, donde tuvo la oportunidad de debutar haciendo stand up, otra de las pasiones que espera desarrollar en el futuro: “El camino del humor y las risas”.
A Madrid le siguió México, donde arribó a otra boda, la de su amiga Gabriela, a quien había conocido en Perú y que desplegó una ceremonia opuesta a la que había vivenciado en España: “Y todo pasa por algo. Conviví con ellos, nueva familia del mundo, de allí me propuse, sin mucha idea pero si con una libreta, empezar a recorrer todo México”, cuenta.
“Quiero recalcar Toluca, allí conviví y me reencontré con Enrique y Karina, mis otros grandes amigos de aquel viaje de Perú. Y con Valentina Moreno, una amiga de la facultad quien me acompañó por gran parte de México y luego también coincidiríamos en Colombia. También conocí a un hermano viajero en este viaje: Dimitri, de Brasil, un hermano del alma, a quien conocí en México y me seguiría por gran parte de mi viaje”.
La gran América y sus impresiones
La temporada de bodas había quedado atrás y la travesía por México inspiró a Germán a seguir caminando el continente americano. Llegó a Belice: “Está en Latinoamérica pero a mi entender nada tiene que ver con el típico latino de sangre caliente, hospitalario y espontáneo”, asegura.
Le siguieron Guatemala, una fiesta para los sentidos (con otra boda inolvidable), El Salvador, un país en crecimiento evidente y donde Germán realizó voluntariados para proteger a los huevos y a las bebes tortugas del mercado negro; Honduras, la tierra donde en una semana vivió mil aventuras: “Dormimos en un volcán”, revela. “Y llegamos a San Lorenzo, allí no solo nos dieron un refugio para acampar sino que los dueños eran los mismos quienes empezaban a abrir la primera casa flotante de Honduras, la cual conocimos; también pudimos atravesar los diferentes manglares con sus lanchas”.
En Nicaragua, Germán pudo respirar el peligro, pero también descubrió a un país con mucho para ofrecer en su naturaleza, al igual que en Costa Rica, donde apenas estuvo tres días y pretende volver: “Después estuvo Panamá”, continúa.
“Quiero mencionar un día histórico en Panamá… La justicia derogó inconstitucional el contrato de las mineras por lo cual la gente ganó, fueron oídos y se levantaron los cortes. Justo se dio este hito en el día de la independencia panameña. Fue hermoso presenciar la alegría y los festejos de la gente en sus calles. Esto me demuestra que hay esperanza en los pueblos latinos”.
“Y de Colombia sabía que me iba a enamorar, por su gente, por su cultura, por su todo. Aquí cerré la promesa que había hecho en ese viaje en Perú, cuando prometí ocho años atrás que volvería a ver a mi gente, a mis amigos que tanto quería y me hicieron bien, como Daniela y Leidy. Mi yo de antes, mi yo de ahora está orgulloso. Tenía nuevos momentos con gente del mundo, con mi gente, mi familia”, dice Germán, quien allí también se reencontró con su amiga Valentina, con quien recorrió el eje cafetero, Medellín y Bogotá.
“Colombia tiene tanto que no te dan los días, uno siempre vuelve donde fue feliz y yo lo fui mucho, gracias a esta persona, una chica a la cual conocí de casualidad (o quizás causalidad) un día de tarde estando solo. En muy poco tiempo me abrió las puertas de su casa, su familia, conocer al colombiano en el hogar, con sus comidas, sus modismos, no puedo pedir más de este viaje… lo viví como un local, ahí es por eso que siempre hago hincapié en ser viajero y no turista, por el modo de ver el mundo”.
El mapa del amor, la tierra santa y los aprendizajes: “Somos este momento, algo tan difícil de entender en nuestro día a día”
Hoy, desde un rincón en Países Bajos, Germán se emociona al rememorar su gran épica. Atrás quedaron aquellos viejos tiempos ordinarios, de monotonía y predictibilidad. Santa Fe ya no significa rutina, se resignificó para transformarse en un puerto cargado del mejor amor, desde donde sabe que pronto volverá a partir, aunque no sepa aún hacia dónde y cuándo. El gran salto ya fue dado; el gran miedo, superado. Las fronteras se han diluido y Germán sabe que para atravesar las tierras, solo se necesita trabajar, tener una dosis de coraje y observar el mapa y sus oportunidades.
En su mapa primero estuvieron los destinos habitados por sus hermanos y aquellas amistades que había forjado en su viaje a Perú. Pero a medida que los viajes se multiplicaron, así lo hicieron las amistades en el camino, fuentes de amor y facilitadores de nuevas culturas: cuantos más viajes, más amigos por el mundo que abren sus puertas para volver.
“Me di el privilegio de pasar fiestas con mis viejos, mi hermana, mis amigos, vivir el verano santafecino con puros lisos, en febrero, de conocer el sur y grandes ciudades de la Patagonia y de Cuyo, luego volver a Suecia, cerrar ciclos, saludar a mis lazos, a Fede y su familia, atravesar todo Polonia por carretera para llegar a Holanda en abril y tener nuevas vivencias”, continúa Germán, quien actualmente trabaja de recepcionista en un lindo hotel de Eindhoven.
“No caigo de todo el amor y aprendizaje recibido. En mis primeros días de esta odisea no podía imaginar la hermosa gente que me iba a cruzar e incontables experiencias, ni hasta a dónde llegaría. Siento que voy renaciendo en este saltar sin nada concreto y seguir un poco más a mi corazón, y seguro, cuando el universo decida, podré sentir en ese camino que sí he vivido, que estoy viviendo, mientras, voy a respirar un poco de mi tierra santa, de todo lo que me seguirá dando”.
”Es esencial agradecer, escuchar para crecer cada día; tampoco hay que dejar de hacerse preguntas e ir para adelante. Vinimos a aprender, a crecer, a amar, a reír, sí a reír, eso que tanto anhelo dar al otro, una sonrisa.. Porque al fin y al cabo somos este momento, venimos a eso, es algo tan simple y tan difícil de entender en nuestro día a día”, concluye.
*
Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
Más notas de Destinos inesperados
Más leídas de Lifestyle
Alimentación. Las 11 reglas para vivir más años, según la familia más longeva del mundo
Según el Feng Shui. Cuál es el lugar ideal de la casa para poner el árbol de jade, la planta que atrae la prosperidad económica
¿Es así? Qué personalidad tienen las personas que se bañan por la mañana
Para considerar. El alimento que un cardiólogo recomendó no incluir jamás en el desayuno