Dejó Santa Fe para conocer y vivir en la tierra de sus antepasados, pero un suceso inesperado lo llevó a Suecia, un país que le abrió las puertas cuando superó la barrera más compleja
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Volar hacia otros horizontes era un sueño que vivía dentro de él. Desde pequeño, Federico Ale anhelaba saber cómo sería caminar por la tierra de sus ancestros, quería respirar la atmósfera de un suelo al que sus antepasados jamás habían podido volver. En realidad, se decía, él no quería irse, él quería regresar para cerrar círculos y descubrir los paisajes sirios, libaneses, españoles e italianos que formaban parte de su historia familiar.
Explorador por naturaleza, Federico también quería escapar de las rutinas que observaba repetirse en el mundo adulto, salir del adormecimiento, de la falsa comodidad, de esa llamada “zona de confort” provocadora de innegables infelicidades. Asimismo, siempre había estado convencido de que cada ser humano debe vivir en un lugar del mundo donde lo protejan y lo ayuden a progresar; hacia esas naciones quería volar, hacia las que pudieran ofrendarle una mejor calidad de vida.
Su infancia y adolescencia transcurrió con el deseo presente y pronunciado en voz alta. Todos en su entorno conocían su intención, aunque la mayoría descreía que algún día podría llegar a concretarse, “porque del dicho al hecho...”
Pero, a pesar de las dudas externas, a los 18 años el joven comenzó la carrera de educación física, que culminó con éxito y, a los 25, con su título bajo el brazo y sin dudarlo un segundo, se lanzó hacia la aventura en aquel febrero de 2016 que quedará indeleble en su memoria: “Mis padres se entristecieron, soy el hijo mayor... Pero me apoyaron, sin ellos hubiera sido imposible”.
Tres años entre Inglaterra y España, un amor y un destino inesperado: Suecia
El camino desde Santa Fe Capital -su ciudad natal- a Buenos Aires fue inolvidable. “Lo estoy haciendo”, se repetía Federico. “Es real”. En Ezeiza todo fue más real aún, entre las despedidas y las emociones intensas flotando en aquel lugar de transición. Su alegría era inmensa, aunque derramar una lágrima fue inevitable, al fin y al cabo, estaba migrando y no sabía cuándo iba a volver.
A pesar de que deseaba visitar las tierras de sus antepasados, su primera parada fue Inglaterra, más precisamente Gloucester: “Amigos de mi familia me habían presentado de manera virtual a una chica, Alejandra, también de Santa Fe, que estaba allí y me ayudó en un comienzo”, recuerda. “Después de un día y medio de viaje desde mi ciudad –donde fui conociendo gente en el camino- llegué a ese rincón del mundo desconocido. Fue extraño y todo fue un desafío. Hasta el día de hoy es un desafío”.
Desde el 2016 hasta el 2018, Federico vivió entre Inglaterra y España. En tierra británica trabajaba durante el otoño y el invierno en un depósito de una conocida marca de indumentaria, mientras que en el país ibérico se desempeñaba como socorrista en la temporada estival: “En mi tercer verano español fui a hacer temporada a Ibiza y ahí conocí a mi sambo”.
Su sambo –concubina en sueco- se llamaba Elise y lo enamoró como jamás le había sucedido. Federico no lo dudó, volvió a Inglaterra, juntó sus pertenencias esparcidas en lo de sus amigos y, una vez más, se dispuso a volar hacia la aventura. Jamás había imaginado vivir en Suecia, ni jamás estuvo tan seguro de su decisión. Allí, en el país escandinavo, lo esperaba el amor y su destino inesperado.
Vivir en Suecia: “No existe el país perfecto, existe el país donde uno se siente mejor”
Gracias a su novia, instructora de esquí, antes de su llegada Federico ya había conseguido trabajo como socorrista, para la empresa Skistar en Sälen, un pequeño poblado de 843 habitantes, conocido por organizar el inicio del Vasaloppet, la carrera de esquí de fondo más antigua, más larga y más grande del mundo, con más de 15 mil participantes solo en la carrera principal. Allí, en aquel rincón de ensueño, vivió durante cinco meses, hasta que se trasladaron a Jönköping.
Jönköping, en la región de Småland, emergió verde, colmada de iglesias y calma. La urbe, de 142 mil personas, popular por sus universidades, en nada se parecía a lo que Federico había vivenciado hasta entonces. Allí, en una ciudad de pequeño tamaño, halló a jóvenes estudiantes de todo el mundo, que llegaban en busca de la excelencia educativa y el beneficio de poder acceder a ella sin costo alguno, teniendo la ciudadanía europea.
“Lo primero que me sorprendió y costó muchísimo fue el idioma. A diferencia de las ciudades grandes de Suecia, acá, en Jönköping, por suerte, es necesario hablar sueco para acceder a un trabajo. Remarco por suerte, porque me obligó a aprenderlo y hoy, después de años de estudio, ya lo domino y gracias a ello me integré”.
“Por supuesto, me impactó la comida. Acá comen salmón rosado como nosotros comemos milanesa, ¡todo el tiempo!”, agrega entre risas. “Los inviernos es cierto que son muy duros y provocan que la gente esté muy para adentro. Pero aun así es muy confortable, ya que todas las casas están preparadas y uno puede estar cómodo, en piyama, pasando un buen momento, con 25 grados bajo cero afuera”.
Desde el 2016 hasta el 2018, Federico ya había estado en 25 países y, aun a pesar de todo lo visto, Suecia superó sus expectativas. Allí había más pulcritud, más orden y una cantidad de bosques incontables por doquier. Había escuchado mucho acerca del territorio escandinavo, acerca de su nivel de vida diferencial y, sin dudas, los primeros impactos -acompañados por su amor- maximizaron las buenas impresiones: “Suecia, como todos los países, tiene sus aspectos positivos y negativos. No existe el país perfecto, existe el país donde uno se siente mejor”.
“En Suecia todo fluye, es la demostración de que la honestidad te lleva a muchos lugares”
A medida que el tiempo fue avanzando, Federico descubrió, poco a poco, lo que implicaba aquella calidad de vida que fue capaz de respirar desde un comienzo. Con su amor, Elise, alquilaron un departamento frente a un lago y, cuando las puertas laborales se abrieron, el joven argentino accedió a los beneficios de un Estado que procura garantizar estabilidad para proyectar, crecer, viajar y disfrutar del ocio.
“Trabajé como socorrista en las montañas y en una empresa de limpieza. Hoy, por fortuna, soy profesor, tanto de español como de educación física, así como instructor en gimnasios”, cuenta. “Cuando este país te abre las puertas, y si uno cuenta con idiomas y títulos, el límite es el cielo. Podés hacer lo que vos quieras”.
“Aun hoy, me sigue sorprendiendo la calidad de vida en general. La sensación es que hay cero corrupción, ahí uno se da cuenta de que si cada país fuese tan honesto como Suecia, lo que se podría alcanzar es increíble. Acá no vas a ver ni un pobre, bien pobre, ni un rico, muy rico, como en el resto del mundo. Acá todo está más equilibrado, el partido socialdemócrata está hace muchas décadas y siempre ha invertido en mantener el bienestar para todos. El 34% de tu salario se va a la comuna y la comuna se lo devuelve a la sociedad a través de la infraestructura, la educación, la salud. En Suecia todo fluye, es la demostración de que la honestidad te lleva a muchos lugares”, observa. “Y con el tiempo, a su vez, me acostumbré a no mirar precios en el supermercado, ya que no cambian, a darnos gustos culinarios, hacer viajes muy seguido”, agrega.
“En cuanto a la calidad humana, me impactó el aire que se respira y su gente que, gracias a mi novia, pude conocer de manera íntima. A pesar de que no manejan esa típica apertura y calidez acostumbrada en Europa del sur o Latinoamérica, son personas muy amables, que te ayudan, están para vos, son solidarios; después de Alemania, fue el país que más sirios acogió tras la crisis del 2015. Se mueven mucho en situaciones de catástrofe, ahora, en el presente, hacen todo lo que pueden por Ucrania. Es gente muy buena y, a su vez, son sencillos, no ostentan, no exhiben, no viven para el afuera. En ese sentido podría decirse que son muy reservados”.
“Suecia me demostró que uno puede acostumbrarse a que las cosas funcionen”
Seis años pasaron desde que Federico dejó la Argentina para volver al continente de parte de sus ancestros. Suecia jamás había estado en sus planes hasta que el amor llamó a su puerta para llevarlo hacia un destino inesperado, que hace más de tres años lo recibió con los brazos abiertos.
Y, hace dos meses, su hermano decidió seguirle los pasos. Gracias al Estado sueco está mejorando su inglés, mientras trabaja de camarero y enfrenta aquellos desafíos que su hermano mayor tuvo que afrontar en un comienzo. Tal vez, sin darse cuenta, ellos estén marcando el inicio de otra rama en su genealogía familiar, en un nuevo país en el mundo. Emigrar no es fácil, asegura siempre Federico, pero cuando uno siente que su lugar en el planeta es otro, vale la pena salir de la zona de confort y enfrentar las batallas en el camino.
“Entrar al sistema acá no es fácil, pero, como dicen los suecos, una vez que entrás en la rueda del bienestar no para”, reflexiona. “Lo que recomiendo para quien quiere aventurarse por estas tierras es aprender el idioma. Gracias al idioma pude integrarme a la sociedad. La visión que tenemos de las culturas y la calidad humana suele ser limitada si no conocemos su lengua; dominarla cambia la perspectiva personal y social. El idioma es la llave para todas las puertas”.
“Mi experiencia me trajo muchos aprendizajes, pero tal vez el más grande sea que Suecia me demostró que uno puede acostumbrarse a que las cosas funcionen, que la política funcione, que la justicia funcione, que haya honestidad y respeto en todos los ámbitos. Todo esto hace que el día a día sea más fácil y uno no tenga que sumar preocupaciones en el camino de la vida, que es desafiante para todos; un camino que, en mi caso, en gran parte fue posible gracias a mi familia, así como a la familia de mi amor, Elise”, concluye el argentino de 31 años.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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