La ideade estudiar en España se transformó en una odisea, donde vivió momentos desesperantes y pudo, también, encontrar grandes enseñanzas
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¿Por qué la gente tiene tanta fijación con Europa?, solía preguntarse Camila Lagos, criada en Villa Regina, Río Negro, y partidaria de no gastar su dinero en un lugar lejano, sino viajar por Argentina hasta agotarla para luego continuar con Sudamérica. Y después sí, se decía, cuando sea abuela y tenga plata y tiempo, me voy a Europa: “Creía que era un destino para contingentes de jubilados, no más”, cuenta entre risas, al rememorar su historia.
Sin embargo, una de las primeras lecciones que el tiempo le obsequió a Camila, fue que en la vida suelen surgir oportunidades, llamados que pueden ser o no atendidos, que conducen hacia destinos aparentemente inesperados, pero donde se supone que uno debe estar.
Corría el año 2018 cuando la joven atendió el primer llamado que llegó gracias a su excelente desempeño académico. Su universidad le adjudicó una beca de movilidad internacional de cuatro meses y tenía la posibilidad de terminar su carrera de traductorado en España, “en el continente para los jubilados”.
La joven decidió dejar de lado sus ideas acerca de Europa y se dispuso a hacer lo imposible para juntar una buena suma de dinero, no quería decirle que no a la beca por falta de recursos. Durante once meses tomó cinco trabajos como profesora y tutora de inglés, lo que la llevó a tener que trasladarse entre Villa Regina, General Roca y una localidad llamada Chichinales.
“La noticia de que me gané la beca trajo felicidad y orgullo con un gustito amargo. Felicidad porque mi esfuerzo estaba siendo premiado y el gustito amargo porque me iba lejos, al otro lado del charco”, recuerda Camila. “Creo que en parte mis viejos sabían que una vez que expandiera mis horizontes no iba a parar más”.
Camila no lo sabía, pero mientras se preparaba para semejante experiencia en el exterior, sus padres conversaban entre ellos acerca del temor de que su viaje de unos pocos meses se extendiera indefinidamente, intuían que podía suceder y ante el panorama no pudieron evitar derramar algunas lágrimas. “Mirá si te enamorás y te quedás allá, como pasó con Juli. ¡Me muero!”, le decía su madre, un poquito de verdad, un poquito en broma.
¿Regresar a la Argentina? Cuando un cambio de planes conduce a una odisea
Su llegada al viejo continente fue tranquila. A través de las redes sociales había encontrado a una familia que buscaba una niñera y con la que hizo un trato: ellos le darían alojamiento y comida, y ella le enseñaría inglés a todos y cuidaría de la nena de 5 años.
Así fue que en el aeropuerto fue recibida con carteles y calor familiar y, a partir de aquella jornada, se sucedieron una incontable cantidad de aprendizajes nuevos, donde descubrió las similitudes culturales y las diferencias: “La experiencia con ellos fue maravillosa y seguimos en contacto”, asegura Camila, quien dejó la Argentina a comienzos de 2019. “Pero debo decir que me asombró el bajo nivel en las universidades de España. Tuve que cambiar las materias que había elegido del último año del Grado de Traducción e Interpretación, porque me di cuenta de que enseñaban cosas que yo ya había aprendido en 2do. o 3er. año de mi carrera en la Universidad del Comahue. Eso me dejó atónita”.
El plan inicial de Camila era quedarse cuatro meses para luego regresar a la Argentina. Su visa, sin embargo, le permitía permanecer durante seis meses y era apta para todos los países europeos, por lo que decidió que lo mejor sería no desaprovechar los dos meses restantes y recorrer el viejo mundo. Viajó por Países Bajos, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia y, desde Finlandia, cruzó a Rusia, donde se dio cuenta de que había vuelos muy económicos hacia la India: “Me parecía tan exótico, ¡tenía que conocerlo!”
A India llegó en marzo de 2020, sin imaginar que estaba ante un nuevo punto de inflexión en su vida provocado por un suceso mundial arrollador, que la llevaría a un destino inesperado.
Salir urgente de la India, tomar el primer vuelo a Tailandia y arribar a un paraíso donde solo se necesita un techo, cuatro paredes y una hamaca
¿Quién hubiera imaginado la magnitud que cobraría la pandemia? Camila no lo sabía, aunque no tardó en reconocer que la India, sin importar lo atractiva que le pareciera, no era un buen lugar para pasar la cuarentena. Por aquellos días estaba realizando un voluntariado en Nueva Delhi y todos le advertían que se fuera antes de que cerraran las fronteras. La joven argentina empacó sus posesiones, se dirigió al aeropuerto y pidió el primer vuelo a Tailandia, el que fuera.
“Phuket”, le anunciaron y quedó impactada al aterrizar en una isla paradisíaca al sur de aquella tierra. Apenas llegó, la isla y todas las posibilidades de entrar o salir, se cerraron por completo. Aparte del paisaje imponente lo que más le asombró a Camila fue la obediencia de la gente ante las restricciones impuestas por el COVID. No se podía caminar por la calle después de las 20 y el pueblo, de pronto, parecía un pueblo fantasma.
La simpleza de la comunidad fue lo segundo que la impresionó. Había llegado a una de las zonas más afectadas por el tsunami del 2004 y pronto comprendió que allí las personas no precisaban de mucho, con tener cuatro paredes, un techo y una hamaca, se conformaban: “Obvio que hay resorts de 5 mil estrellas alrededor, también. Pero la simpleza del día a día de gente que no se hace problema por nada me gustó y me acompañó”.
“También me impactó la comida, todo es picante, incluso los postres. Al principio mi estómago estaba un poco dolido, pero cuando me acostumbré, la comida picante era cosa de todos los días. Ahora la extraño, comer en las ferias que se hacen en la calle, muy barato, saludable y rico…”, continúa con cierta nostalgia.
“Algo extraño: de vez en cuando ves un stand en las ferias callejeras que venden bichos fritos. Cucarachas, gusanos de seda, saltamontes y en los lugares más turísticos, como Khao San, te podés llegar a encontrar hasta escorpiones. Escorpiones nunca probé porque sé que es un circo para atraer turistas, pero los otros bichos sí y la verdad no están nada mal”, confiesa entre risas.
Amor inesperado en un espacio aislado tailandés
Con el paso de las semanas, y mientras veía cómo sus ahorros comenzaban a desaparecer, Camila se acostumbró a saludar con las manos en el pecho, comer sentada en el piso acompañada de una mesa ratona y a caminar descalza al igual que el resto, ya sea por la calle, bancos, restaurantes y, más tarde, en el trabajo: “Son costumbres que me quedaron”
Mientras la pandemia se expandía, los países cerraban y los casos aumentaban, algo mágico le sucedió a la joven argentina. Un suceso tan trascendental como impensado. Phuket pronto impidió el movimiento a otros subdistritos, por lo que Camila se halló confinada a un espacio de 5 kilómetros a la redonda, algo que “obligaba” a socializar con los ciudadanos residentes y aquellos otros que habían quedado “encerrados” en ese espacio tan limitado.
Y fue allí, en el paraíso aislado, que Camila encontró al amor de su vida, “Un irlandés, medio inglés, medio alemán, apasionado por los viajes y la vida como yo. Durante los dos siguientes años vivimos en Tailandia juntos y recorrimos cada rincón”.
Sin ahorros, desesperación por encontrar empleo y la desilusión por las estafas
Al principio la vida en pandemia no fue fácil. Los ahorros se esfumaban y Camila necesitaba encontrar trabajo con urgencia. Finalmente, encontró empleo cuando apenas le quedaban 500 dólares y en medio de un estado de desesperación. De la mano de una agencia de profesores (un gran negocio privado en Tailandia) se fue a trabajar a Phitsanulok, al norte del país, en un territorio donde la miraban perplejos, ya que no veían extranjeros ni sabían inglés.
Camila comprendió entonces que debía aprender tailandés, lo básico al menos para poder hacer compras y comunicarse con una comunidad más estructurada, tímida y tradicional, “pero mucho más cálida y predispuesta para entablar algún tipo de interacción, aunque sea mínima”.
“Sin embargo, en especial en las escuelas, hay que mantener las apariencias y las personas no dicen las cosas de frente, algo que me trajo choques culturales porque soy muy frontal. Asimismo, se llevan a cabo muchas estafas”, cuenta. “La agencia que me ubicó en la escuela entregó papeles académicos falsificados con mi nombre (título, certificaciones y demás) a pesar de que yo les di copias de mis originales, que después ellos usaron para poner el nombre de alguien más, y así”.
Camila no supo de la situación irregular hasta pasados los cinco meses. Bajo la amenaza por parte de la agencia de que si no pagaba coima la iban a arrestar, el colegio tampoco quería que renunciara “porque iba a dejar mal parada a la escuela ante los padres”, revela Camila. “Finalmente, me dieron el pago de ese mes y me fui. Si no hubiese sido por ese estrés, la experiencia de trabajar con nenes de primer grado fue maravillosa. Aprendí la mayoría del tailandés que sé gracias a ellos. Fue un gran desafío y una tarea muy gratificante”.
Sin rendirse, Camila intentó una vez más en Chumphon, al sur, donde tuvo una experiencia que obedeció los mismos patrones: desde la nueva agencia manipularon la información y en la escuela le dijeron que algo andaba mal. Esta vez el dueño del colegio le creyó, pudo recibir el pago correspondiente, y decidió dejar el puesto, así como su búsqueda laboral como profesora.
“Con la plata que había podido ahorrar decidí invertir en una buena computadora, contacté a mi universidad para presentar mi tesis a la distancia, me recibí y me puse a buscar trabajo remoto. Por suerte, encontré bastante como traductora e intérprete de inglés y con eso ya nos pudimos ir a vivir a una isla paradisíaca sin tener que preocuparnos por estafas, o eso creía…”
Buscar un verdadero paraíso y la lucha con migraciones: “Siempre se rescata algo positivo cuando ya estamos fuera de la tormenta”
Camila y su irlandés estaban listos para comenzar una vida soñada en la isla Koh Phangan, aunque llegaron con una sensación agridulce: no les habían devuelto los dos meses de depósito del último departamento.
A esa altura de los acontecimientos ya sabían cómo moverse, qué preguntar y cómo distinguir nuevas estafas. Por fortuna, hallaron una casa hermosa con un propietario maravilloso y, ¡por fin!, comenzaron a vivir una linda vida en aquel paraíso.
“Salvo por los momentos donde nos tocaba ir a extender la visa, donde el trato era malo y de vez en cuando nos decían que nuestro sello anterior tenía un problema y que teníamos que `pagar extra´ para arreglarlo. En esos casos respondíamos que lo íbamos a ver con el propietario de la casa. La idea era volver otro día en otro turno cuando ese oficial no esté o unos minutos antes de que cierre la oficina así hacen todo rápido y te podés ir. Tengo diez sellos de Tailandia en mi pasaporte, en cinco me pidieron coimas”.
“La atención médica para extranjeros, por otro lado, es carísima aun teniendo seguro médico, pero en relación a las vacunas, les urgía prepararse para la reapertura al turismo así que cualquier persona con estadía de al menos seis meses en la isla recibió las vacunas gratis”.
“La vida en la isla fue hermosa, siempre una caminata en la playa, un jugo de ananá, atardeceres de ensueño, clima tropical, comida rica, saludable y baratísima, con variedad a montones”, continúa Camila.
“Mi vida profesional me acercó a lo más profundo de la cultura y sociedad tailandesa de una forma brutal, me enseñó mucho de las personas, de cómo funcionan las culturas, de lo que quiero para mí misma y a hacerle caso a mi intuición. Con buenos y malos ratos, de todo se aprende y ahora miro para atrás y estoy agradecida por todo lo que viví porque siempre se rescata algo positivo cuando ya estamos fuera de la tormenta”.
Adiós a Tailandia, bienvenida Alemania: “Cuatro años y las vivencias bastan para que tengamos otros ojos para ver el mundo”
Allá a lo lejos, en lo que por momentos se siente otra vida, Camila dejó la Argentina por cuatro meses sin imaginar que se transformarían en casi cuatro años de exploración sin planes de regreso definitivo. Tras dos años de peripecias en Tailandia, la joven argentina y su aventurero irlandés decidieron cerrar aquella etapa, armar las valijas e irse a vivir a Alemania.
Con una visa de un año para trabajar en tierra germana, reacomodarse a la vida occidental no es sencillo. Mientras intenta incorporar un cuarto idioma, los recuerdos recientes le indican a Camila que Tailandia la ha marcado a fuego, que el camino inesperado –pero decidido- trajo consigo experiencias inolvidables y lo más importante: el amor.
“Estamos haciendo planes para visitar Argentina, que mi novio conozca mi gente y el que alguna vez fue mi lugar, y después seguir viaje a otra partecita del mundo que todavía no conocemos: Australia”, dice conmovida. “Tengo que decir que estoy super emocionada con los planes de volver a Argentina, aunque me preocupa el choque cultural, no me fui hace tanto, pero cuatro años y las vivencias bastan para que tengamos otros ojos para ver el mundo”.
“Mi experiencia me enseñó a aceptar que la vida te lleva por donde tenés que estar, te presenta las oportunidades y nosotros las tomamos o las dejamos. En el camino aprendí a manejar mis emociones, a ser fuerte, aunque el panorama se vea muy feo. Aprendí a no desistir, a pelear por lo que quiero y lo que se ajusta al tipo de vida que deseo llevar. Y a rodearme de personas que aportan a eso”.
“En estos años entendí que la amistad y el amor verdaderos sobrepasan fronteras, largas distancias y tiempo. Eso me hizo valorar muchísimo más todas las relaciones personales que tengo con mis amigos y familia, y las nuevas relaciones en los lugares que visito”.
“Aprendí a verle el lado positivo a absolutamente todo, no de una manera ciega o un positivismo ilusorio, sino realmente ver que de todo se puede rescatar un aprendizaje que sirve para después. No todas las personas son iguales y no todos los lugares son terribles solo por una mala experiencia. Aprendí que una comunicación directa, concreta y empática es la clave para relaciones sanas y que valen la pena”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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