Maru tenía trece años cuando conoció a Matías, un chico que no sabía que estaba destinado a cambiarle la vida. Él tenía catorce y vivía en su mismo barrio, Caballito, aunque concurrían a distintas escuelas. Cuando Mariano, un amigo en común, los presentó, una adrenalina nueva y extraña emergió en ella y quedó absolutamente encandilada, "al igual que todas las chicas de su colegio, que corrían atrás de él; era un bombón", ríe.
Después de algunas miradas cómplices, Maru y Matías comenzaron a compartir sus tardes hasta convertirse en novios y almas inseparables. Así, las semanas, los meses y los años transcurrieron, días en donde irremediablemente crecieron y se enfrentaron a los primeros sinsabores de la vida. "Atravesamos algunas peleas típicas de la edad, pero en esos años él fue mi primer amor en todos los sentidos posibles. Siempre nos llevamos muy bien, más allá de la atracción física. Volvíamos juntos del colegio, salíamos y hacíamos las cosas que hacen los novios; compartimos vacaciones en la costa y hasta un viaje con su familia a Europa un verano; ¡fue soñada esa travesía! Fueron años hermosos de crecer juntos y conocernos en profundidad", cuenta emocionada.
Un lazo debilitado
El entorno de Maru lo veía tan claro, tan evidente: ellos tenían algo distinto, cuando se miraban se sentía el amor intenso, un quererse como de película. Sin embargo, un día todo se amaneció levemente diferente y en una sucesión de semanas, su lazo indestructible se debilitó hasta dar paso a la separación.
Sucedió durante una época muy compleja en la vida de Matías, instancias de vida que, en su inmadurez, Maru no pudo sobrellevar. "El papá había fallecido de cáncer, uno que apenas duró seis meses y todo esto trajo muchos cambios", explica, "Como hermano mayor, Matías tuvo que ocupar el lugar de su padre, se hizo cargo del negocio familiar, y de su hermano y hermana; para ellos, el pasó a ser su figura referente. Ante el nuevo escenario, él dejó su carrera y se montó al hombro a su familia. Yo era muy adolescente aún y no estaba preparada para todo ese cambio y sentí que ya no era su prioridad. Fue una inmadurez de mi parte. Separarnos fue una decisión mía, a pesar de que habíamos hablado de casamiento, yo me sentía muy chica para la relación, que cada día se tornaba más seria".
Maru tenía veintitrés cuando todo acabó; habían estado juntos desde sus trece y ella nunca había tenido otro novio ni otras experiencias. Los años que le siguieron, sin embargo, nunca pudo olvidarlo. Cada uno hizo su vida, pero ella jamás conoció a alguien que la hubiera amado tanto como él. "No podía evitar comparar; nadie me complementaba como lo había hecho Matías. Entonces, con el tiempo, me di cuenta hasta qué punto lo había amado, y que aún lo amaba".
Ocho años después
Las estaciones pasaron hasta que un día, ocho años después, ella no pudo más con aquella revelación que crecía en su interior y decidió liberarla. Le escribió un mensaje que decía: "Dejarte fue lo peor que pude haber hecho, siempre me voy a arrepentir". Así, en un segundo, el contacto se había reanudado, aunque no con buenas noticias para Maru, que hacía un tiempo que no estaba en pareja, "Matías se estaba por ir a vivir con su novia de aquel momento, entonces simplemente le dije: hacé lo que tengas que hacer, yo te voy a esperar", revela Maru.
Un año después, cuando menos lo esperaba, Matías le escribió, le contó que la convivencia no había funcionado y que su noviazgo había terminado. "Ahí, finalmente, nos volvimos a ver", continúa Maru, "Fui a cenar a la casa y me quedé hablando como hasta las 5 de la mañana, ya no quería volver a estar lejos de él".
La esperanza de un nuevo final
A partir de ese día, Maru y Matías empezaron un nuevo capítulo de su historia, una que jamás se había extinguido, pero que tuvo que menguar para renacer con más fuerza. Un año más tarde se mudaron juntos y en el 2013 se casaron; a partir de entonces, nuevos desafíos agridulces de la vida los pusieron a prueba.
"Intentamos tener hijos por varios años y lo logramos en el 2016. Tristemente Jamaica, nuestra hija, falleció el día en que tenía que nacer por muerte súbita en la panza. Fue trágico y traumático, de esos dolores con los que uno vive toda la vida", afirma Maru conmovida. "Pero quiero creer que esta etapa de nuestra historia de amor tendrá otro final. Intentamos ya algunos tratamientos y no hemos tenido suerte, pero no pierdo la fe. Pasaron dos años desde que nuestra bebé con alas vive en el cielo y fue durísimo, pero fue una experiencia que nos unió aún más y nos amamos cada día con mayor intensidad".
Para Maru, su historia de amor le obsequió una enorme enseñanza. Hoy, con casi 40 años, entendió que el aprendizaje no concluye nunca y que la vida sorprende siempre. "Muchas veces para bien y otras para mal, pero es bella a pesar de todo", asegura, "Hay que luchar por el verdadero amor. Con él se puede seguir aún a pesar de un dolor tan grande como el de no poder tener a nuestra hija con nosotros de la forma que hubiéramos querido; cuando uno está con el amor de su vida vale la pena seguir soñando y caminando juntos hacia todo aquello que nos esté destinado".
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