"La ubicación de la vajilla y los utensilios debería ser intuitiva". "El living es ‘intuitivo’, pero valen un par de aclaraciones: por favor, ¡no muevan la mesita ratona!". Estamos citando el instructivo de la casa de Airbnb en la que casa del barrio The Mission en la que vivimos cuando viajamos a San Francisco para la producción de nuestro Dossier de Tendencia. Sus dueños, Nick y Drew, nos mandaron amablemente un completísimo documento de doce páginas tras cerrar el acuerdo.
El día del viaje se acercaba, y el instructivo seguía intacto. Lo sobrevolamos para chequear que tenía los datos vitales: dónde iba a estar la llave, la contraseña del wifi, supermercados potables en las cercanías. Pero llegó el día de leerlo de cabo a rabo.
Vino bien la explicación del exhaustivo proceso de reciclado de basura; cómo se usa TV/música, no gracias; ¡cuántas reglas para estacionar!; menos mal que nos avisaron que después de las 10, de lunes a jueves, a los vecinos podía no agradarles el ruido (tampoco lo padecimos, eh); en la cocina, quisimos saber si se podían usar el aceite y la sal (¡y todos esos condimentos exóticos!).
Una casa para compartir
La palabra intuitivo seguía picando. Ahí y en cada ambiente todo estaba en el lugar razonable, esperable: el colmo de la hospitalidad. Y nos preguntamos: ¿se leerán nuestras casas tan fácilmente? ¿Nos hacemos la vida fácil a nosotros mismos? ¿Nuestros invitados se quedarán petrificados cuando los mandamos a buscar servilletas? Para pensar un poco nomás.
"Después de dos remodelaciones y veinte años de dar vueltas con la decoración, logramos la atmósfera que queríamos. En cada decisión tuvimos en mente compartir la casa con familia y amigos. Ahora solo estamos abriendo el círculo un poco más", dice Nick
El vajillero con columnas y molduras está en sintonía con las láminas de motivo clásico y marco dorado apoyadas muy cerca del cielo raso. Bien por el marrón que le da elegancia y profundidad al blanco brillante de vigas entrecruzadas, aberturas y revestimiento de madera.
El piso de la cocina está pintado en un damero blanco y gris que se extiende a la parte superior del deck. Los mismos tonos se repiten en las mesadas de cemento, barra y alacenas. ¿Qué hace la diferencia? El shock de color en las colchonetas del esquinero.
Cada nochecita nos instalábamos en la terraza (qué sentido habría tenido salir, con esa vista). De vez en cuando caía un vecino: a chequear el sistema de riego, a entregar un paquete que el correo le había dejado por error. ¿Control amistoso? Lo cierto es que conocerlos fue un plus simpático de la experiencia.
A casas en hilera corresponden terrazas pegadas. Al atardecer, ni a huéspedes ni vecinos se nos escapaba el espectáculo dorado. Todos muy discretos, sin invadir el espacio sensorial del otro.
"Ofrecer tu casa te hace reflexionar sobre ella, porque la tenés que explicar. Y, de paso, es un buen momento para arreglarle algunos caprichitos si te das cuenta de que la lista de explicaciones se alarga".
En el cuarto de huéspedes, una cama para meterse temprano y dormir con felicidad total. Eso sí, estábamos poco preparados para la recolección de basura: una vez por semana, tres tachos por casa (basura, reciclables y orgánicos: cumplimos con nuestra tarea). Y claro... El baile duró de 3 a 5am.
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