Florencia y Rocío Molli son primas hermanas, hijas de hermanos y socios de una tienda de forrajería en la Ciudad de Santa Fe. Llegaron a Buzios en el 2015, sin otro plan que vivir cerca del mar. Era el sueño postergado de Flor, y casi lo dio por perdido abriendo una segunda sucursal del negocio de sus papás: "De un día para el otro me di cuenta que esto me iba a anclar aún más, que cada vez iba a ser más difícil soltar todo". Se subió a un avión con una valija excedida de peso -siempre le gustó la ropa- y alquiló un monoambiente sobre la famosa Rua das Pedras. Era su primera vez en Buzios. "Era un cuartito mini, de terror, no conseguí nada mejor porque justo estaba empezando una temporada de verano muy buena. Y la llamé a Ro". Del otro lado del teléfono, Rocío acababa de reprobar un final de la carrera Diseño de la Comunicación Visual de la Universidad Nacional del Litoral, y no dudó en aceptar la invitación.
"Siempre fuimos muy compinches"
Entonces tenían 28 años Florencia, y 23 Rocío. Flor estudiaba Psicología y trabajaba con sus papás; Ro jugaba al voley y trabajaba de profesora en el club de toda la vida, viajaba por el país llevando a competir a nenas de 12 a 15 años. "Vine para pasar el verano, y si ganaba algo de plata mucho mejor. Esos primeros tres meses trabajé como fotógrafa en una empresa que hacía paseos de barco".
Se quedaron, y ese mismo año Florencia conocería a su novio y tercer socio del emprendimiento con el que despegarían: Arubinha. Rodrigo "Pachi" Abud era de la misma edad y de la misma ciudad, antes de vivir en Buzios estudiaba Comercio Internacional y trabajaba como despachante de aduana. Flor y Pachi ya se habían cruzado en Santa Fe: "Compartimos un viaje en auto para ver una final de Colón, en Rosario. Fue un partido inolvidable porque nuestro equipo cayó al descenso". Trabajaron en posadas y hoteles de otros argentinos, y después Flor empezó a vender ropa de marcas brasileñas en la playa: "No era tan fácil como había pensado desde Argentina, que simplemente podía vivir de la venta de artesanías, acá está todo muy reglamentado".
Pasaron dos años así hasta que hubo una crisis en los puestos de trabajo en la playa y por primera vez pensaron en hacer su propia marca. Bikinis, vestidos, y Pachi quería hacer lycras con protección UV, una idea que se le ocurrió porque es aficionado al Kitesurf. "De ahí también surge el nombre de la marca, Arubinha (paraíso pequeño en portugués) es una laguna ubicada a una hora y media de Buzios donde se practica kite", cuenta Rodrigo. Los papás de Florencia ayudaron con la inversión inicial para la compra de las máquinas de corte; ella recorrió fábricas de tejidos de Sao Paulo y el sur de Brasil buscando materiales nobles y de buena calidad; y Rocío empezó a trabajar con el diseño de las estampas. A fines de 2017 ya estaban listos para empezar a producir. "Es una producción muy Made in Brasil, con material y maquinaria, hasta el equipo de costureras es de acá. Todo artesanal y hecho con mucho amor, trabajamos en equipo, en familia, y eso se ve en el resultado final", celebra Flor.
Nace una marca: Arubinha
Empezaron la producción en su casa de Buzios, de dos cuartos. Uno de ellos fue ocupado por las maquinas, y en el living montaban y desmontaban las mesas de corte. "Fueron dos años viviendo entre la producción y los productos, las pelusas de la tela volaban por toda la casa, hubo días en los que comíamos parados porque no había lugar para más nada", recuerda Flor. Hace un año armaron el taller a pocos metros de su casa, y al fin pudieron volver las visitas de sus familias a Buzios. Sobre el estilo, Rocío dice que son prendas pensadas para la playa y el día a día, modelos sueltos, frescos, nada ajustado al cuerpo, y que las estampas que ella diseña son coloridos, alegres, con palmeras, flores, olas, hojas de bananero y de adán. Las telas de base mayormente son blancas, como las que usa en sus representaciones la diosa del mar Jemanjá. "A la hora de crear una estampa con Flor damos muchas vueltas, hay varias idas y vueltas hasta que Pachi desempata. De referencia tenemos algunas marcas brasileñas, porque Arubinha está dedicada al público de acá principalmente. Es donde estamos, donde producimos y donde nos vamos a quedar".
Más allá de las playas
Arubinha fue concebida originalmente para venderse en las playas. Empezaron con equipos de vendedoras argentinas en Buzios (João Fernandez y Geriba) y en Río de Janeiro (Tijuca, Ipanema y Leblon). Florencia también viajó e hizo muy buenas temporadas de verano europeo en Marbella y Tarifa -"llevo cuatro valijones de vestidos y me los sacan de las manos"-; y ya tuvieron ventas mayoristas a través de clientas a Estados Unidos, Italia y España. Arubinha se vendía exclusivamente de manera ambulante hasta que decidieron llevarla a Ilha Grande, en Angra Dos Reis, que no permite ventas en la playa por ser un parque estatal. "Abrimos el local en el centro turístico de Abraao en julio de 2019, para las vacaciones de invierno. No sabíamos que iba a pasar porque nuestra ropa siempre se había vendido en playas y porque en Ilha Grande no había nada ni parecido. Al final, tuvimos una respuesta increíble, fue un éxito rotundo, creemos que la marca compatibiliza perfectamente con el lugar", explica Rocío. Desde entonces recibieron propuestas para abrir otros locales en Río de Janeiro y en Parati, y su idea era abrir un segundo punto de venta a fines de este año, pero llegó el Covid.
La llegada del coronavirus
La pandemia cerró las playas de Río de Janeiro y prohibió el acceso a Ilha Grande durante cinco meses. Florencia y Pachi crearon una página web para paliar el encierro con ventas online, a domicilio; mientras Rocío en Ilha Grande estuvo con el local cerrado salvo por dos días, el Día de los Enamorados y el Día de la Madre, en el que atendió sólo a moradores. "Tuvimos mucha suerte y ayuda. El dueño del local no nos cobró tres meses de alquiler, y Mai, que es empleada y amiga, entendió la situación y aceptó una ayuda económica por debajo de su salario normal. Yo hasta ahora viví con los ahorros del verano, pero las expectativas no son muy buenas para lo que viene. Nosotros vivimos cien por ciento del turismo y no podemos esperar grandes cosas en este contexto de crisis mundial". El lado bueno de la moneda es que el equipo aprovechó para diseñar, confeccionar, ampliar las redes sociales y planear otros puntos de venta. Por su parte, Flor aprovechó el parate para dedicarse a surfear.
Desde el fin de semana pasado Ilha Grande volvió a recibir ferrys con turistas, y con ello Rocío abrió las puertas del local. En Buzios y Río de Janeiro, Flor y sus equipos de vendedoras volvieron a caminar las playas. "Apenas se pudo, me fui con Flor a vender en Barra da Tijuca, de 10 a 16 horas, algo que llevaba muchos años sin hacer. A ella le encanta y mi, para nada, soy muy blanca y la paso mal todo el día bajo el sol, cargando bolsos con diez kilos en ropa, más la arara repleta de prendas. Si a eso le sumas los lentes de sol, el protector y el barbijo… ¡sólo voy a decir que no es un trabajo para cualquiera! De a poco, los destinos en Brasil se ponen en marcha y Arubinha se prepara para una nueva temporada.
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