Mauro Lombardo es un pibe de Buenos Aires que, frente al micrófono (y frente a la cámara), se convierte en Duki: un público teen agotó las entradas de su primer teatro Gran Rex para verlo a mediados del mes pasado. No se había bajado del escenario y ya estaba anunciando una gira por España. Y mientras tanto, salían a la venta los tickets para su primer Luna Park, en octubre. No editó un disco, pero sus canciones giran en YouTube y rompen la barrera del millón de vistas. De momento, es el rey en el expansivo territorio del trap argentino. Y apenas tiene 22 años.
Pero ¿qué es el trap? Principalmente, es una paleta sonora. Es un subgénero del hip-hop más sucio, más electrónico, que ha conquistado a los más jóvenes porque está emparentado con el EDM, esa electrónica de bajos pesados para estadios, que patentó el productor Skrillex en los últimos ocho años. Hay rimas, a veces logradas en la combustión espontánea del freestyle. Frases que fluyen a velocidad asombrosa, pero también balbuceos. También, rápidamente, el trap se ha mezclado con el reggaeton. Como un nuevo pop. O el nuevo rock. En nuestro país explotó de punta a punta, aunque apenas se asome en las radios. Aunque viene cruzándose bastante con la escena del rap, en menos de un año parece haber ocurrido un big bang expansivo. Los teatros. Los estéreos. Las escuelas. Los teléfonos. Los timelines de las redes sociales.
Como género, el trap surgió como un hip-hop más agresivo (de finales de los 90), producido principalmente con una máquina de ritmos. Sin embargo, este nuevo viejo sonido es ya un lenguaje global y juvenil, con una refundación que lleva unos cinco años. En cada lugar le ponen su acento. Desde España, fueron Los Pobres (una crew fundacional antes conocida como Pxxr Gvng), desde China, los Higher Brothers y, por supuesto, desde Estados Unidos, todo una constelación de estrellas, que va desde Gucci Mane y Rick Ross hasta Travis Scott. Y las figuras del pop como Beyoncé o Shakira también son atraídas por la fuerza de gravedad del género y terminan trabajando con ese sonido. Aquí, el trap ha coronado en todos lados, en todas las escalas.
Además del Duki y de su escudería Modo Diablo (con el enfant terrible Neo Pistea, Ysy A y Luchito), en el Cono Sur hay un buen puñado de artistas que dialogan de igual a igual con los capitanes del género. Y hacen escuchar su voz. El tándem Marcianos Crew & KMD Label, que ya tienen toda una trayectoria. Proyectos explícitos como El Doctor. XXL Irione, con una impronta un poco más barrial. El cordobés Paulo Londra que también ya se encamina a conquistar Buenos Aires. Al mismo tiempo, aparecen las primeras bandas como Ca7riel, Jvlian y el sonido se filtra en las producciones de rock local.
Con su propia fórmula y desde la zona obrera de Pacheco, en el GBA, brillan las canciones de Malajunta, también conocido como el Joven Sandro. Con origen en el génesis de las batallas de rap, pero con un largo recorrido y una visión particular como cronista desde la periferia urbana, Malajunta pule un repertorio sólido y sus conciertos ya tienen una impronta propia de jolgorio y jarana. Su disco El amor no muere y vos te querés morir pinta aguafuertes alrededor del amor honesto y libre, así como también vuela caretas y representa el sacrificio del barrio.
El mercado iberoamericano está en ebullición: Colombia y Puerto Rico son verdaderas factorías para fabricar hits, entrenados en la edad de oro del reggaetón. La producción serial de canciones con destino de tope de los charts encuentra sus nombres propios: Farruko, el más romántico Ozuna y el mismísimo Bad Bunny, quien detonó el género y, a mediados del mes pasado llenó tres Luna Park, ya está trabajando con un puñado de veinteañeros al frente de Mueva Records. Comandado por Omar Varela (un productor y CEO de 19 años), Mueva es el cabo Cañaveral para los primeros hits del trap local. Ahora, con un formato de tour llamado Mueva Fest, la escudería recorre todo el país, con los artistas más jóvenes como 7 Kayne, Ecko (no se pierdan su tema "Dorado") y el MVP, llamado Khea, el Young Flex.
Khea tiene 18 años recién cumplidos. Se prueba unos tapados de piel sintética, en el backstage de la grabación del video de "Mi Cubana". Y reflexiona sobre el momento que está viviendo: "Veíamos que se venía algo con nuestra música. Esperaba que pase, pero no tan rápido. Pensé que había que pasar por más cosas. En cuatro o cinco meses... ", dice. Y deja la frase por completar. Pero habla de esto: siete fechas en una noche, salas llenas en Salta y Mar del Plata, entre otros puntos del país. Son cosas que quizá no hubiese imaginado cuando era simplemente Ivo, un chico de Virreyes. "Yo escribo desde los 10. Hacía letras de reggaetón y de tango. Mi familia siempre tuvo como hobby la música. Mi papá tocaba rock and roll en Los Errantes". Ivo escuchaba Arjona o Reik, pero de prontó se cruzó con el reggaetón: "Fue lo que más escribí hasta que descubrí el trap. Me rompió la cabeza. Es un género que te pegaba en la cabeza y en todo el cuerpo".
Ahora es Khea, bro. Sus estribillos se pegotean en los oídos de esta generación. "Yo no hago tanto trap, lo mío es más en este estilo. Romántico y explícito". El hit del momento, es "Loca", que fue versionado por Bad Bunny y pasó los 100 millones de vistas en YouTube. "Es una loca... me manda vídeos al snap mientras se toca", dice la letra. Hacer estribillos pegajosos es parte de su incipiente talento. ¿Y cómo surgió la letra? "Llegué muy tarde a mi casa y mi vieja empezó a decirme cosas. Y le seguí dando vueltas a esa frase, hasta que salió la canción". El tema es una bomba que incluye al Duki y, quien le puso la voz a la "Loca", es Cazzu, quien asoma como la reina del género. Llegada desde Ledesma, Jujuy, es muy relajada debajo del escenario. "La chica que está al mando de la situación", se define. Un perfil, que se pudo haber pulido en los años que lleva en los ásperos vericuetos de la movida tropical. "Estuve dolida por completo. En un momento me decidí por el reggaetón...". En 2014, ya empezó a cruzarse con el trap y su canción "Killa", le ganó el trono. Carisma, un matiz r&b y una sensualidad a la criolla, le dan un matiz propio, entre otras artistas como Dakillah, La Joaqui (ver Los Nuevos, Brando 146), Vanina, la promesa Lisad, por nombrar algunas nuevas voces que asoman.
"Estoy haciéndolo hace poco y me sale bien", dice Kaktov, uno de los jóvenes talentos, en su ultrapegadizo "Kongo". Este tatuador de Ingeniero Maschwitz se mete en el juego con esa canción. Y uno se pregunta si este suceso tendrá una parábola tan rápida como la de su subidón.
La mayoría de los cantantes se incubaron en las batallas de freestyle. Allí se amasó una multitud que se multiplicó en las redes y hoy es público que llena los teatros y que cuando alcance la mayoría de edad, irá a verlos a las fiestas que abundan. Florecen las fiestas del trap, o cualquier discoteca que se precie de tal, tiene su bloque. La cercanía con el público ("el que hoy es una estrella estaba freestyleando en la plaza conmigo, y lo sigo en instagram"), potencia esa retroalimentación. El trap local parece estar haciendo su carrera de liebre y tortuga con el hip-hop.Claramente, el pop de esta época juega con la ventaja de las plataformas digitales. A diferencia de otros géneros que editan CDs, la obra es un fluido constante en forma de videoclips e stories de instagram. En este momento, no importa cuando leas esto, un video de trap está siendo subido a YouTube y pronto llegará a los millones de vistas. A cientos de millones de vistas.
¿Y qué quedará? Todavía es un misterio. Probablemente, dure lo que dura una moda. ¿Tienen el género y sus artistas mucho más para aportar? ¿Si mañana se termina internet, alguien silbará estas canciones?
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