De los puntos al obstetra: el puerperio y las primeras despedidas
Ya no veo más asomar un hilito negro cada vez que miro mi panza. El jueves pasado, sin esperarlo, me desprendí de los puntos. Me cuesta asumir que tengo una cicatriz "para toda la vida" y no tiene que ver con el dolor que sigue estando y sucede a cualquier operación: frente al espejo recorro con la mirada una línea que me cruza, que casi no se nota pero existe. Durante mucho tiempo escuché las historias de cesáreas versus partos fisiológicos y si bien nunca tomé partido obsesivamente por una u otra forma de traer una hija al mundo, muy adentro mío estaba la convicción de que mi cuerpo iba a actuar de la forma más natural posible. Primera gran enseñanza: las cosas suceden más allá de mi.
Entre las novedades del puerperio de estos días está el cambio de personajes principales. En cuestión de días el obstetra, mi persona de referencia, desaparece de escena."Te veo en 25 días para darte el alta; después seguís con tu ginecóloga". Así, sin más, asisto al cierre de un capítulo de meses que incluyó un casting de siete obstetras y una final peleada entre dos finalistas.
Hoy mi novedad es la pediatra, a quien menciono varias veces al día mientras repaso mentalmente sus notas visualizando el cuaderno que llevamos a la consulta. De repente siento que me cambiaron la escenografía: en este nuevo consultorio hay otros cuadros y otra recepcionista peleándose con la prepaga, aunque la espera es la misma. Sigo sentada en sillas durante horas pero esta vez no me llaman por mi nombre: respondo a dos identidades y deletreo un nuevo apellido con la naturalidad con la que hasta hace días dictaba las once letras del mío.
Si la maternidad es completamente un mundo nuevo, sus tiempos son también otros. La medida de todas las cosas es ahora más pequeña. Los días pasaron a ser registros de minutos, y mis [nuestros] logros se miden en gramos bebé aumentados. Estuve cuatro días dedicada solamente a engordar a mi hija , y se me ocurre que Cuestión de Peso podría existir en formato bebé: madres obsesionadas por ver los números subir en una balanza, niños cachetones por los que votar vía SMS. Cuando el pediatra me dice que no solo alcanzamos el peso de nacimiento sino que lo superamos, tengo ganas de llorar y me imagino abrazada a un ramo de flores, en un podio: "se lo dedicamos a los que nunca dejaron de confiar en nosotras". Nota mental 1: No usar siempre el plural, si me preguntan "¿cómo estás?" responder por mí primero y después hablar de ella.
Más allá de no dormir, me siento como en las vacaciones, sin referencia de un lunes desde donde arrancar a medir la semana. En las madrugadas leo tanto que creo que mi sección "sin leer" de la biblioteca va a desaparecer pronto. Hay otros cambios en mi vida: las personas cercanas dejaron de ser llamadas simplemente por su nombre: ahora me refiero a ellas con el título de tía o abuela. Me hacen ver mis hermanas que nuestra mamá se refiere a sus propios hermanos como "los tíos". ¿Dónde quedaron los otros puntos de vista? El mundo parece medirse desde la perspectiva de mi bebé. Nota mental 2: intentar no llamar a mis hermanas solamente "tía A" o "tía C", ir alternando.
Invento canciones muy buenas durante la noche y a la mañana ya no las recuerdo. También escucho que mi pareja canta temas nuevos y prometo anotarlos para reirnos en el futuro, pero estoy muy cansada y prefiero dormir tres minutos más. Hace algunas noches tuve una pesadilla: me habían robado de la clínica la jirafa Sophie, ese objeto aspiracional hermoso que ansío tener desde que quiero ser madre. La idea de haberla perdido es tan traumática que despierto a mi novio que me asegura que está en la habitación, sobre un estante. Me levanto y ya está amaneciendo. Veo asomar en la biblioteca unas orejas de jirafa entre muchos osos heredados: todo está en orden.
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