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Valeria Sen estaba impactada. Salió a caminar por las calles argentinas y una sensación extraña invadió su cuerpo. Tranquilidad, eso es lo que percibía. Su estado de alerta habitual había desaparecido y, de pronto, se sintió segura. Tal vez para los peatones que la rodeaban sonaría algo extraño, ¡¿Buenos Aires, segura?!, pero lo cierto era que en México ella caminaba con mayor tensión.
“Mis primeras impresiones en Argentina fueron muy lindas”, asegura. “Me asombró la calidad de vida. Vengo de la Ciudad de México, que es mucho más caótica que cualquier lugar de la Argentina. Tal vez tenga que ver con el hecho de que cada uno conoce a su país como es y se cuida de determinada manera; en mi caso, Buenos Aires me transmitió un estado mucho más sereno que el entorno que había dejado atrás. Recuerdo que me asombró poder caminar sin miedo”.
Irse de México: “Mudarme de tierra o casa me genera satisfacción”
Tal como sucedió con tantos otros inmigrantes, Valeria llegó a la Argentina por amor. Mantenía una relación a la distancia que había cumplido el año y, un buen día, motivada por su espíritu aventurero, decidió instalarse un tiempo en Buenos Aires para averiguar qué más había tras aquellos ojos que la habían enamorado.
Dejar su México natal en esa oportunidad fue sencillo: aquel viaje no tenía sabor a permanente, simplemente quería saber cómo seguiría su historia y si el amor, en lo cotidiano, sería capaz de perdurar.
“Cuando conté que dejaba México la familia lo tomó bien, porque siempre fui una persona independiente y segura de mis decisiones. Por mi parte, estaba emocionada por conocer un nuevo lugar y comenzar a formar vida de una nueva manera. Mudarme de casa o de tierra a mí me genera satisfacción, emoción e incertidumbre positiva. Y, en aquel momento, al no proyectarlo como permanente, no estaba contrariada”, rememora. “Cuando me casé sí me cayeron todas las fichas juntas y me di cuenta de que no había vuelta atrás. Estaba por formar una familia, pero lejos de mi país. Por supuesto, aquella instancia fue agridulce. Quien más lo sufrió fue mi abuela, con quien tenía un vínculo fuerte”.
Argentina: pagar derecho de piso, aceptar hábitos y costumbres, sumar amores
La mudanza era definitiva. Valeria ya no era una simple visitante de tiempos prolongados, sino una nueva residente en una sociedad que amaneció bella, aunque impregnada de desafíos.
Los primeros tiempos fueron intensos, salpicados por instancias maravillosas y momentos de mayor complejidad; empezar de cero poseía la magia del lienzo en blanco, pero también traía consigo evidentes dificultades, donde extrañar parecía inevitable: “Tuve que pagar el derecho de piso”, manifiesta. “Es lo que pasa cuando cambias de lugar”.
“Me asombraron las formas que tienen de comunicarse los argentinos con las personas. Te dicen las cosas de maneras más fuertes, más directas que en México, es un poco impactante. No fueron malas experiencias, sino algo distinto”, continúa. “En relación a las costumbres, no las veo ni positivas o negativas, simplemente son, uno las acepta, las incorpora si lo desea o las deja pasar. He incorporado algunas costumbres argentinas, pero conservo mis raíces mexicanas y me pone orgullosa tenerlas apegadas y que mi hijo las reciba también”.
“Sin dudas, en Argentina he logrado construir una familia hermosa, conocer gente admirable y formar amistades que han estado en las buenas y las malas. Creo que más allá de mi esposo, mi hijo, mi núcleo, he podido crear vínculos que son familia. No dejo de extrañar, pero soy afortunada de sumar amores”.
Calidad humana en Argentina y el mundo: una construcción recíproca
Para la mexicana, sin embargo, una buena calidad humana no es una cualidad privativa de ningún país en específico, sino de las personas. Desde muy joven, tuvo la oportunidad de viajar y conocer otras culturas y, gracias a aquellas experiencias, comprendió que hacer comparaciones carecía de sentido.
A su vez, permanecer a la espera de que otros se comporten de maneras determinadas, para Valeria nunca resultó ser una buena estrategia a la hora de medir y juzgar a las culturas en relación a su calidez y apertura: “La calidad humana la mido por cómo es la persona con uno, que se desprende de una reacción simultánea a cómo uno es con el otro”, expresa al respecto.
“Conocí hermosas personas en la Argentina, pero siento que tuvo que ver también con mi propia entrega. La calidad humana se construye desde la reciprocidad”, observa con una sonrisa. “He aprendido que en la vida estás con las personas que te hacen sentir bien, y los que no, prefieres que sigan su camino. Y eso me pasó en Argentina, México o Italia y creo que pasa en cualquier lugar del mundo. Eso hace que la vida sea más sencilla y que aprecie cada vínculo que voy incorporando”, continúa.
Emprender en la Argentina: “Quiero una educación Montessori para mi hijo”
Dar y recibir, en un círculo virtuoso, siempre fue esencial para Valeria. Argentina le había abierto los brazos y, naturalmente, ella se propuso ofrendar desde un espacio que la apasiona: la educación.
Noordwijk Montessori School en Del Viso, provincia de Buenos Aires, nació diez años atrás, cuando Valeria se dispuso a trazar el camino de la educación de su hijo. Al haber recibido una formación Montessori desde la infancia y haberse perfeccionado con estudios en el campo en Italia, no tenía dudas: quería que su hijo creciera con los mismos valores.
El método Montessori, ideado por la educadora y médica italiana María Montessori a finales del siglo XIX, nació con la intención de adaptar el entorno de aprendizaje del niño a su nivel de desarrollo, a fin de liberar el potencial de cada uno en un ambiente preparado y lograr un máximo grado en sus capacidades intelectuales, físicas y espirituales.
Así, para María Motessori, al igual que para Valeria, la escuela no es “un lugar donde el maestro transmite conocimiento”, sino “un lugar donde la inteligencia y la parte psíquica se desarrollarán a través de un trabajo libre con material especializado”, siempre contemplando aquel principio de reciprocidad que la mexicana abraza desde su infancia.
“El camino para formar Noordwijk Montessori School fue lindo, de mucho trabajo, muy duro, de esfuerzos y estoy feliz de lo que hemos logrado”, cuenta con orgullo. “Para mí era impensado llevar a mi hijo a un colegio tradicional, entonces surgió la oportunidad de formar esta escuela y hacerla crecer, y compartirla con muchas familias que acompañan esta forma de escolaridad. El proyecto inicial solo contemplaba jardín de infantes y, a medida que pasaban los años, los padres comenzaron a solicitar los otros niveles. Con el tiempo, incorporamos primaria y, ahora, ya ofrecemos hasta tercer año del secundario. Esta travesía tuvo frutos hermosos, cumplimos diez años y nos ha dado muchas satisfacciones. Nos encanta trasmitir la pasión por la educación a todos los que se acercan”, agrega.
México y Argentina: elegir lo mejor de los dos mundos
Valeria lleva trece años viviendo en la Argentina. Llegó por amor, pero también eligió a su tierra adoptiva. Aceptarla e integrarse a su nuevo suelo, la alentó a entregar sus propios conocimientos y su corazón; la inspiró a construir y sembrar con la esperanza de dejar huella.
Aun así, México permanece siempre en sus pensamientos; las raíces no se debilitan, viven intactas, y las lleva con orgullo y agradecimiento.
“Después de tantos años sigo teniendo una mezcla de emociones fuertes cuando vuelvo a México, en especial cuando toca la despedida. Porque volver a las raíces siempre me nutre, me llena de amor y de satisfacción”, dice emocionada Valeria, quien a pesar de su procedencia se considera ciudadana del mundo.
“En tierra argentina aprendí a vivir lejos de mi familia de origen, pero estar para ellos: encontré nuevos caminos para acompañarlos, aunque no pueda abrazarlos. Y aprendí que los momentos en los que estamos juntos son momentos especiales”.
“Siento que mi experiencia argentina me enseñó a elegir la vida que quiero vivir y a entender todas las miradas y pensamientos. Tener un colegio y estar en contacto con tantas personas diferentes nos alienta a ser más empáticos, a entender las diversas necesidades”, continúa. “A su vez, y es algo que sigo trabajando, aprendí a valorar lo que tengo para dar y entender que el camino debe ser recíproco. Y, sin dudas, aprendí a apreciar lo que tengo acá y lo que el país tiene para ofrecerme. Cuando viajo a México me encuentro extrañando muchas cosas de Argentina y, por supuesto, viceversa. Creo que ahora tengo lo mejor de los dos mundos y elijo quedarme con lo mejor de los dos mundos”.
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Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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