A pesar de sus diferencias, al fin y al cabo los instrumentos musicales y los utensilios de cocina son medios de expresión artística. Por eso, no extraña que haya músicos que también se dediquen a la gastronomía. Así, en cuarentena, dos emprendimientos con delivery, Strummer Bar y Shleper, sirven como canal para que músicos imposibilitados por ahora de volver a las giras no solo encuentren una necesaria vía monetaria sino también, a su modo, terapéutica.
Cocina de bodegón y punk rock
Strummer Bar (@strummerbar), el proyecto gastronómico de Luciano Scaglione y Leo De Cecco (bajista y baterista de Attaque 77 respectivamente) tiene una historia previa a la pandemia. Abrió en 2018 con la idea de traer a Buenos Aires un modelo que los músicos habían visto en Europa: el de sala de conciertos pequeña con mesas para sentarse y disfrutar de algo rico.
"Fue una sumatoria de experiencias y recorridos, de viajes donde nos la pasamos comiendo y bebiendo -a veces más bebiendo que comiendo- y siempre disfrutando mucho el producto local", cuenta Luciano, quien estudió la carrera de Profesional Gastronómico y también se formó como sommelier. Leo, por su parte, ya tenía experiencia previa como propietario de bares.
Con ese modelo de funcionamiento, la pandemia rompió no solo una sino dos patas: sin poder recibir bandas ni comensales, Strummer entró en un paréntesis de dos meses que encontró a los músicos "shockeados, sin saber qué hacer".
Sin embargo, eventualmente decidieron volver a cocinar por la simple idea de seguir presentes en la vida cotidiana de sus clientes, al menos de manera simbólica. Y, poco a poco, vieron una oportunidad para ampliar la carta. "Le agregamos platos a nuestras propuestas: guiso de lentejas, una buena pasta cortada a cuchillo, un sándwich de milanesa que está buenísimo, fuimos sumando cosas que tal vez antes no teníamos porque la idea era hacer una gastronomía bien de bar", describe Leo. Dentro de esas novedades, Luciano eleva al goulash con spatzle como el nuevo gran éxito: en cocción lenta durante dos horas, pega justo en ese lugar reconfortante que la panza y el corazón buscan en cuarentena.
"También mantenemos platos que teníamos desde antes, como el sándwich de carne desmechada o el vegetariano de ratatouille y muzzarella con pan integral", agrega. "Pero queríamos jugar con lo que nos gusta, que es la cantina y el bodegón".
Mientras tanto, Luciano y Leo planean -cuando la flexibilización de actividades lo permita- que Strummer vuelva a ser hogar de conciertos que se transmitan vía streaming. Y, por ahora, apagan la ansiedad de la quietud, enemiga de todo músico, encendiendo los fuegos.
"No podemos tocar y esto nos dio una mano psicológica muy importante", subraya Luciano. "Nos divertimos los fines de semana, ponemos la cabeza en un lugar más sano frente a la angustia que nos genera toda la situación. Cocinamos, estamos unas horas juntos, charlamos, escuchamos música y tomamos unas cervezas".
Las recetas de la "mamele"
Hasta que empezó la cuarentena, Edu Schmidt - ex Árbol y actual solista- sólo había puesto en juego su formación gastronómica puertas adentro. Cuando el coronavirus pausó las giras, encontró que se sentía más a gusto con las manos en la masa que sobre el violín o el micrófono. Mientras tanto, desde el otro lado de WhatsApp su mamá le enviaba recetas y consejos sobre cocina judía.
La semilla terminó de tomar forma con la edición de su nuevo álbum, Croto: para ponerle un poco de sazón a la difusión, Edu decidió enviarle comida casera a modo de souvenir a varios periodistas musicales.
"Luego vimos que la cocina judía que llegaba a nuestra zona no era tan rica como lo que cocina mi vieja", describe el músico. También recordó la curiosidad que despertaba en sus amigos de la infancia la comida que se comía en su casa, y pensó que tal vez había muchos más allí afuera que compartirían esa fascinación.
Así nació Shleper (que, justamente, significa "croto" en idish), el emprendimiento de delivery que durante su dos primeros meses de existencia tuvo a Edu y a su pareja, Luján, trabajando jornadas extenuantes de hasta 15 horas.
"Nos servía para no poner la cabeza en el coronavirus pero nos fuimos para el otro lado", admite. "Ahora logramos acomodarnos, conseguimos proveedores con más calidad y menos costo. Tratamos de tener todo en stock para que, si alguien está con hambre, pueda comer nuestra comida en el día".
A un repertorio de delicias tradicionales judías como knishes de papa, boios de verdura, pletzalej con pastrón, hummus, falafel, strudel y leicaj, luego se le agregaron los "Martes Goy", con platos fuera del canon. La primera edición fue con bondiola a la cerveza, la segunda con pollo frito con papas y salsa barbacoa, y la idea es repasar cocina española, italiana y oriental, o recetas a pedido del público.
Bajo la premisa de "invadir el mundo de knishes" que Edu eleva como lema de Shleper (@shlepercocina), se reserva uno o dos días al mes para hacer entregas en las zonas norte, sur, este y oeste del Conurbano bonaerense. Además, de la mano del rol de Luján como trabajadora social, junto a la organización La Poderosa están diseñando un proyecto para llevar música y recetas a barrios populares.
"La cocina judía nació en la guerra, en épocas de hambre y donde no había plata. Por eso concebimos algo que pueda llegar a todos, más en cuarentena cuando estamos en la trinchera sobreviviendo", resume Edu.
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