De Eslovenia a Miramar: la curiosa historia de José Zurga, pionero del surf en la Argentina
Fue el primero en “bajar una ola” y en fabricar una tabla con un método inusual, inspirado en un afiche publicitario
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Cerca de cumplir 80 años, José Zurga dice que ya no surfea, pero que apenas vea una olas tranquilas en el horizonte lo va a intentar de nuevo.
La última ola la montó hace un par de años, poco antes de romperse el hombro mientras esquiaba y de quebrarse la cadera, después, en un accidente doméstico; un traspié del cual, cuenta, está repuesto.
“Estoy esperando el día con olitas más chicas y me voy a meter”, dice a LA NACIÓN. “Cuando estás con la tabla, cambiar de la posición acostado a parado es un saltito nada más”.
“Miramar tiene muy buenas olas todo el año, y en otoño vienen las mejores”, asegura con un pronunciadísimo acento eslavo que no se le ha ido ni aun después de vivir más de 60 años en el país.
Guardavidas retirado y pionero del surf en la Argentina, Zurga nació en Eslovenia y llegó a Buenos Aires en 1958, sin hablar español y sin saber nadar. Vino tras los pasos de su padre, que se había radicado, unos años antes, en la localidad de Mar del Sud, después de la Segunda Guerra, para trabajar en la construcción de viviendas.
“Tenía 17 años y tuve la suerte de conseguir trabajo como carpero en un balneario. A la temporada siguiente ya sabía nadar y empecé a trabajar de guardavidas. En esos tiempos barrenábamos las olas con una tablita de madera y al surf solo lo conocíamos por fotos”.
Los estudiosos dan por contado que el origen del surf argentino se inició en 1963 en Mar del Plata, una ciudad balnearia del sudeste bonaerense, cuando Daniel Gil y “los chicos de Buenos Aires” trajeron los primeros tres longboards importados desde Perú, donde el deporte se practicaba desde los años 40.
Pero, en paralelo, 50 kilómetros al sur del Cabo Corrientes, en el balneario Parque Mar de Miramar, José junto con otros “chicos de Buenos Aires” también pretendían surfear olas, solo que no tenían con qué, por eso intentaron fabricar el primer longboard de la historia argentina, que ellos simplemente llamaron “tablón”.
“No conocíamos la técnica del surf, no habíamos visto películas para observar los movimientos, no sabíamos cómo bajar una ola. Tampoco sabíamos de qué material estaban hechas las tablas ni qué medidas tenían”, recuerda.
Durante dos veranos, Zurga junto con Juan Zolkowski, Eduardo Baleani, Wiperling, Juan Carlos Colubi y Peter Volker comenzaron los experimentos para construir un “tablón”; ellos sabían que en Mar del Plata ya intentaban realizar réplicas de las tablas originales, y que hasta tenían planos importados de California, Estados Unidos, pero en Miramar ni siquiera tenían una tabla original para copiar, de manera que, inspirados en un afiche publicitario, hicieron algunos cálculos proporcionales para “sacar” las medidas.
“Las medidas las sacamos del afiche de un bronceador que mostraba a una chica parada al lado de una tabla. La cuenta fue así, si la chica medía 1,60/70, la tabla en proporción tendría 2,60/70, y para el ancho usamos la misma técnica. Nuestra tabla midió entonces 2,60 de largo por 0,50 de ancho”.
Pero, cuando el “tablón” estuvo listo -era de telgopor con una plataforma de madera, forrado en lona- se dieron cuenta de que “era muy pesado y además le entraba agua. A veces teníamos que pedir ayuda para sacarlo del mar”.
Entretanto, los “otros” chicos de Buenos Aires, como Juan Bachmann y los hermanos De la Orden, llevaron los primeros longboards a Miramar, también de composición casera. Corría diciembre de 1964 y ahora tenían las tablas, y todos los del grupo intentaban domar las olas, turnándose, en el balneario Parque Mar.
“La experiencia fue frustrante. Pararse era imposible”.
Ese año -enero de 1965-, los porteños se volvieron y nadie había logrado pararse en la tabla, no solo porque empezaban intentándolo por la espuma de la ola rota, en lugar de tomarla cuando se estaba formando, sino también porque trataban de pararse en dos tiempos, primero arrodillándose sobre la tabla.
José corría con ventaja, vivía en Miramar y podía seguir practicando, pero no conocía la técnica del movimiento, y el truco para pararse parecía imposible de resolver. Hasta que, “por casualidad”, en febrero de ese año, proyectaron una película en el cine Atlántico que tenía varias escenas de surf.
Era la época dorada de las películas de playa en Hollywood y la música de The Beach Boys acompañaba una incipiente cultura que se hacía cada vez más grande en el sur de California, pero también en Perú y Australia.
“Fui a ver la película solo por el afiche, que tenía a un surfista en primer plano. Fue la primera vez que vi el surf en movimiento”, cuenta José.
Observó al detalle cómo los surfistas remaban la ola, mucho antes de que reventase, algo que ellos no hacían. Además vio que le ponían algo a la tabla para no resbalar (parafina).
“Le empecé a poner cera de vela a la tabla y después de tres días intentándolo, pude bajar la primera ola que se surfeó en Miramar”.
José Zurga y la leyenda del Pomol en Miramar
“Cuando mi papá vino a Mar del Sud, mi madre, mi hermana y yo nos quedamos en Eslovenia, hasta que él pudo comprar una casita en Miramar. Yo no quería venir a Buenos Aires, no había montañas, no había nieve y era fanático del esquí”.
Por esas ganas internas de deslizarse sobre una superficie, Zurga se enamoró del surf, y no dejó de meterse al mar ni aún en invierno durante aquella década del 60, cuando lo trajes de neoprene eran gruesos, pesados y, sobre todo, onerosos: estaban reservados solo para los buzos profesionales.
Después de todo, José se había criado en los Alpes julianos, donde la temperatura oscila entre los 0°C y los 10°C, de manera que el mar argentino no le resultaba tan frío.
Una década más tarde, el esloveno y los “chicos de Buenos Aires” ya surfeaban como profesionales, hacían amistad con los marplatenses, con quienes además rivalizaban, y ya tenían determinados los puntos con las mejores olas de Miramar, como las rompientes de la calle 19 y de la calle 33, al norte del muelle.
“En la zona del muelle están las mejores olas, son grandes y rápidas. Ahí el mar está fuerte, pero teníamos un problema para ‘entrar’ remando, cada cinco metros que avanzabas, retrocedías dos, y era muy cansador”, rememora Zurga.
Por eso, se les ocurrió que lo mejor para llegar a la rompiente era tirarse al mar desde la punta del muelle y, desde ahí, remar hasta alcanzar la mejor posición donde sería posible agarrar alguna de las cuatro enormes olas de cada serie.
“Pero teníamos miedo, no nos animábamos a surfear ahí porque decían que bajo el agua había pilotes y columnas quebradas del viejo muelle y eso podría ocasionarnos un accidente grave”.
La suposición tenía sustento. Entre 1929 y 1931, el muelle de Miramar perdió al menos 80 metros de largo, tras una serie de furiosas tormentas, y quedó la extensión que actualmente tiene. Nadie podía asegurar qué tan sobresalidos del lecho marino podían haber quedado los viejos pilotes.
“El primero que se animó a saltar del muelle para surfear fue Ricardo Barsi y no le pasó nada. Con el tiempo, y como nadie tuvo accidentes, empezamos a correr las olas del muelle, y los marplatenses organizaron ahí el primer campeonato nacional de 1973″.
Nunca sufrió accidentes graves, reconoce José, salvo algunos golpes en la época en que se surfeaba sin pita, un accesorio que conecta el tobillo del surfista con la tabla y que empezó a usarse en Miramar a principios de los 70.
“Como no teníamos pita, cuando caías de la ola intentabas agarrar la tabla como sea, para que no se escape hacia la orilla; una vez me golpeó fuerte y me fisuré las costillas, pero no fue grave. Otra vez, un longboard me pegó en el oído y me perforó el témpano, pero me recuperé rápido”.
Con el tiempo, Zurga y la banda de surfistas locales comenzaron a fundar clubes de surf y a organizar y participar en diferentes campeonatos. El esloveno salió primero en siete torneos locales, entre 1970 y 1983; fue subcampeón nacional en 1973 y quedó primero en el Campeonato Internacional para el Centenario de Mar del Plata en 1974.
Por esas épocas, ellos ya surfeaban en el peligroso lado sur del muelle, donde también hay olas grandes y rapidísimas, pero acompañadas de muchas rocas. Una vez, Zurga quedó atrapado entre las olas y las columnas del muelle, “pero tuve suerte y no me pasó nada”.
A ese lugar, tanto los surfistas locales como quienes visitan la ciudad frecuentemente para surfear, lo conocen como El Pomol.
Ese nombre fue un homenaje a José de parte de sus amigos, con el famoso Negro Bermúdez a la cabeza, por considerar al esloveno como el auténtico pionero del surf en Miramar.
Pomol quiere decir, en esloveno, “muelle”.
Zurga, el primer surfista de Eslovenia
José conoció a su mujer en Miramar. Ella vivía en Buenos Aires, pasaba los veranos en Parque Mar y, casualmente, también era descendiente de eslovenos.
Juntos tuvieron tres hijas, que no surfean “porque en esa época les daba vergüenza andar con la tabla”, pero, como él cuando era chico, esquían. Una de ellas es, incluso, instructora de ski en San Martín de los Andes, como si la tradición le hubiera pedido retornar a la montaña.
Zurga podría haber vuelto a vivir a Eslovenia, pero el mar ya lo había enamorado, y si bien eligió Miramar como su lugar en el mundo, viajó a otras costas buscando las mejores olas y en 1972 emprendió su primer viaje surfista a Perú.
“Las últimas olas buenas las corrí hace cinco años en México, donde hice muchos amigos. Argentina tiene muy buenos lugares para surfear: Mar del Plata, Miramar y Necochea son los mejores, y en El Pomol están las olas más grandes”.
“En Mar del Sud -17 kilómetros al sur de Miramar- hay un lugar que se llama El Remanso, que también es buenísimo para surfear, pero solo cuando el mar está alto”, agrega.
“En mis buenas épocas, por los años 80, podía quedarme todo el día dentro del mar, a veces no podía salir del agua de lo bueno que estaba. Siempre decís: ‘Agarro una buena ola más y salgo’, pero cuando agarrás una buena ola, querés agarrar otra más, y así te podés pasar todo el día”.
Reconocido como “una leyenda”, “el pionero” y “maestro”, tanto por el estado municipal de General Alvarado, cuya cabecera es Miramar, como por los surfistas más jóvenes, José ostenta otro título de precursor. También es el primer surfista en la historia de Eslovenia.
Una parte de esta leyenda viva está contada por él mismo en el blog 1970 Surf. Allí, como si fuera el prefacio de un deporte pero más que nada de un estilo de vida que lleva 58 años en la Argentina, Zurga menciona que él no estuvo solo en esto de “correr olas” en Miramar, e incluye como adelantados no solo a Bachmann por “traer la primera tabla” y organizar a “los chicos”, sino también a Eduardo Baleani, que tomó las primeras fotos de esta aventura, un hombre que es “tan fanático que hasta hace poco se lo podía ver surfeando”.
Párrafo aparte le dedica al tercer adelantado surfista, Eduardo Moldes, que falleció muy joven. “Su deseo era que sus cenizas permanecieran en la rompiente de Miramar”, cuenta.
“El deseo fue cumplido”.
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