De esclavos a esclavistas: la increíble historia de los siameses que se hicieron ricos y tuvieron 21 hijos
Así fue la curiosa vida de este par de hermanos que hicieron todo juntos
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Según la Real Academia Española, siamés significa “gemelo que nace unido por alguna parte de su cuerpo”. Pero, ¿no se han preguntado el por qué nació la palabra? El término proviene de una pareja de hermanos que vivieron en el siglo XIX en Estados Unidos.
En Siam, la actual Tailandia, Chang y Eng Búnker nacieron en 1811. Fueron hijos de un matrimonio oriundo de China y en su entorno eran conocidos como “los gemelos chinos”, debido a su genética.
Iniciar una vida en los Estados Unidos
Una tarde, cuando tan solo eran unos adolescentes, Chang y Eng Búnker salieron a nadar al río que quedaba en las cercanías del lugar donde vivían. En ese momento, se acercó un capitán que manejaba un barco estadounidense y, de la nada, decidió llevarlos a Estados Unidos.
“Fueron prácticamente vendidos por su madre. Y cuando llegaron a Estados Unidos los pusieron encima del escenario y los exhibieron como si fueran monstruos”, explicó Mundo Yunte Huang, autor del libro Inseparables: los gemelos siameses originales y su encuentro con la historia estadounidense.
Al llegar a dicho país fueron vendidos a americanos adinerados y los comercializaron como “gemelos siameses” por haber nacido en Siam. De ahí el término siamés. “Los trataban como esclavos, aunque técnicamente no lo eran, ya que habían firmado un contrato de 5 años”, comentó el autor.
Asimismo, “la audiencia les pedía que se quitaran la ropa para verificar que no había truco, los doctores los examinaron sobre el escenario. Nadie les trataba como si fueran seres humanos”, afirmó el escritor.
Estados Unidos: libertad y dinero
Chang y Eng, ya con 21 años cumplidos, se convirtieron en adultos bajo la ley americana. No obstante, pese a las precarias condiciones de vida en la que trabajaban en las ferias, decidieron mantenerse en la exhibición al público, pues sabían que era cuestión de tiempo para que se volvieran famosos y, por lo tanto, ricos.
“Chang y Eng eran personas muy inteligentes. De ahí viene mi fascinación por ellos”, explicó Huang. “Siguieron exponiéndose ante un público estadounidense que les veía como infrahumanos, pero esta vez ellos se quedaron con todo el dinero”.
También relató en su libro que ambos se dedicaron a permanecer en los escenarios y a hacer ‘giras’ en todo el país, aprovechándose de su condición física para ganar dinero a montones. “Fueron de escenario a escenario durante siete años e hicieron mucho dinero. Y luego se retiraron”, explicó.
Chang y Eng, ya retirados de las tarimas, eligieron vivir en el estado de Carolina del Norte, cuya legislación en la época permitía tener esclavos a aquellas personas que tuvieran los recursos para mantenerlos. Ambos ya eran ricos y, dadas las condiciones, tomaron ese rumbo y se convirtieron en esclavistas.
“En 1832 no había mucha inmigración asiática, así que en cierta medida se mezclaron con la población blanca. Los sureños les veían como ‘blancos honorarios’, ya que eran famosos y tenían dinero”, explicó Huang. “Así que se convirtieron en propietarios de esclavos, se casaron con dos mujeres blancas y cuando llegó la Guerra Civil mandaron a sus hijos a luchar contra los yankees del norte”, agregó.
Y es que, claro. Aquellos conocedores de la guerra civil norteamericanos saben que uno de los casus belli de dicho conflicto fue la búsqueda de la abolición de la esclavitud a nivel federal, lo que ocasionó diversos malestares en aquellos que tenían esclavos en su poder. Los siameses no fueron ajenos a esto, pese a lo paradójico que suene, pues cuando empezaron en las ferias, sus condiciones de trabajo eran muy similares.
Diez, más once: veintiún hijos
Estos hermanos eran tipos rebeldes, ya que desafiaron las leyes y decretos sociales que tenía la sociedad americana de ese entonces con respecto a la raza y el matrimonio.
Primero, lograron conseguir la ciudadanía estadounidense, lo cual estaba reservado para los hombres blancos libres, es decir, aquellas personas de sexo masculino y de piel caucásica que tuviesen tierras o empresas. Sin embargo, ambos ya eran considerados blancos honorarios.
Y segundo, decidieron casarse con dos hermanas norteamericanos: Adelaide (Chang) y Sarah Anne (Eng) Yates, lo cual estaba en contra de las leyes antimestizaje de los estados del sur de Estados Unidos. Los periódicos de la época no se quedaron callados y dedicaron un sinfín de titulares. No obstante, pensar en cómo serían las dinámicas de las uniones nupciales de dos hermanos siameses no debió ser cosa fácil.
Es por eso por lo que ambos matrimonios decidieron crear una rutina muy estricta: compraron dos casas a sus mujeres, a una milla de distancia de cada una, y acordaron que pasarían tres días en la casa de cada una. Además, según Huang, ambos tenían un protocolo en el momento de que cada uno tuviese relaciones sexuales con su respectiva mujer.
“Utilizaron la misma técnica que las hermanas siamesas inglesas Daisy y Violet Hilton, que vivieron en el siglo XX. Una de estas hermanas terminó casándose y, según cuenta en sus memorias, cuando la hermana casada estaba con su marido, la otra hermana se apartaba mentalmente de la situación: leía un libro o dormía la siesta”, explicó.
Pese a que suena algo complicado, esas estrategias tuvieron éxito, porque sus matrimonios tuvieron muchos frutos: Chang y Adelaide tuvieron 10 hijos, mientras que Eng y Sarah Anne tuvieron 11.
“No te vayas sin mí”
Ante el caso, la pregunta de que si los hermanos alguna vez consideraron separarse el uno del otro nunca puede faltar. Huang explicó que cuando pisaron tierras norteamericanas por primera vez, un reconocido médico de aquel entonces los examinó y llegó a la conclusión de que era posible separarlos, pero que la intervención quirúrgica era muy riesgosa.
No obstante, los hermanos también consideraron esa posibilidad antes de casarse, con tal de mantener una privacidad con sus mujeres. A pesar de eso, las hermanas Yates, según el escritor, los aceptaron tal y como estaban.
El desenlace de sus vidas terminó tal cual como empezaron: juntos. Chang tenía graves problemas con el alcohol, a diferencia de su gemelo, quien era una persona saludable. “Chang bebía a menudo, y su salud se deterioró con los años”, explicó Huang. “Terminó sufriendo un infarto y tuvo que quedarse en la cama. Esto significa que Eng no podía salir de la cama tampoco, aunque él estaba completamente sano”.
El 17 de enero del año 1874, Chang Búnker falleció postrado en su cama, provocado por un aneurisma, como consecuencia de su alcoholismo. Eng hizo lo propio una hora después, según Huang, por “el horror al verse atado a un cuerpo”.
No obstante, el propio autor explicó que los doctores tenían dictamen: “Los médicos especulan que Eng probablemente murió por pérdida de sangre cuando su sistema circulatorio bombeó sangre a través de los vasos sanguíneos que le conectaban con su hermano muerto y no recibió sangre a cambio”, dijo. Finalmente, en la autopsia de ambos, se reveló que sus hígados estaban conectados.
Sin duda, la historia de los hermanos Búnker puede dejar una lección muy importante: ver las adversidades como oportunidades de mejora. Pese a que ambos estuvieron pegados durante toda su vida y eran conciencias independientes la una de la otra, lograron tener una vida exitosa.
“Chang y Eng vivieron una vida extraordinaria. Y estuvieron juntos hasta el final”, puntualizó Huang, quien cerró la vida y obra de los primeros en ser considerados siameses en la historia.
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