Gary Anderson, quien lo creó hace más de cinco décadas, aseguró que siente orgullo de que tenga un uso universal
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En 1970, Gary Anderson tenía 23 años y estaba estudiando arquitectura en la Universidad del Sur de California, EE.UU. El 22 de abril de ese año se había celebrado el primer Día de la Tierra, un evento que llamaba a luchar por un planeta más verde y limpio para todos. Había sido ideado por el activista Gaylord Nelson tras un gigantesco derrame de unos 100.000 barriles de petróleo crudo que ennegrecieron las costas de Santa Bárbara, California.
El ambientalista valoraba a los estudiantes como agentes de cambio, así que quería que se involucraran en las campañas, en ese entonces radicales, a favor de buscar soluciones ecológicas a problemas ecológicos. Y, a veces, la mejor manera de llamar la atención del mundo era con diseños intrigantes.
Por suerte, la Corporación de Contenedores de América (CCA), en ese entonces el mayor fabricante de cajas de cartón corrugado de EE.UU., estaba encabezada por el industrial amante del arte Walter Paepcke, quien se mantenía a la vanguardia del diseño gráfico corporativo.
El resultado de la conjugación de esos factores fue un concurso: en los campus universitarios estadounidenses se pegaron carteles que invitaban a aspirantes a diseñadores interesados en el medio ambiente a que crearan un símbolo para usarlo en productos hechos de papel reciclado. Anderson se topó con uno de esos carteles.
“Era mi último año en la escuela. Cuando leí las reglas del concurso parecía que era algo que podía hacer sin demasiada dificultad”, le contó a Rachel Naylor de BBC Witness. El diseño ganador, explicaba el cartel, se convertiría en un símbolo de dominio público, lo que significa que estaría disponible para cualquier empresa que quisiera dejar claro que consideraba el reciclaje como parte vital de su proceso de fabricación. La idea era que pudieran hacerlo de forma sencilla, fácil y clara.
Inspiración
Anderson se puso a la tarea, contento porque “no necesitaba muchos recursos especiales, ni ayudas”, ni un equipo. “Fue antes de las computadoras, así que lo hice todo a mano con instrumentos de dibujo convencionales; escuadras, reglas, compases”.
Su principal inspiración fue la cinta o banda o anillo de Möbius o Moebius, una superficie de un solo lado que se puede construir tomando una tira de papel y dándole media vuelta a uno de los extremos antes de pegarlo al otro.
Esa sencilla maniobra crea un objeto que desde hace siglos ha sido un ensueño para los artistas y fascinado a los matemáticos. La primera vez que Anderson recuerda hablar de ella fue cuando estaba en la escuela primaria, mencionada en uno de los poemas del libro para niños de la era espacial llamado The Space Child’s Mother Goose, de Frederick Winsor (1958).
El verso, que se le grabó en la memoria, hablaba de un ratón que estaba caminando por una cinta de Möbius.
“La tira giró
El ratón se disolvió
En un salto cronodimensional”.
“Aunque era demasiado pequeño para entenderlo, más tarde investigué qué significaba todo eso, y quedé fascinado con el concepto desde entonces”, relató. “Tomé esa idea, pues me pareció que se relacionaba con reciclaje, porque si todo se recicla, parece que estamos reutilizando el mismo material una y otra vez”.
Otro recuerdo de su niñez también le sirvió de inspiración. “Como se suponía que este símbolo tenía que ver con papel reciclado, recordé un viaje escolar que hicimos para visitar un diario y cómo me llamaron la atención los enormes rollos de papel periódico que pasaban por rodillos mientras se introducían en la máquina de impresión”, contó. “Esos remolinos de papel y las partes rectas entre los rodillos también me dieron parte de la idea del símbolo”.
La primera vez
En menos de una semana Anderson ya tenía los tres diseños que presentó, todos variaciones sobre el mismo tema.
La CCA había reclutado un elenco estelar para juzgar la competencia, con personalidades como el legendario diseñador gráfico Saul Bass y el influyente diseñador de IBM Eliot Noyes revisando las aproximadamente 500 entradas.
Unas semanas más tarde recibió una carta diciéndole que había ganado. “Estaba feliz”, dijo, aunque reconoció que “tal vez solo por la arrogancia de la juventud” no se sorprendió: “cuando lo presenté sentí que era un buen símbolo”.
Los US$2500 que ganó los invirtió en su educación: se fue un año a la Universidad de Estocolmo en Suecia, a estudiar ciencias sociales.
Cuando regresó a EE.UU. consiguió un trabajo como arquitecto, pero no incluyó en su currículo el premio que se había ganado. “Temía que el posible empleador malinterpretara cuáles eran mis fortalezas y eligiera a alguien que claramente tuviera un fuerte enfoque en la arquitectura sin nada que lo distrajera”. El símbolo, entre tanto, había estado adquiriendo vida propia.
No había sido registrado y permanecía en el dominio público. Eso, junto con la simplicidad del diseño, significó que empezó a usarse en todo el mundo para significar reciclaje. Pero, pasaron años antes de que Anderson lo viera en uso mientras estaba de vacaciones en Ámsterdam, Países Bajos.
“Estaba caminando disfrutando del paisaje y doblé una esquina y había tres enormes contenedores de reciclaje en forma de iglú, azules, amarillos y rojos. Allí, en cada uno de ellos, estaba el símbolo del reciclaje ampliado al tamaño de una pelota de playa. Fue realmente asombroso verlos a una escala tan grande y en un país extranjero. Fue la primera vez que realmente comencé a pensar que la gente podría estar tomándolo en serio y que realmente podría ser más que algo que una compañía había utilizado con fines promocionales”.
Medio siglo después...
Más de 50 años después, el símbolo universal del reciclaje es tan reconocido en el mundo que Anderson incluso recibe correos de admiradores, “generalmente niños”. Por ser tan omnipresente, “como todos, lo doy por sentado”, señaló, “pero estoy orgulloso de que algo que creé se use tan ampliamente”.
“Lo que más me enorgullece es que creo que realmente contribuyó al cambio en la sensibilización de las personas. Cuando se hizo el concurso, mucha gente ni siquiera sabía lo que era el reciclaje. En aquel entonces nunca soñé que sería tan importante. Realmente no esperaba que pasara mucho con él después de que la compañía lo usara un poco en su empaque. Pensé que luego simplemente se desvanecería en la oscuridad”.
Pero ¿habrá sentido alguna vez que merecía más de los US$2500 que recibió? “Nunca. No solo esas eran las reglas del juego sino que si la gente tuviera que pagar para usarlo para abonarme algunas regalías, nadie lo usaría”.
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