¿De dónde nacen las ideas más brillantes?
Hace unos años, mientras navegaba en la Web, encontré una carta escrita a mano por Nick Cave en la cual invitaba a un amigo a estar agradecido por una lista enorme y multicolor de personas que habían influido en su arte. La carta, hoy propiedad del Centro de Artes de Melbourne, Australia, citaba a nombres como Elvis Presley, Nina Simone, Bob Dylan, ¡El Conde Drácula!, Mohamed Alí, Alfred Hitchcok, Orson Welles y Emily Dickinson, entre otros.
En una época en que las palabras "creatividad" e "ideas" son presentadas por universidades modernas, escuelas terciarias y oficinas de coworking como commodities que podemos adquirir en el puesto ubicado en el hall del teatro, es bueno pensar en cuánto inciden en nuestro crecimiento personal -y profesional- y cómo hacer para ejercitarlas. Y si el axioma sentencia que "una idea puede salvarte", ¿debemos sentarnos bajo un árbol a esperar que la epifanía caiga sobre nuestras cabezas con una receta mágica nunca antes conocida?
El blog Brain Pickings (brainpickings.org), de la periodista María Popova, se dedica a comprender los métodos de trabajo de artistas, científicos y filósofos. Allí conocí el concepto de "creatividad combinatoria", que supone que las ideas son todas de segunda mano y que nuestras creaciones estarán basadas en experiencias y conocimientos que fuimos acumulando a lo largo de la vida. Cuanto más curioso seas, más posibilidades tendrás de ser creativo o de generar nuevas ideas.
Alguna vez leí a Ray Bradbury decir que los saberes e intereses que adquirimos en el fin de nuestra infancia y preadolescencia son fundamentales en nuestra formación posterior. Tuve la suerte de ver a mi padre leer todas las noches antes de dormir y de compartir su pasión por Los Tres Chiflados y El Superagente 86. Y estoy seguro de que mi primera formación extracurricular -la exploración de los puestos del Parque Rivadavia- sigue influyendo en cada paso profesional que doy. Pero también supongo que con eso sólo no alcanza.
Solemos imaginar a la creatividad como el patrimonio de un grupo de iluminados que, una vez que parieron un pensamiento brillante, lo delegan a otro grupo encargado de ejecutar aquello que sus cabezas no les pueden proveer. De un lado, las cabezas; del otro, los músculos. El talento en oposición al esfuerzo. Nada más lejano de la realidad: desde Einstein hasta Fontanarrosa, las ideas más brillantes siempre nacieron del trabajo y la perseverancia. Ningún genio esperó a que su musa se despierte; si la encontró, fue en plena actividad. Lo explica Stephen King, en Mientras escribo. Y también Picasso cuando dijo que "para saber qué vas a dibujar, primero tenés que estar dibujando".
En 1984 -gracias a Thriller- salieron a la venta dos álbumes de figuritas de Michael Jackson: uno para completar de modo clásico y otro que venía con las figuritas incorporadas para llenar inmediatamente. Si el primero te obligaba a realizar un esfuerzo para lograr tu objetivo, el otro no ofrecía desafíos. Imaginen su cabeza como un álbum infinito que nunca van a poder llenar. En la búsqueda constante de la figurita difícil aparecerán otras nuevas, que los ayudarán a construir sus ideas y, eventualmente, su creatividad. Y, lo más importante, los alejará de quien venga a venderles un álbum que ya viene lleno desde la imprenta.