De Buenos Aires a Inglaterra y de allí a Bélgica. Una oportunidad la enfrentó a un cambio de vida impensado
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Era cierto. Y necesitaba reconocerlo. Tenía una vida acomodada. Con empresa textil propia, formación y título de contadora, un marido que contaba con un buen trabajo y puesto, dos hijos que asistían a un colegio privado -el Euskal Echea de Llavallol- y casa propia en Banfield, en la zona sur de la provincia de Buenos Aires, María Victoria Journade sentía que había cumplido todos los objetivos con los que alguna vez había soñado.
Sin embargo, aquella seguridad pronto se vio desdibujada cuando su marido recibió una oferta de trabajo para trasladarse a Inglaterra. Desde luego no dudó en apoyar a su esposo. Realmente era una excelente oportunidad de crecimiento y el matrimonio no quiso desaprovecharla. “Los primeros tiempos en Inglaterra fueron durísimos para mí. Extrañaba mucho mi trabajo, a mi familia y a mis amigos. Además el clima no ayudaba. Nos mudamos en noviembre y ese mes todos los días llovió y oscureció a las 16:30 h. La cultura tan diferente a la nuestra fue un shock. Cada uno lo vivió a su manera. Mi marido amaba su trabajo y estaba feliz. Mi hijo de 11 años se adaptó rápidamente al colegio que estaba a la vuelta de casa, y decía que había recuperado a su mamá, lógico, porque yo pasaba mucho más tiempo con él. Sin embargo, mi hija, con 14 años los paso súper mal. Era la nueva en un colegio inglés muy local y haber dejado atrás su escuela desde lo tres años y su gran cantidad de amigos fue muy duro. Creo que le llevó diez años adaptarse a la vida en otro país”.
Lejos de los afectos
Dejar a la familia y los afectos fue para María Victoria la parte más difícil del desarraigo. “Yo me fui porque mi marido tenía esa súper oportunidad laboral, pero no porque estuviese enojada con mi país. Por el contrario, mi tierra me dio un marido, hijos y una carrera y tantas cosas hermosas que encierra nuestra cultura”.
Sin embargo, se mantuvo en pie. Corría 2006 y las comunicaciones no eran tan accesibles como hoy en día. “Vivir en Inglaterra era literalmente vivir en una isla, muy lejos de nuestra cultura en muchos aspectos”. En ese contexto -y para mantenerse ocupada- empezó a trabajar como voluntaria en un negocio de caridad. En forma paralela cocinaba para los cumpleaños de la familia y hacía tortas como las que había comido tantos años en Argentina. “Como el dulce de leche no se conseguía, usaba leche condensada. Mis nuevos amigos empezaron a pedirme tortas para sus casas y empecé a venderle también a un pub de mi ciudad”.
A los tres años, un nuevo proyecto de mudanza surgió con la posibilidad de trasladarse a Bélgica. “Ahí tome conciencia de que esa vida no iba a durar para siempre y me propuse empezar a disfrutar de la aventura de vivir en el exterior y recorrer varios lugares. Además, como los chicos iban a un colegio internacional, eso ayudó a la adaptación”.
País nuevo, proyectos nuevos
María Victoria se sentía entusiasmada en ese nuevo entorno. Y con ese espíritu se inscribió en el Consulado Argentino para poder recibir invitaciones para los eventos. De allí surgió una feria navideña por la que llamaban a artesanos argentinos a participar. Fue convocada y montó un stand donde vendía alfajores y tortas. Su presentación fue un éxito y eso la llevó a convertirse en proveedora de la pastelería en los eventos de la embajada. “Trabajar para la embajada fue un placer, no hay presiones en Europa por lo general, la gente trabaja relajada y disfruté cada evento con ellos y la calidez de sentirme como en casa”. Después llegaron particulares, otras embajadas y el colegio internacional al que acudían sus hijos. En Bélgica hizo varios cursos de cocina: flamenca, francesa y la especialidad en chocolatería Cefor en Namur, a través de la que obtuvo la certificación del Nivel 1 en chocolatería.
En febrero del 2015 la familia fue destinada a New York, en los Estados Unidos, por un contrato anual que se terminó transformando en dos años de estadía en la Gran Manzana. “Allí me dediqué a perfeccionar el inglés y dejé en stand-by mi profesión de pastelera y chocolatera”. A los dos años se mudaron, una vez más, a Holanda, donde María Victoria retomó su amor y trabajo como pastelera.
Dulces para los famosos
Cuando empezó la pandemia, sintió que necesitaba reinventarse y entretener a la gente con clases de cocina gratis en directos por Instagram. “Me gustó tanto esa tarea de comunicadora, que armé como un programa con canción propia e invitados cada semana. Había un personaje especial: el cámara, mi marido que hace de camarógrafo y genera un lazo entre el público y yo”. Fue como un juego que la habilitó a ofrecer sus productos y darse a conocer en el nuevo país donde estaba viviendo.
Así, en ese momento, su mayor fuente de ingresos fueron -aunque resulte difícil creerlo- los pedidos desde Argentina. “Me contactaban a través de Instagram. Muchos tenían familiares que habían emigrado, estaban lejos y querían agasajarlos. Me hacían pedidos de tortas o cosas dulces y yo hacía los envíos en Holanda, en España, Italia, Alemania, Inglaterra, Portugal, Irlanda y Bélgica”.
El boca en boca también la llevó a tomar contacto con famosos y celebridades deportivas. Por ejemplo, la novia de Nicolás Tagliafico -el futbolista argentino que juega como defensa en el Ajax de Ámsterdam de la Eredivisie de los Países Bajos- le hizo varios encargos y la recomendó con la novia de Lisandro Martínez, compañero de Tagliafico en el equipo de fútbol. A este último le hizo su torta de cumpleaños. Marcos Senesi, el jugador argentino de hockey sobre césped Agustín Mazzilli, también figuran entre su clientela. “Da mucha satisfacción porque ellos disfrutan de estar más cerca de sus sabores típicos y yo disfruto tener contacto con argentinos”.
Hoy la vida de María Victoria se divide entre el estudio del holandés, su proyecto gastronómico, sus directos en Instagram semanales, y una nueva propuesta textil que tiene que ver con la economía circular, tan de moda en esta pandemia. Además va al gimnasio, toma clases de cerámica con una profesora argentina y, por supuesto, sigue acompañando a su marido en esta aventura que encararon juntos hace quince años. Sus hijos ahora tienen 28 y 25 años. Ella vive en Londres y él en Ámsterdam. Ambos hicieron la universidad en Inglaterra, ella estudió Comunicación en la Moda” y él Nutrición, además está haciendo la carrera de chef y trabaja en un reconocido restaurant en Ámsterdam. “Yo fui quien más ventaja obtuvo de esta experiencia. Además de aprender tres lenguas como el francés, el inglés y el holandés, tuve la oportunidad de compartir más tiempo de calidad con mis hijos, que en ese momento eran pequeños, para vivir en una cultura tan distinta y encontrarme con una nueva vida que jamás hubiera imaginado”.
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