Se conocieron porque sus familias eran amigas y ellos se criaron como hermanos, pero en realidad en su interior brotaba otro tipo de amor. ¿Sería cuestión de tiempo?
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Decir que Marcelo y Noelia se conocen de toda la vida no es una frase hecha, es tan real como que Marcelo la tuvo a upa cuando Noelia era un bebé.
Su historia de amor comienza con la amistad de sus padres, esas amistades que los hijos ni se plantean de donde salieron, simplemente son amigos que están desde que tienen uso de razón y a los que muchas veces les dicen tíos aunque no tengan ningún tipo de parentesco.
Marcelo admiraba mucho a Victorio, el padre de Noelia, “fue como el padre que siempre quise tener, era un genio de la vida y una gran persona, tenía una anécdota para todo y así siempre lo recordé”, describe.
Cuando Marcelo tenía siete años Victorio tuvo a su primera hija a la que llamó Noelia. Por supuesto que los padres de Marcelo estuvieron presentes desde el primer día; por eso él vio cómo le cambiaban los pañales, la alimentaban, la tuvo en sus brazos siendo un bebé, “para mí fue toda una experiencia, era una cosita muy frágil y chiquita. No sé cómo explicarlo, pero de inmediato sentí que a pesar de mi corta edad mi deber era cuidarla y protegerla”, se sincera.
Es que aunque lo ignoraba por completo, dentro de su corazón se empezaba a gestar un amor disfrazado de hermandad.
“Era lo más parecido a una hermanita menor”
La amistad de ambas familias llevó a que durante su niñez compartieran eventos familiares juntos, y Noelia era invitada muchas veces a la casa de Marcelo. Sin importar en que casa estuvieran Marcelo se comportaba como un hermano mayor, no porque alguien se lo hubiera pedido, tan solo le nacía dentro de su corazón comportarse de este modo: la cuidaba, le explicaba de la vida y ligó algún que otro reto por las travesuras de Noelia.
Todo era risas, juegos y bromas hasta que fueron creciendo y claro, en esa etapa de la vida los siete años marcan una diferencia que se siente: al Marcelo pre-adolescente ya no le divertía mucho que viniera la pequeña Noelia a revolver sus cosas, desordenar sus discos, hacer lío y demandar la atención de su propia madre. “Era lo más parecido a una hermanita menor, bastante insoportable”, resume.
Pero hoy con 53 años piensa que ella era una niña que lo molestaba todo el tiempo porque no encontraba el modo de llamar la atención de aquel a quien quería, admiraba y que sin entenderlo parecía ignorarla. “Ella se colgaba a mirarme fijamente durante largo rato con esos ojitos hermosos que tiene y yo decía ¿qué le pasa a esta loca?”, recuerda Marcelo.
Parejas, hijos y separaciones
Pasaron navidades, años nuevos, cumpleaños, reuniones, y sus caminos fueron tomando rumbos diferentes. Marcelo se puso de novio con quien luego sería la madre de sus tres hijos. Noelia, una adolescente de 15 años conoció a quien sería el padre de sus dos primeros hijos. Luego se separó y conoció al papá de sus otros dos hijos del cual también se separó. Pero claro, estos desenlaces de sus historias de amor no lo supieron porque para ese entonces ya no tenían rastro uno del otro.
Cuando Marcelo tenía 24 años y Noelia 18 dejaron de verse, no por un motivo en particular, simplemente fue la vida de cada uno la que los hizo distanciarse.
Durante esos años ambos trataron de averiguar cómo era le día a día de aquella persona que había sido casi como un hermano durante tantos años. Esos niños que marcaron la infancia y adolescencia de cada uno. Marcelo trató de ubicar a la familia en el último domicilio donde vivían, pero un vecino le informó que se habían mudado.
Por su parte Noelia trabajó, estudió, crio a sus cuatro hijos, pasó por el dolor de dos separaciones y también tuvo muchas alegrías. Pero, a pesar de todo lo que vivió no se sentía completa, había algo que faltaba en su vida, que había quedado en el camino, ella jamás dejó de recordar a Marcelo. Trató de buscarlo por las redes sociales, pero él no las usaba, solo tenía una página profesional, así que el encuentro tan común para otros, en estos últimos años, por medio de internet no fue posible para ellos.
“Aquel primer llamado arrancó con llanto e insultos”
Marcelo tenía 48 años cuando un día, contando alguna de las tantas anécdotas que había vivido durante su infancia, una persona que estaba allí presente le ofreció buscar a la familia de Noelia por redes sociales. Él aceptó, ¿resultado? Encontraron a la hermana menor y le pasaron el teléfono de Marcelo para que se lo hiciera llegar a Noelia. El siguiente paso quedaba en manos de ella.
Cuando Noelia recibió aquel número quiso llamar ahí mismo, pero demoró en hacerlo porque dentro suyo sintió un enojo por todos los momentos de su vida donde necesitó a aquel Marcelo que la cuidaba de niña y que la había abandonado. “Aquel primer llamado arrancó con llanto e insultos hasta que finalmente quedamos en reencontrarnos. Qué se le va a hacer, somos intensos”, admite Marcelo.
El tan ansiado reencuentro se dio en la plaza de Hurlingham en una tarde de verano. Al verse se dieron un abrazo de esos que parecen no tener fin, al principio parecía corresponder a los 24 años de no saber uno del otro, pero luego dio espacio a un mirarse a los ojos, tomarse de la mano y saber que ahí, en esa conexión entre ellos dos había algo más.
Se fueron a tomar algo, charlaron con la confianza y la naturalidad de quien se vio por última vez el día anterior. “Fue una noche mágica, emocionalmente única, irrepetible. Hasta que llegó un profundo primer beso el cual dio marco a la intensidad de aquel encuentro”, recuerda Marcelo.
Al día siguiente Marcelo no podía creer lo que estaba sintiendo pero a su vez se sentía plenamente feliz. Por su lado Noelia se despertó enamorada. “Si bien tardé un poco más en asimilar lo que sentía, finalmente supe que después de tanto andar había encontrado al gran amor de mi vida y que por esas vueltas del destino ese amor era aquella personita que vi al nacer”, dice Marcelo.
Pasaron cinco años de aquel encuentro, como toda pareja pasaron por crisis pero están juntos. Viven cada uno en su casa, entre los dos suman siete hijos que se llevan muy bien. Si bien cada uno trajo su propia historia de vida, comparten valores, gustos, maneras de pensar y de sentir la vida que lo atribuyen al hecho de haber tenido una crianza compartida gracias a sus padres.
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