Por @pasaje.en.mano*
Día 1
Marzo de 2020. Despegué de Córdoba, escala en Asunción, vuelo interno de Madrid a Barcelona y ya estaba en suelo español.
Un Fiat 500 y yo. Nadie más. Un itinerario de más de 600 kilómetros, que empezaba con el primer paso: retirar el auto de alquiler. Quería algo chiquito, para sentirme cómoda y protegida con un caparazón. Y lo logré. Mi nuevo compañero, ya al final íntimos amigos, tenía cuatro ruedas y era más blanco que las nubes.
Conecté el GPS en el celular. Primer tramo: Aeropuerto El Prat a Cadaqués. 180 km. Más de dos horas de viaje. Una radio que empezaba a preocuparse por este virus invisible.
El asfalto pasó de gris claro a un negro profundo. Caía la noche oscura. Curvas, curvas y más curvas era lo único que se veía por las farolas del auto, por momentos sentí miedo de tener un precipicio al lado. No veía nada. Pero premio al esfuerzo: llegar a Cadaqués, el famoso pueblo que hipnotizó a Dalí.
Dejé las valijas. Esa noche de marzo hacía 11 grados, pero salí a cenar frente al mar. Ya sentía su brisa. Me senté adentro por el frío en La Gritta y degusté unos carxofes y calamares a la Romana. Brindé conmigo misma con dos cañas. Ya había llegado lejos.
Después de mi cena caí rendida, pero feliz. España hace sonreír el alma.
Día 2
Las gaviotas fueron mi despertador, no me podía quejar. Cuando abrí la puerta del balcón de mi habitación vi una ciudad al alba, en tono blanco que encandilaba y un cielo amarillo mezclado con naranja.
A las ocho de la mañana empecé a caminarla, sin mapa. Admiré sus edificios color blanco añejo, con ventanas celestes y verdes, brillaban azulejos con balcones de hierro y hiedras o flores adornaban cada puerta. En Cadaqués, te enamorás a cada paso. De su arquitectura. De su paz.
Perderse en sus calles angostas es parte del plan. Adoquines que miran al mar. Cualquier rincón es admirable –y fotografiable–, pero mis ojos ya habían elegido su callejón favorito: Carrer d’es Call.
Me fui caminando a la Casa Museo Dalí en Port Lligat. Una visita que te deja más preguntas que respuestas: un paraguas japonés floreado (gigante) sobre la escalera, objetos surrealistas, obras incompletas, tazas de té como macetas de árboles, una piscina infinita con cisnes de decorado, paredes en otra dimensión con figuras humanas, una sala con acústica natural. Dalí en su máxima expresión.
Esa misma tarde, camino a Francia, me desvié al Cap de Creus: el punto más oriental de la península ibérica. Un parque natural descomunal con acantilados rocosos y vista al Mediterráneo.
Seguí viaje hasta Port de la Selva, crucé Llançà, pueblo de pescadores y me bajé en la Playa del Puerto a respirar aire puro. También, atravesé el municipio Colera y Portbou. Seguí viaje por la N-260 y apareció el cartel tan esperado: Francia 1 km. Ya casi había llegado. Me acuerdo de que fue el día de la mujer, ya no necesitaba regalo.
Ya en territorio francés, tenía un destino: Collioure. Me faltaban 45 minutos, que pasaron rápido conociendo pueblitos como Cerbère y Banyuls-Sur-Mer.
Llegué. Llovía. Y ahí estaba yo con un paraguas, olas suaves acariciando las piedritas de la Plage des Pêcheurs, la Iglesia Notre Dame des Anges con su exfaro y rodeada de edificios con paredes avejentadas y pálidas. Un pueblito pastel multicolor: donde conviven a la perfección los colores ocre, salmón, maíz, terracota, rosa y tierra.
Día 3
Manejé 150 kilómetros hasta Carcassonne, quería conocer esta ciudad medieval. Un imponente castillo con murallas y torres de la Edad Media me daban la bienvenida a este Patrimonio Mundial. Me sentía una princesa, entre iglesias románticas y antiguos aljibes.
Volviendo por la autopista, frené en la Abadía de Fontfroide. Un monasterio que data del año 1093. Lo que más me gustó: el claustro con sus galerías de piedra llenas de historia. La parada vale la pena.
Día 4
Me levanté, vi un Collioure despejado y volví a rodar mi Fiat 500 con vuelta a Barcelona. Ya no era un viaje más. Fue aprendizaje. Fue coraje de animarme a viajar sola en auto, y en Europa. Fue mucho más que un viaje. Fue cruzar fronteras, literal.
Recomendados
Iglesia Santa María de Cadaqués
Es un must. Entrá a conocerla, pero no te vayas sin asomarte a su mirador. ¡Una cosa de locos!
Monasterio de Sant Pere de Rodes
En la montaña Verdera: prepará el celular para sacar las mejores fotos panorámicas.
Perpignan
Conocer su aclamado Castellet, el Palacio de los Reyes de Mallorca, y pasear por las orillas del río Basse, que cruza la ciudad.
La Petite Boutique Carcassonne
(@lapetiteboutiquecarcassonne)
Para comprar prendas originales con telas espectaculares. ¡No se pierdan los vestidos de fiesta!
Hôtel Restaurant Les Templiers
En Collioure (12 Quai de l’Amirauté), para tomar vino y degustar una verdadera croissant francesa.
- ¿Dónde pasaste la cuarentena? En Ciudad de Córdoba, en mi casa, cerca de La Calera. Por suerte, tenía un patio verde para salir.
- ¿Volviste a viajar? Volví a volar el 4 de noviembre de Córdoba a Buenos Aires, en un viaje de prensa de Aerolíneas Argentinas para mostrar a mi comunidad todos los protocolos de esta "nueva era". Fui a Ezeiza y regresé al día siguiente. Una noche en la city porteña después de muchos meses.
*Soy Agustina. Nacida y viviendo en Córdoba Capital. Viajera frecuente. Pero siempre vuelvo a casa. Tengo 30 años. Leonina. Licenciada en Comunicación Social, periodista de viajes y Community Manager. Siempre me fascinó leer. Escribir me teletransporta. Después, de grande, aprendí que viajar llena el alma. Uno no es el mismo cuando regresa de un viaje. Empecé a hacer esto que amo en el Mundial de Fútbol en Rusia de 2018, y nunca me detuve. Fan de Roma. De Islandia y de la India me volví con el corazón en la mano. Mi sueño viajero es Bali. Hago mapas con amor.