Cómo cocinamos, compartimos y, sobre todo, cómo mostramos nuestros platos, tiene un antes y un después de Donna Hay. Esta emprendedora australiana –artífice de una revista legendaria que acaba de terminar su recorrido en el número 100 para moverse al sistema de suscripción, autora de 27 libros, protagonista de programas de TV, con una fuerte presencia digital y su propia marca de premezclas, vajilla y utensilios– trasladó el espíritu solar y relajado de los australianos a la cocina, y los invitó a incorporar los vecinos sabores asiáticos y la frescura de sus propias cosechas a las recetas de la abuelita inglesa. Y sin vueltas. Tanto es así, que el léxico cotidiano del down under tiene desde hace tiempo incorporada la expresión "to do a Donna", forma rápida de decir: "hagamos para esta noche algo rico, vistoso y con un mínimo de pasos e ingredientes".
Para quienes la siguen y también para los que no la conocen, compartimos sus últimas novedades y parte de una entrevista inolvidable que le hicimos en Sídney.
Cómo lo hice
"Creo, sinceramente, que ser capaz de identificar cuando tenés que dejar de hacer lo que estás haciendo para empezar algo nuevo es un talento", dice Donna Hay en el editorial de su revista número 100 (y última en ese formato particular) titulado: "Sé valiente". Ese también es el primer consejo que les da a las jóvenes emprendedoras en un video hecho para la ocasión en el que responde, justamente, 100 preguntas. Lo que se niega a responder (por enésima vez) en ese ping-pong es cómo empezó su carrera.
Por suerte, cuando hace unos años nos encontramos con ella en Sídney, sí nos contó cómo fue que comenzó a trabajar en estilismo a los 19 años, para convertirse a los 25 en la editora de cocina de la revista Marie Claire y, hace 17 años, en su propia marca. Lo más interesante fue el el disparador.
¿Siempre tuviste tan claro tu concepto?
Sí. Me parece que mi proyecto surgió de la frustración, lisa y llana: me pasaba seguido que la foto que a mí me parecía la mejor terminara siendo la más chica de la nota. Un buen día, en mi cubículo, armé una maqueta con esas imágenes descartadas. Para mí sola, para darme el gusto. ¡Y se corrió la voz de que estaba por lanzar mi propia revista! Ese chisme me hizo dar cuenta de que los demás lo creían posible. Y en ese preciso momento empecé a creerlo yo también.
Tomas cenitales, luz natural, vajilla lisa, materiales naturales de fondo y la disposición perfecta de una receta que parece posible son algunas de las señas de identidad de Donna Hay que marcaron a toda una generación de foodstylists.
¿Por qué uso tanto el celeste? Es un buen complemento del marrón, tan presente en la comida. Y para mí, es el color de Sídney
De paseo con Donna
Termina la sesión en el estudio y salimos para retratarla frente a la Ópera, ícono de esa ciudad en la que ella brilla y reina. Y en cada parada nos sorprende bajando con un equipo impecable, en blanco y en negro, colores que, reconoce, abundan en su guardarropa.
Al finalizar, la constancia de su aprobación se da de la manera más Donna posible: nos propone ir juntos a comer. Elije uno de sus restaurantes favoritos en Woolloomooloo, junto a uno de los tantísimos muelles con amarras que refrescan la ciudad, elige los platos, nos pregunta ante cada uno qué nos parece, nos enseña cómo armarlos. Y termina llevándonos a su heladería preferida, porque no nos la podemos perder.
Suponíamos que en una ciudad como Sídney la costumbre pasaría más por salir que por cocinar en casa.
Las dos cosas. Pero pensá que vengo de la primera generación de gente cuyos dos padres trabajaban. Hace años, cuando mis amigos venían a comer, me preguntaban: ‘¿Cómo hiciste ese pollo?’. No es un dato menor que hoy la gente tenga en su libreto tres o cuatro buenos platos para recibir. Tiene que ver con cierta autosuficiencia y estilo. No saber cocinar no es cool.
Se dice que, acá, vos empezaste esa movida.
Nos mira dos segundos como pensando una respuesta políticamente correcta. Pero finalmente dice: "Yeah".
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