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En 1757 arribó a Buenos Aires el vasco Javier Saturnino Sarassa, de ventiséis años. Algunos meses después se convirtió en marido de Juana Josefa Martínez de Tirado y juntos iniciaron la descendencia del apellido en nuestras tierras. Fueron padres de varios hijos: Lorenzo (quien murió infante), Antonio (1759), Saturnino Lorenzo (1760), Francisca Mauricia (1761), Gregorio Antonio (1763), María Mercedes de Regina (1767), Mariano José (1769), Marcos Pedro (1770), Gregoria Josefa de la Ascensión (1771), Manuela Paula (1772) y Francisco Julián (1774). Gregoria Melindata e Inocencio nacieron en 1776. Ella en marzo, mientras que Inocencio lo hizo el Día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre.
Entre las mujeres, María de las Mercedes Sarassa, se casó con Casimiro Necochea y fue la madre de dos bravos soldados de San Martín. Nos referimos a Eugenio y Mariano Necochea. Luego de enviudar de Casimiro, Mercedes se casó con José María del Pino, uno de los diecisiete hijos del virrey.
Conviene apuntar que el mencionado representante del rey, don Joaquín del Pino, tuvo nueve descendientes de su primer matrimonio y ocho del segundo. José María pertenecía a la primera tanda. En la segunda encontramos a Juana -veinte años menor que su hermano- quien contrajo matrimonio con Bernardino Rivadavia. Por lo tanto, Mercedes Sarassa fue concuñada de don Bernardino.
Otra de sus hermanas, Francisca Mauricia casada con Sáenz, fue la madre de Miguel Sáenz, quien hizo carrera en el cuerpo policial en los años de la Guerra de la Independencia y actuó como jefe de policía durante la presidencia de Rivadavia, que en definitiva era su tío. Pero el más conocido de los hijos de Francisca fue Antonio Sáenz, del cual podemos adjudicarle varios hechos históricos, aunque sin duda el principal fue su actuación en el Congreso de Tucumán como representante de Buenos Aires. Sumamos el importante cargo que asumió en 1821 cuando se convirtió en el primer rector de la recientemente creada Universidad de Buenos Aires, durante el gobierno de Martín Rodríguez, cuyo secretario de gobierno fue Rivadavia. Sepamos que el tío Bernardo y el sobrino Antonio tenían la misma edad. Ambos nacieron en 1780, con dos semanas de diferencia. Otro parentesco que anotamos a través de los Sarassa es el de Sáenz y sus primos los Necochea.
Resta mencionar a un hermano de Antonio y Miguel Sáenz. Nos referimos a Pedro José María, uno de cuyos hijos, Dalmiro, es de quien descendía su homónimo, el escritor Dalmiro Sáenz.
Pero sin duda, los Sarassa más destacados fueron Mariano y Saturnino. Ambos integraron el Cuerpo de Patricios y actuaron en las Invasiones Inglesas. Saturnino participó del histórico Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810. En esa oportunidad repitió el voto de su comandante, Cornelio Saavedra. Fue, además, uno de los firmantes del petitorio que propuso los nueve integrantes de la Primera Junta.
Mariano actuó en el norte durante los primeros años de la Revolución. Fue nombrado teniente gobernador de Santiago del Estero, cargo que ocupó desde enero de 1813 y por veintidós meses, para luego partió a cumplir la misma función en Jujuy.
En cuanto a Saturnino, acompañó Manuel Belgrano en la Campaña al Paraguay donde tuvo muchas responsabilidades porque en algunas jornadas, por motivos de enfermedad del general, el mismísimo Saraza fue quien tomó el mando del Ejército, reemplazando al gran jefe. Fue tomado prisionero, pero gracias a la gestión del creador de la bandera, logró ser liberado.
Antes de proseguir, una aclaración. En documentos oficiales, el apellido figura como Sarassa, Sarasa y Saraza.
Por imposición del Primer Triunvirato, Saturnino se convirtió en el primer gobernador patriota de la provincia de San Juan. Su nombramiento lo elevó el Primer Triunvirato. Si bien tuvo mucha actividad, promoviendo el desarrollo económico de la provincia y aportando hombres y recursos para la guerra de la Independencia, se ganó varios enemigos. Entre ellos, a Francisco Narciso de Laprida, otro de los futuros diputados del Congreso de Tucumán. Saraza terminó siendo depuesto en la primera de las muchas revoluciones que agitaron a San Juan en las décadas de independencia y posteriores.
Saturnino Lorenzo murió el 26 de septiembre de 1835 y sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. Más allá de las desazones durante el período que le tocó gobernar San Juan, y ya apagados los focos de la discordia interna que había sacudido a la Patria en aquellos tiempos, las autoridades de la provincia decidieron colocar una placa en el frente del edificio de la gobernación para rendir homenaje a su memoria. Hasta que el terremoto de 1944 destruyó todo y allí, en medio de la tragedia, se perdió la placa de bronce.
A fines de 1904 se resolvió incorporar una copiosa cantidad de nombres para calles y paseos de la Ciudad de Buenos Aires. Por ejemplo, fue en esa oportunidad cuando Plaza Italia recibió su denominación. También Maure, Olleros, Villanueva, Altolaguirre, Tuyutí, Pasteur, Segurola y Habana recibieron su bautismo, entre muchas más. Fue entonces cuando Saraza (evocando a Saturnino o a él y Mariano, no queda claro) desembarcó en Parque Chacabuco, atravesando otros barrios hasta alcanzar a Villa Lugano.
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