Darío Sztajnszrajber. “La felicidad no existe”
Se presenta como docente antes que filósofo, como una reivindicación de su profesión, que se hizo en el aula. La docencia como un acto de inspiración, para la transformación del otro.
Licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, con los años Darío Sztajnszrajber se convirtió en un gran divulgador de esta disciplina que llevó del claustro a los espacios públicos y los medios de comunicación como la gran ágora de nuestros tiempos, desde la televisión (Mentira la verdad, Canal Encuentro) y la radio (Demasiado humano, Futurock), así como a los escenarios con Desencajados, Salir de la caverna. Con veinte años de labor en las escuelas secundarias, ha sido docente en todos los niveles, ahora dicta cursos abiertos, clases en el CBC de la UBA, en Flacso y el ciclo de charlas "Preguntas de la historia y la filosofía", junto a Felipe Pigna.
Luego de publicar ¿Para qué sirve la filosofía?, por estos días presenta Filosofía en 11 frases, segundo libro de su autoría que parte de enunciados tan pequeños como "solo sé que no sé nada", de Sócrates; "nadie puede bañarse dos veces en el mismo río", de Heráclito; "pienso, luego existo", de Descartes, o "Dios ha muerto", de Nietzsche, para luego abrirse a divagaciones interminables, como las mismas búsquedas existenciales.
Además, hoy, en el marco de La Noche de la Filosofía, realizará una charla denominada "Contra el optimismo" en el C.C. Kirchner, a las 22.30 (gratis), donde ahondará en una forma de reivindicar la filosofía como pensamiento crítico frente a un sentido común que hace del optimismo una bandera vacua. "Es decir, contra un sentido común que busca normalizar lo instituido en nombre de una especie de sentimiento protorreligioso que encubre los problemas más acuciantes que se viven en términos sociales. El optimismo como un concepto metafísico, porque tiene que ver únicamente con una reelaboración de la idea de esperanza, pero ligada a la detención de las transformaciones sociales, más bien cómplice de que en el mundo real no pase nada", señala.
–¿A qué atribuís el boom que atraviesa la filosofía por estos días dentro de la actividad pública, en los medios y en las empresas?
–En la Argentina hubo una causa fundamental que fue el proyecto Canal Encuentro, que empezó hace unos diez años y generó un acercamiento importante de muchas disciplinas del saber al público masivo, desde la filosofía hasta la historia, la biología o la matemática. Cuando, en 2011, salió Mentira la verdad pegó muy bien sobre todo entre los jóvenes, y muchos docentes empezaron a utilizarlo en las clases de filosofía. Me parece que ese fue un primer indicio.
–¿Y en la actividad política o las empresas?
–La política tradicional está en crisis, y en su crisis va buscando lenguajes diferentes. Creo que el lenguaje de la filosofía tiene un punto de contacto con la política, y entonces la subjetividad filosófica le sumó al debate político tradicional, le dio un aire, y de repente el lenguaje de la filosofía se empezó a leer y trabajar más en algunos aspectos, sobre todo prendió en los nuevos movimientos políticos, como el feminismo, con un lenguaje que deconstruye, que cuestiona, que radicaliza la pregunta y pone en jaque el sentido común existente, que empieza a ser horadado por la pregunta filosófica, al igual que en el mundo de la empresas. Hoy, el management empresarial está buscando discursos como el filosófico porque propone formatos diferentes de los que ya están agotados.
–¿Qué es la posverdad?
–La posverdad tiene que ver con la necesidad de autoafirmarse uno en sus creencias previas sesgando la realidad, tomando de ella la data que uno necesita para seguir ratificándose en su lugar. Entonces, como la realidad de por sí es amorfa e interpretable, vos tenés dos posibilidades: o te abrís a la interpretación del otro o al revés, que es lo que se genera en la posverdad, te ensimismás en la tuya. Siempre vas a encontrar un dato de la realidad que va a ratificarte en lo que vos creés.
–En general, cuando se habla de filosofía se entiende sobre los grandes pensadores de Occidente. ¿No es una omisión enorme ignorar las filosofías asiáticas?
–O bien no se las quiere ver o bien se las traduce al lenguaje occidental. En los manuales de filosofía por ahí te aparece el pensamiento oriental como filosofías heterodoxas o alternativas. Porque Occidente siempre se coloca a sí mismo como modelo de lo humano. Lo que hay es etnocentrismo: Occidente considera que sus propios valores son aquellos que mejor realizan los valores del ser humano. La filosofía no deja de ser una disciplina que en su interior produce un campo de batalla sobre las diferentes formas de hacer filosofía.
–Alguna vez dijiste que el peor dispositivo de poder es nuestra subjetividad. ¿Qué significa?
–En su primer volumen de la Historia de la sexualidad, Foucault afirma: "Donde hay poder hay resistencia". En esa frase podemos visualizar las formas de pensar el poder ya no tanto como represión, sino como normalización. Es decir, no es que el poder viene de afuera y te permite o te prohíbe que vos cumplimentes tu propio deseo, no es que yo sé lo que quiero y viene el poder y me deja o no me deja, sino que en el momento en que uno decide lo que quiere el poder ya operó, construyó previamente tu subjetividad. Lo que vos más creés que es algo propio es, en definitiva, lo más construido.
–¿Sos feliz?
–La felicidad no existe. Te diría algo más: el día que dejé de creer en la Felicidad, con mayúscula, empecé a ser un poco feliz.
–¿Qué mirada tenés sobre la monogamia?
–La monogamia tiene que ver con un régimen de disciplinamiento social que de algún modo busca reproducir una sociedad basada en la propiedad. Es más una cuestión política que afectiva.
–¿Qué cosas te angustian?
–La muerte, mi propio morir. El propio morir está tan lejos del resto de mis angustias que no tiene sentido que te cuente las demás.
–¿Cómo se lleva la terapia con la filosofía?
–Mal. Porque muchas veces no me abro a la espontaneidad del lenguaje, que es algo clave en el psicoanálisis, entonces estoy como haciendo filosofía del psicoanálisis y cuando me doy cuenta paro, mi terapeuta me pega un cachetazo y vuelvo a eje.