Las fajas de sold out decoran las boleterías y el frente de la Ciudad Cultural Konex, en el Abasto porteño. El público, la mayoría jóvenes, colma el espacio al aire libre: algunos se acomodan en el piso, improvisan un campamento confortable; otros, que buscan la vista panorámica, se amuchan en la escalera, la convierten en una tribuna de trama compacta. El calor de febrero –y el tenor melancólico que se le endilga al domingo– no ha menguado el entusiasmo. El clima, de apacible crepúsculo playero, acompaña a la perfección el espectáculo titulado Deconstruir el amor.
Hace un tiempo, Darío Sztajnszrajber sacó la filosofía de las aulas y la llevó a la tele, la radio y las plazas. Hoy, toma el concepto del momento para aplicarlo en diferentes ámbitos.
El maestro de ceremonias es Darío Sztajnszrajber (51), infatigable divulgador de la filosofía, disciplina que ha llevado al libro, la televisión, la radio y el teatro con pareja eficacia y la acogida siempre fervorosa de un mercado fiel. Publicó ¿Para qué sirve la filosofía?, obra en la que insinuó la singularidad de una estrategia que posa la mirada filosófica también en los suburbios ásperos, Filosofía en 11 frases, donde analiza las sentencias canónicas desde los presocráticos hasta Foucault (fue el título más vendido de 2018, según afirma el sello Paidós) y Filosofía a martillazos, su libro más reciente, que recoge charlas abiertas y de amplio menú. En televisión creó Mentira la verdad, un programa memorable en el que filosofía y ficción se cruzaban con gran intensidad narrativa. Y en radio hace Demasiado humano por Futuröck. Ya en plan performer, montó los espectáculos Desencajados y Salir de la caverna. Ha ejercido la docencia formal en todos los niveles y –más representativo de su perfil intelectual que el currículo escolar– suele entreverar la filosofía en maridajes sorprendentes: el fútbol (es hincha de Estudiantes de La Plata) y la comida, entre tantos otros, son temas que ingresaron en su radio de acción. Su lema es que "la filosofía tiene que vérselas con todo porque todo le compete".
Pues bien, hoy, en el ágora del Konex, se las ve con el amor. El operativo, como acostumbra Sztajnszrajber, es la deconstrucción. Comparte escenario con la periodista Luciana Peker, dueña de una prosa lúcida y pionera en temas de género, un nicho bastante más concurrido en el presente. Auscultan zonas como el amor romántico, la masturbación y las relaciones sexuales. Y confrontan con cierta fraseología conservadora, fosilizada, que a esta altura suena más irrisoria que represiva. Antes que interrogantes metafísicos, abundan los dilemas pedestres, pan cotidiano del común de los mortales. Por caso: "¿Vale garchar con un/a amigo/a?".
El espesor crítico no es tan relevante como la puesta en escena. Darío Sztajnszrajber es un animador de locuacidad torrencial, dicción prístina y una plasticidad que le permite recorrer victorioso registros variados. El recuerdo personal, el humor, la cita culta, la reflexión filosófica, Mirtha Legrand, Coco Sily y Bill Murray conviven con naturalidad en un discurso que el auditorio escucha en éxtasis. El aplauso premia los tramos más inspirados. La sintonía es absoluta. El éxito de la ceremonia colectiva también.
La deconstrucción es una estrategia intelectual escurridiza a cualquier definición de manual. El copyright le pertenece al filósofo francés nacido y criado en Argelia Jacques Derrida, quien se propuso una lectura subversiva de los textos dominantes de cualquier tipo (todo es escritura para él). Un cuestionamiento radical que desestabilizara la noción de verdad y de sentido (y de ciencia), que desafiara la aparente homogeneidad y fortaleza teórica de, digámoslo así, la razón occidental. Tarea titánica que Derrida condimentó con una jerga técnica por la que algunos lo consideran "abstruso" –hasta las celebridades de la filosofía tienen detractores–, pero que cosechó adhesiones en todo el mundo y en distintas disciplinas. Hasta en la arquitectura estadounidense hubo epígonos declarados de Derrida, quien empleaba el término deconstrucción con menor frecuencia que otros de su repertorio personal (diseminación, presencia, huella, diferencia). La proliferación vertiginosa del sustantivo, acaso imprevista para el propio filósofo francés, se produce a partir de su obra De la gramatología (1967).
Deconstruir no es destruir, sino desarmar fenómenos que se nos presentan sólidos, macizos, como si no pudieran ser de otro modo.
La expresión recobró vigencia en los últimos años de la mano del feminismo (¡los feminismos!, suelen corregirme con purismo militante y también con razón: los ismos se empeñan en ser plurales, hasta los más orgánicos como el cristianismo o el menottismo). "¡Deconstruite!" es un imperativo frecuente y coloquial, dirigido especialmente a los varones,que invita a deponer el lastre cultural machista. La convalidación de privilegios y abusos.
Por su parte, Sztajnszrajber, que ha hecho de la deconstrucción un mantra, ofrece la siguiente acepción: "Deconstruir no es destruir, sino desarmar fenómenos que se nos presentan sólidos, macizos, como si no pudieran ser de otro modo. Y al deconstruirlos, uno va visualizando su historia. Nada de lo que se presenta en términos naturales lo es; todo es desnaturalizable". Tal labor intelectual, añade, es un perpetuum mobile, no da descanso. "Derrida dice que no hay nada fuera del texto, por lo tanto todo es deconstruible. Y se pregunta si hay algo indeconstruible. Esa es la pregunta que queda abierta y nos impulsa a la búsqueda permanente. El tema es nunca completarla. Es como pensar que hay un amor verdadero, una felicidad última. Esas ultimidades siempre fueron muy dañinas para el ser humano y no importa la bandera bajo la cual se colocan. Yo le temo tanto al creyente como al ateo, en la medida en que los dos creen que tienen una verdad incuestionable. Del mismo modo les temo al conservador y al progresista, cuando ambos polos se colocan en un lugar inalterable. Hoy, la deconstrucción nos trae una nueva izquierda, cuyo principal propósito es no aceptar ninguna certeza como última y entender que, si el poder se juega en la construcción de verdades, de lo que se trata justamente, en la pelea contra todo poder, es de deconstruir".
–El éxito de tus charlas abiertas demuestra que el amor, aunque no es un tema que figure en la agenda pública, es muy convocante.
–Los grandes temas filosóficos son siempre inactuales. Están por fuera de la agenda cotidiana. En general, cuando vas a los títulos de los grandes medios, es difícil encontrar una disquisición sobre si hay vida después de la muerte, sobre el origen del origen o sobre qué se nos juega en el amor. Y son los temas más íntimos. Más inmediatos. Estamos sumergidos en esos temas y no se presentan como temas a tratar. Yo hago filosofía. Y la filosofía siempre trata temas que están en los bordes de la agenda pública. Lo extraño es que la agenda pública de repente tome uno de los temas filosóficos y lo trate como un tema central. Eso es algo bastante nuevo, tiene que ver con la divulgación. La filosofía nos propone reconciliarnos con las problemáticas existenciales como problemáticas importantes. No son problemáticas en las que pensar a la noche solo, mirando el techo, sino que hacen a nuestra identidad cotidiana.
En su carácter de divulgador, se mantiene a higiénica distancia de la preceptiva. Bajar línea, repartir instrucciones, machacar con cierto léxico presuntamente indispensable para adentrarse en el pensamiento filosófico podrían ser tentaciones permanentes. Pero la deconstrucción es pura pregunta. Deconstruyo, luego existo. "Nos hicieron creer que uno puede resolver los grandes temas existenciales con la claridad y la practicidad con que se resuelven los problemas del funcionalismo cotidiano. Que uno va a encontrar el amor de su vida como encuentra una receta para hacer guiso de lentejas. Hoy vivimos en una sobreabundancia de sentido. Todo viene con el manual sobre cómo deben ser operadas y manipuladas las cosas. Lo que hace la filosofía, con su forma de preguntar, en su indagación existencial, es pelearse contra eso. La filosofía no se hace preguntas, como dije antes, para encontrar respuestas, sino para cuestionar esas respuestas hegemónicas, que van circulando como incuestionables y que forman el sentido común. La filosofía se pelea contra el sentido común. Los formatos previos que van construyendo nuestra subjetividad. El ejercicio de la libertad no es tanto pensar en la libertad última, sino en ir liberándose todo el tiempo de las vinculaciones en las que uno está metido".
–¿El feminismo instaló el término deconstrucción?
–El feminismo hizo circular el término deconstrucción en estos tiempos y en la Argentina. Pero la palabra viene de los años 60. Y además no está necesariamente ligada a la identidad sexual. El feminismo la evidenció ahí. Estoy de acuerdo con que la deconstrucción es un proceso que puede comenzar pedagógicamente entendida en relación con la identidad sexual. Pero después se despliega en todo tipo de identidades. Lo que se deconstruye es la idea de identidad. De que hay algo cerrado sobre sí mismo, sustancial, verdadero.
La deconstrucción de la identidad sexual desestabiliza el paradigma entero. Una vez que la deconstruís andá a sostener una idea de patria. O una certeza fuerte.
–Pero la deconstrucción feminista hace algo de índole práctica. Dice qué es aceptable y qué no, por ejemplo, en la conducta masculina en relación con las mujeres. Redefine un protocolo no escrito, pero muy difundido. También podría decirse que redefine el amor.
–No creo que haya un feminismo como para decir que hizo algo. Creo que hay feminismos muy variados. Y con lecturas muy distintas sobre la deconstrucción. El proceso deconstructivo tiene que ver, obviamente, con la identidad sexual.Pero no se trata tanto de deconstruir el lugar del varón o de la mujer, que es un primer paso importante, sino de avanzar hacia una deconstrucción más estructural sobre qué es la identidad sexual. Primero, hay que visualizar la opresión naturalizada que viene viviendo la mujer. Pero me parece que para que se rompa el paradigma es necesario ir más a fondo. Y entender, como dice Judith Butler, por ejemplo, que siempre que hablamos de sexo natural o de sexo biológico ya está presente una intervención cultural. Entonces lo que deconstruís es la identidad en general. Y eso es lo que resulta más peligroso y dañino para el orden establecido, para el statu quo. Porque el statu quo se da cuenta de que la deconstrucción de la identidad sexual desestabiliza el paradigma entero. Y se da cuenta de que, si se rompe ahí el último vestigio de defensa de algo natural, se te cae todo. Lo que hizo el feminismo fue abrir una canilla y después se te inunda el rancho entero. Una vez que deconstruís la identidad sexual, andá a sostener una idea de patria. O una certeza fuerte. Andá a sostener una idea firme de institución.
–Se viene abajo la catedral.
–Para el conservadurismo sí. ¿Qué es un conservador? Alguien que defiende sus privilegios. A mí me cuesta entender que hay algo más ideológico detrás. Algo más que la defensa de un lugar en el que uno se siente cómodo, seguro. Lo que pasa es que uno se afirma y se siente cómodo en su lugar a expensas del sufrimiento del otro. No puedo no estar a favor de la deconstrucción mientras haya otro sufriente. Porque la deconstrucción es siempre el encuentro con el otro. La apertura a lo que históricamente está dejado de lado.En lo social, en lo cultural, en el género. Entonces uno ahí toma una decisión. Con qué tipo de sensibilidad uno convive.
Sztajnszrajber cree que su perfil iconoclasta, de profesor hippie, no hace tanto ruido en un paisaje universitario en el que los docentes "son treintañeros, hijos de Canal Encuentro y vieron la serie Merlí". Queda poco lugar –y solo en alguna imaginación esclerosada– para el profesor "que te daba los silogismos aristotélicos". La posta, está convencido, es echar mano de la tecnología y refundar así la relación pedagógica. "Lo interesante hoy es poder tener una discusión con tus estudiantes sobre la naturaleza del amor, por WhatsApp, un sábado a las tres de la mañana. Eso es lo disruptivo. Yo le daría mucho lugar a la informática, al mundo virtual digital. Los más viejos son reacios porque lo entienden como causa de desconcentración o falta de creatividad. Hay que salir de la grieta absurda a favor o en contra de la informática y entender que somos ya bichos informáticos y ver cómo desde ahí vamos reinventándonos en busca del conocimiento. No tiene sentido hoy entrar a una clase y decir Platón nació en el año 427 antes de Cristo. Porque cualquier chico lo googlea en tres segundos.Es un momento para repensar qué hacer en el aula".
–Hay que preguntarles a los finlandeses, que son la vanguardia mundial en educación.
–Hay una subestimación del docente. Y siempre tenés un docente que la rompe. No de filosofía, sino de educación física. Hoy el lugar donde más se está trabajando la temática de género es en educación física. Que es donde los chicos y las chicas se encuentran con los cuerpos hegemónicos que no están lejos de esos modelos tan nefastos que asocian determinado cuerpo al varón y a la mujer. Me llaman un montón de los institutos de educación física. Ahí es donde tiene sentido la deconstrucción. Deconstruir en una clase de filosofía es fácil, lo interesante es deconstruir en una clase de educación física o dándole clase a la Policía Federal.
–¿Cómo es el paso del ámbito académico a la charla abierta ante públicos no iniciados. ¿Qué se resigna? ¿Qué se adapta? ¿Cómo es la operación?
–De mi parte te diría que no se resigna casi nada. Yo no hablo en una charla de divulgación de manera muy distinta a como hablaría en una clase. Obviamente, en una clase vos tenés un programa, temas que vas trabajando de una manera, si querés, más puntillosa. La charla abierta es más inspiración o iniciación. Inspiración a los temas, a la lectura. Pero más a los formatos que a los contenidos de la filosofía. Lo que me propongo en una charla abierta de filosofía es que se comulgue con una manera de pensar, de relacionarse con el pensamiento. Lo que buscamos inspirar es que uno puede pensar las cosas por fuera del sentido común. Colocándose en un lugar disonante. Invito a pensar filosóficamente. El amor, el fútbol o Dios. Porque lo que se propone la filosofía es una perspectiva, una mirada. Se te desarma cualquier fenómeno, si lo visualizás desde un lugar anómalo. La filosofía es un acontecimiento de anomalía. Es una forma de extrañamiento hasta con lo más cercano.