Dar de nuevo
El anuncio, a principios de junio, de que el país había salido del "default" (decirlo en inglés siempre fue más paquete) y la estimación de la caída del "riesgo país" a nada más que unos 500 puntos de casi 7 mil, tendría que situarnos en posición de pensar cómo queremos ser y como mostrarnos ante el mundo, ya que, por lo general, no somos lo que creemos porque no nos proponemos ser lo que somos. Los economistas dicen que desde la independencia de la república hasta ahora ya hemos cometido "default" una docena de veces, y con ésta van…
Sin embargo, hay que aprovechar cada oportunidad para renovarnos y (re) presentarnos en la forma que mejor promueva el máximo bienestar para todos los habitantes. La deuda, como la inflación, empobrece. La visión romántica que tenemos de nosotros mismos quedó superada por el fracaso de la fantasía; por lo tanto, debemos vernos como una sociedad que tiene que romperse el alma para sobrevivir, y eso deja poco espacio para el romance.
Para empezar, convendría que entendiéramos y rechazáramos el triple discurso (ya pasó de ser simplemente doble) de nuestros funcionarios gobernantes; deberíamos reclamarles a nuestros dirigentes una imaginación constructiva, no la que han usado para construir sus fortunas inexplicables, sino la que dicen tener cuando nos piden el voto y la confianza. Con elecciones tan cercanas, y en un momento crucial para la república dado aquel anuncio de junio, luego de nuestro largo descenso a Villa Piolín de South America (queda más paquete en inglés), es menester demostrar que nuestro voto vale y que sabemos canjearlo por buenos servicios en forma responsable.
En realidad, el mundo no nos pide mucho, más allá de que paguemos las deudas que son parte inevitable de la existencia moderna. Nos reclaman ser confiables, pero además "ellos" sólo quieren cosas simples y no muy difíciles de proveer, como, por ejemplo, que embotellemos para exportación el buen humor, que envolvamos de regalo la belleza, que sigamos dando el espectáculo de la excelencia deportiva y que, en todo caso, pongamos la viveza criolla bajo llave para que sólo tengan acceso a ella los dramaturgos autores de sainetes. Después, que los jóvenes estudien, que las fábricas fabriquen y que los exportadores exporten; y con eso estaremos bien. Eso, siempre que sepamos encerrar bajo doble llave el triple discurso que subvierte toda acción que pueda lograr algo mejor.
En general, somos bastante emprendedores y alegres, incluso cuando el Financial Times, de Londres, en una nota reciente sobre el tango, dijo que "la melancolía es hermosa para el alma: cuanto más triste el tango, mejor nos sentimos. El tango expresa la distancia que se siente en la vida diaria." Está bien, así lo ven.
No obstante, hay que pensar que podemos disfrutar del tango además de tener la habilidad de reflejar un mejor estado de ánimo que el que manifiestan algunas piezas de nuestra música, ahora que salimos del "default".
El autor es periodista y escritor