Daniel Grinbank: “Los Stones saben que acá tienen el público más especial”
El empresario vuelve al centro de la escena para traer por cuarta vez a Jagger, Richards y compañía. Cómo transformó a Violetta en un fenómeno mundial y por qué estuvo varios años alejado de la organización de conciertos de rock
Daniel Grinbank se fue a cambiar para la sesión de fotos. Nos dejó solos. Es ahora: somos niños en un pelotero de gemas. Frente a nosotros –fotógrafo, asistente, productora y periodista– está la discoteca casera más grande que hayamos visto. La disposición de los discos nos apabulla: no se les ve el lomo, se ven las tapas. Es una exhibición. Tres cuerpos de nueve filas, dieciséis columnas; 144 CD ordenados alfabéticamente. ¡Está Abba Gold! Está Metallica con Master of Puppets, With Teeth, de Nine Inch Nails, y también Justified, de Justin Timberlake.
Abrí, abrí, dice Grinbank, que vuelve al living.
Entonces, descubrimos que los CD están en cajoneras; detrás de cada uno que vemos hay decenas. Abrimos. Cerramos. Volvemos a abrir y nos miramos con ojos de muñeca japonesa: Grinbank tiene nuestro sueño empotrado. Enfrente, hay una serie de afiches de la gira europea 2014 de los Rolling Stones. Jagger, Richards y compañía volverán por cuarta vez a la Argentina (tocarán 7, 10 y 13 de este mes en el Estadio Único de La Plata), por gestión suya.
¿Cómo se cierra un negocio con los Stones?
Había traído a Keith Richards en 1992, y eso me ayudó. Lo primero y vital es la decisión de ellos de venir y generar las condiciones para que pueda seducirlos; después, no hay otra alternativa. No los tentás por plata, es gente que durmiendo genera más que actuando, por derechos de autor, merchandising, ventas discográficas. Esta última vez fue bastante difícil: cuando ellos se reunieron para festejar el 50° aniversario no tenían en mente hacer outdoors. Estuve atento a cuando tocaron en Glastonbury y en Hyde Park, y les fue satisfactorio.
¿Cómo estás atento?
A esa gira del 50° aniversario debo haber viajado más de doce veces. Reuniones, ver cuando cabía Sudamérica, cuándo se daban las condiciones. Para colmo, vivimos los dos últimos años con mucho movimiento en lo económico y en el medio hubo temas como el suicidio de la mujer de Jagger [L'Wren Scott, su pareja durante 13 años, se quitó la vida en 2014, mientras los Stones estaban de gira por Australia]. Era estar ahí, atento, casi de pesado. También con un lineamiento claro: no lo iba a hacer en River. Ni ahí ni en ningún estadio perteneciente a un club de fútbol. Finalizado mi no compite de cinco años con Time For Fun [se refiere al acuerdo con T4F por el cual no podía organizar espectáculos como productor independiente], no quería trabajar en clubes de fútbol donde las barras manejan las cosas y no puedo garantizar la seguridad. Yo no me moví de que quería hacerlo en La Plata. Del otro lado, la realidad indica que las tres venidas anteriores [1995, 1998 y 2006] fueron fiestas en River, que es un estadio espectacular. Por inercia natural, era River. Después sucedieron algunas cuestiones que fueron demostrando que yo tenía razón.
¿Como cuáles?
Me ayudó –porque no es un problema de River, sino de todos los clubes– cuando mandé el tape de lo que había sucedido en cancha de Boca con River, cuando tiraron el gas picante y los jugadores de River estuvieron dos horas sin poder salir y la policía no desalojaba a los hinchas [se refiere al episodio del Panadero, el año último, en la Bombonera].
¿Eso le mandaste al productor?
Sí. Realmente el control de las barras es un problema. Y no de River: es un flagelo del fútbol argentino.
Si con el dinero a los Stones no se los convence, ¿con qué se lo hace?
Con garantizarles hacer un show digno; los Rolling Stones son tipos muy respetuosos de su pasado. Saben que en la Argentina tienen el público más especial de todo el mundo. Nosotros siempre creemos que somos los más especiales, en este caso es así. Generan un cruce generacional y socioeconómico como en ningún otro país. Y también desde el 95, que fue la primera visita, hubo una realidad: el feedback de ese público tan fervoroso ellos lo sienten. En el único lugar donde yo no pongo un golden [una platea VIP] delante del escenario es acá.
¿Qué diferencia hay entre los Stones del 95 y los que vienen ahora?
¿Veinte años? Que no es poco [sonríe]. Siguen estando en forma extraordinaria, realmente creo que hicieron un pacto con el diablo. Pero tocan sabiendo que hacen un show un día y descansan dos. Eso repercute en los costos de producción, que son semanales, lo que hacía bastante más difícil esta gira, teniendo en cuenta además que América latina tiene distancias tan largas. La expectativa, cuando suban habrán pasado diez años de su último show: fue una espera larga.
¿Van a regalar preservativos como en el 95? ¿Es verdad que los abrocharon al ticket?
Es verdad, es una historia muy graciosa y muy bestial. Queríamos dar una gentileza, jugamos con la palabra satisfacción y no sé a quién se le ocurrió abrocharlo al volante. Eso pasó sólo el primer día, habremos dado cuarenta mil preservativos pinchados.
Como empresario, ¿cómo ves este nuevo panorama económico?
Nosotros vendemos ocio. Lo nuestro viene después de que la gente tenga satisfecha sus cuestiones básicas: educación y salud... Cuando me dicen para vos la época del 1 a 1 fue fantástica digo que no, porque podía comprar baratos los artistas, pero la gente no tenía plata para pagarlos y, además, no era muy buena la situación que se vivía. Que no haya cepo para girar obviamente que es mejor. Ahora, si vos vas a vivir en un marco de tensiones sociales, no es bueno. Ahora comprás dólares… Nos acostumbramos a tantas locuras e irracionalidad que está bueno reinsertarnos en el mundo y es peligroso no saber cuál será el costo. Es prematuro decir algo.
¿Escuchás radio ahora?
Escucho de todo, pero escucho más música y estoy volviendo a producir música. Aparte, está el fenómeno de Apple Music y Spotify, pero sigo teniendo mi colección de vinilos, aunque ocupan mucho espacio, y puedo decir que tengo dos discotecas de dos radios completas y sé dónde está cada uno de los compacts. Esto sigue teniendo su encanto, fundamentalmente el vinilo, es como con un libro.
¿Qué programas de radio te gustan?
La Metro ocupó el lugar que tenía Rock & Pop en su momento. BitBox tendería, sin haber logrado hacerlo, a ser una semejanza de Kabul; creo que hay buenos programas. Como todo, tienen ciclos donde altas y bajas de los programas están muy caracterizadas por los conductores. Hay pocas direcciones artísticas muy claras.
Quique Prosen contó que a él y a Bobby Flores los hacías escuchar los vinilos que traías de Europa. ¿Alguna vez te preguntaste si estabas a la altura de ser el proveedor de música en la Argentina?
Yo estoy a la altura de ponerle impronta personal a lo que es un producto mío. Tiene el límite de ser mi verdad, lo que no quiere decir que sea la verdad. Siempre que ejercí direcciones artísticas las ejercí realmente. Con problemas y muchos errores, como cuando levanté la programación de la Rock & Pop en su momento, creyendo que estaba agotado el sistema de conductores y quise volver a la música solamente. Pero sí marcaba la tendencia. Estaba muy atento a cuestiones que a mí me parecían importantes, por qué podía sonar una cosa. Como cuando en los 80 apareció el grunge: yo sentí que a Rock & Pop le iba a dar un aire muy fuerte. O a fines de los 70, recuerdo discusiones con Charly (García). A mí me gustaba mucho The Police, todo lo que fuera new wave, estaba en paralelo con el post punk; Charly era más rock nacional. A mí esa apertura a escuchar nuevas cosas me sirvió.
¿Por qué firmaste ese convenio con T4F?
Correspondió a una etapa de mi vida en la que quería sacar un poco el pie del acelerador. Tenía cuestiones personales importantes, como la adopción de mi hija, era un trámite muy largo y quería dedicarme a eso. Me permitía hacer producciones de teatro, infantiles –Patito Feo en América latina y la Argentina– y agarrar los comienzos de Violetta. Y estar mucho tiempo con mi viejo, en sus últimos años de vida.
¿Violetta afuera metió más gente que Madonna?
Durante dos inviernos consecutivos fue la máxima recaudación de Europa (2013/14, 2014/2015), superó el millón de tickets. Para mí significó un logro muy fuerte: concreté lo que no pude con el rock cuando me fundí en los 80. Lo que se logró en Europa con Violetta como figura popular no lo logré ni con Mercedes Sosa. Fue un fenómeno masivo. En Francia, donde si no hablás francés no te hablan, le decía al taxista que trabajaba con Violetta y me trataba muy bien.
¿Es un Argentina, Maradona, Messi?
Era ese nivel. O la emoción de chicas de 5 a 12 años cantando por fonética en castellano en Francia, Alemania. En Polonia, la embajada española nos dio un premio por la divulgación de la lengua hispana. ¡Un estadio lleno de polacos cantando en castellano!
¿Es una derrota cultural que se haya logrado eso con Violetta y no con Mercedes Sosa?
Es un hecho. Para mí es una satisfacción. Fue algo buscado por mí, siempre quise exportar música argentina. Con Violetta en Europa realmente hicimos un show que estaba a la altura del de cualquier artista pop internacional, llámese Beyoncé o Rihanna. Y batíamos récords inexplicables para toda la industria. Hay una tendencia a bastardear lo que es infantil/teenager.
Music is the most physically inspiring of all the arts. Frank Zappa, dice la web de tu empresa, debajo de la cara de Violetta. ¿Alguien te marca una incompatibilidad en esto?
Violetta fue un fenómeno de masas, Frank Zappa hace a la historia grande de algo que es el movimiento cultural que más me marcó musicalmente, que se llama rock. ¿Si es coherencia? No. ¿Si yo soy coherente? No.
¿Cuál fue el pedido más ridículo que hizo una banda?
Lo que en un momento se veía ridículo con el tiempo empezás a entender que no lo es tanto. Partiendo de la premisa que está el mundo de los cotidianos y normales que tenemos un mundo, y que hay artistas que aunque quisieran no podrían vivir en ese mundo. Tiny viajó por toda Europa y no podía salir del hotel. En el año 80, Jaco Pastorius, que vino con Weather Report, se enamoró de Villavicencio y me hizo mandarle cajones.
Sos algo así como el San Cayetano de los recitaleros: ¿te piden bandas en la calle?
Ahora menos. En una época, bastante, y se mezclaba un poco con el fútbol: me pedían que trajera jugadores a Independiente. Si las bandas no vinieron, es porque ningún empresario consiguió hacer negocio. Nunca nadie me dio una posta que no estuviera en carpeta o algo que no hubiera intentado.
Hace un tiempo comentaste que en River, cuando fue lo de Roger Waters, costó cinco mil entradas por función para la barra brava.
Por suerte el coordinador de esta gira es el mismo agente de la gira de Roger Waters, por lo que tiene plena constancia de que había dos molinetes liberados y que no había manera de pararlos. La policía no juega a tu favor.
¿No hay manera?
Por ahora, no. Y no es culpa de los dirigentes, creo que son una víctima más y que serían muy felices de poder terminar con esto. Los dirigentes que son dirigentes de fútbol, no los que usan el fútbol, la política y los tienen como grupo de choque.
¿Cuál es tu relación con Independiente ahora?
Soy hincha y cuando puedo voy a verlo. Menos de lo que quisiera. La presión para que me meta cuando no le va bien es grande. El fútbol me encanta, pese a haber cometido el error de haber entrado en el negocio.
¿Dónde viste la elección de la AFA entre Segura y Tinelli?
Estaba en Montevideo. Yo diría la argentinidad al palo, ¿no? Me pareció increíble, pero entraba dentro de un contexto… Hacía ¿un mes? había ocurrido lo de las elecciones en Tucumán. Me parecía de terror. Por eso, hay cuestiones que uno dice cuánto de verdad y cuánto de mentira hay con el voto secreto, la democracia, cuando no se pueden controlar 75 votos. Una locura.
No estabas de acuerdo con la candidatura de Tinelli.
No por Tinelli. Lo que me parecía es que tenía una incompatibilidad, y es la de pertenecer al grupo de Cristóbal López, que tiene intereses con el fútbol.
Pero en Tinelli muchos ven el cambio.
El fútbol necesita bajo todo punto de vista un cambio. Se necesita acá, lo necesita la FIFA. Pero no creo que sea con Cristóbal López detrás. Muchas veces tendemos a pensar que gente que fue exitosa en determinada actividad lo será en otra. Yo soy un claro ejemplo: me fue muy bien en la música, me fue muy mal en el fútbol.
Sobre una mesa, frente a las fotografías en blanco y negro de los Beatles, un individual de la serie infantil Doctora Juguetes rompe el gris de la sala.
¿Qué edad tenía Stephanie cuando la conociste en Haití?
[Grinbank se acoda sobre la mesa. Sobre la palma de su mano izquierda, deja caer su cabeza. Ladeado, sonríe envuelto en una especie de dulce somnolencia y baja la voz. Grinbank ya no es Grinbank] Tres meses. Cuando la traje, seis.
¿Cuántas veces viajaste a verla en 2010?
Sabía que cuanto antes estuviera y más moviera en un lugar donde está todo mal y nada funciona, era mejor. Viví en el orfanato dos meses, en Puerto Príncipe. Para cumplimentar trámites debo haber viajado 8 o 10 veces.
La última vez estuviste un mes, ¿qué hacías?
Me levantaba muy temprano para dar con la única gestora que había que no era analfabeta y que podía hacer las cuestiones; la empujaba a hacer lo de Ani [Stephanie quiere que la llamen así]. Durante el día estaba en el orfanato con los chicos; a muchos los sigo viendo acá. Fue la experiencia más fuerte de mi vida. Yo estaba con mi productora de teatro, entonces me iba dos días a Nueva York a ver una obra, a un hotel 5 estrellas y de ahí a Puerto Príncipe. Haití era el país más pobre de América latina aun antes del terremoto de 2010. Es una clara demostración de hasta dónde puede llegar la locura del hombre. Tiene 98% de deforestación, no tiene agua potable, tiene enfermedades de otro siglo, como cólera y malaria: la villa 31 es el Four Seasons comparado con lo que es Haití. No hay que ir tan lejos. Las inundaciones acá, los problemas de Salta, la explotación de minería a cielo abierto en San Juan. Pasó inadvertido, fue durante las elecciones, pero la sanción a la Argentina en la Cumbre del Clima de París es grave [La ONG Climate Action Network le dio el premio Fósil del Día a nuestro país por favorecer el uso del carbón]. No tomamos conciencia de lo que estamos matando.
Ese último mes que estuviste en Haití, ¿sabías que te volvías con ella?
Sí, ya habíamos iniciado los trámites acá, en Cancillería. Estando allá vi a muchos padres de otros países en la misma situación. Desde Unicef hay un concepto erróneo del lugar de pertenencia, de familia tipo. ¿Cómo se puede hablar de familia tipo donde viven ocho chicos hacinados con una madre, con padre desconocido? Los occidentales tenemos errores de concepción, creemos que nuestros modelos teóricos son exportables a otras culturas. El chasco más grande lo tienen los yanquis con los que les pasó con Afganistán, Siria, la "primavera árabe", donde imaginaron una cosa y fue otra; las culturas tienen validez en los lugares donde están, y en su tiempo.
¿Cómo le ibas contando a Andrea [Pietra, su pareja]?
Pobre Andre, la pasaba como el orto; estaba haciendo Agosto y no podía dejar. Tampoco había buena señal, tenía que ver si a las 2 de la mañana conseguía comunicarme para ir contándole cómo iban las cosas. Es una historia de postergaciones: un día vas y no anda la impresora y no se puede hacer el trámite. Tenés que conseguir gasoil para el grupo electrógeno, para que le dé electricidad al edificio, que en realidad es una carpa… Hice de productor para acelerar lo máximo posible.
¿Intentaron adoptar acá?
Era muy largo, muy traumático. Estaba esta ley por la que se podía arrepentir el padre, y toda la transa que había. No queríamos estar expuestos a ese tipo de chantaje. Ojalá se facilite todo eso porque la adopción es un acto de amor inconmensurable. Hay muchos chicos que lo necesitan y mucha gente que lo quiere hacer. Quien adoptó fue Andrea; nosotros no estamos casados. A través de un juzgado inicié los trámites para reconocimiento de paternidad. Después de dos años, Ani tiene ahora el apellido Pietranera Grinbank. Fue una de las grandes satisfacciones del año pasado. Le da a ella reconocimiento pleno, todos los derechos de ambos. Aparte, yo quería que se llamara Grinbank también.
¿Cuándo te sentiste papá de Ani?
La primera noche. El día que llegué me desencontré con la gente del orfanato, entonces me fui a un hotel. A la noche, la encargada del orfanato me la trajo y me preguntó si me animaba a quedarme con ella, solo. Me la dejaron con pañales y leche en polvo. Esa noche tenía comunicación con Andrea. La emoción que teníamos… Fue la experiencia más hermosa. Comparable con la que sentí cuando mi primera mujer parió a mi hijo Federico. Sentí que esa comunión que teníamos los tres era para siempre. Ani dormía en una colchoneta con otros diez chicos. Cuando yo estaba viviendo ahí la llevaba a dormir conmigo, a mi colchón. Fue enseguida, ya el contacto con la piel. Y la relación que tiene con Andrea; Ani necesita la piel de Andrea de una manera… Como una madre y una hija: así.
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