Dani Umpi. "Soy una mezcla de divo y antidivo: un collage"
El artista uruguayo multitasking cuenta cómo llegó a presentar sus obras en una de las galerías más importantes de Punta del Este
Artista plástico, músico y escritor, Dani Umpi (Tacuarembó, 1974) está muy presente entre los personajes que forman parte de esta temporada esteña. Los tres jarrones sobre los que hizo un collage con discursos mezclados de Lady Gaga y del presidente uruguayo José Pepe Mujica (el de la ONU, en 2013) se exhiben en la galería Xippas, en cuya sede parisina también expuso a fines del año pasado. Umpi vive entre Montevideo y Buenos Aires, rodeado por montañas de revistas en las que recorta las letras y separa por colores. Arma sus collages con esas distintas tipografías y mezcla textos esotéricos, como el último capítulo de la novela Contacto, de Carl Sagan, con otros difundidos a nivel masivo, como la carta que Sinéad O'Connor le escribió a Miley Cyrus. Un trabajo conceptual mezclado con una artesanía obsesiva. Cada obra plástica le lleva meses. Una de sus primeras creaciones fue adquirida por el fotógrafo Mario Testino.
Ese artista que habla de sus obras con un suéter de Mickey Mouse, un pantalón de colores vivos y mirando por encima de sus anteojos redondos puede rápidamente convertirse en un músico (editó cuatro discos) con peluca, tacos y vestidos hechos con pieles o papeles, inspirados en el parangolés del brasileño Hélio Oiticica, y cantar frente a un grupo selecto de coleccionistas, galeristas y críticos de arte durante la performance organizada en la finca esteña de una mecenas iraní.
Daniel Umpiérrez fue DJ, tuvo un programa de radio, trabajó en una casa de cambio, repartió volantes y preparó fiestas en discotecas antes de que su personaje Dani Umpi, creado en 2000, le permitiera vivir de su arte, algo que logró desde hace dos años. Empezó a interesarse en la plástica y, como le gustaba la literatura y la ficción, se puso paralelamente a escribir novelas. Publicó cuatro, además de un libro infantil (El vestido de mamá) y otro de cuentos. "Yo pensaba que para difundir más mi trabajo me tenía que decidir por algo, pero de repente todo empezó a funcionar al mismo tiempo. Hay una cierta empatía con la nueva generación", reflexiona Umpi.
-Estás escribiendo tu quinta novela, grabás un nuevo disco en México y tus obras están expuestas en una galería. ¿Cómo te definís?
-Hace un tiempo hablaba con Maitena y me dijo que tenía algo de autor. Eso me gustó. Durante mucho tiempo me costó decir "soy artista". Soy tímido y a la vez arrogante y antojadizo, y tengo eso de querer salirme con la mía. Pero ahora percibo una cierta legitimación. Creo que es por el paso del tiempo, porque tuve cierta continuidad. Si mirás hacia atrás y ves lo que hice, todo tiene una coherencia, aunque mientras lo hacía, no la tenía muy clara.
-¿Quién es Dani Umpi?
-Soy una mezcla de divo y antidivo y está hecho como un collage de diferentes lenguajes: por momentos grotesco y bizarro, a veces fino y guiños a cosas más específicas. Lo hago todo con conciencia. Existe desde 2000. Al principio era un álter ego, pero con el tiempo se fue mezclando.
-¿Qué te inspira?
-Los márgenes, los subgéneros devaluados, la novela rosa, el melodrama, la autoayuda, el new age. Me gusta crear desde ese lugar, pero con conciencia de eso. No con una mirada kitsch que mira desde arriba el abajo. Mis canciones, por ejemplo, tienen un sonido pop, pero las letras son raras y descaradamente ambiguas. Me influyen las drag de los boliches gays, esa cosa que parece sarcástica o provocación, pero no lo es. Es una estética y una manera de hablar en sí misma.
-¿Pensás en un público masivo o en algo más de nicho cuando creás?
-Siempre fui ambicioso y quise salir de los nichos, pero lo que hago es bastante representativo de la tradición queer, de los artistas del under, ligado al mundo LGBT [siglas que designan colectivamente a Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales]. Sé que vengo de ahí porque mi formación básicamente es el boliche. No soy un intelectual. Como músico no soy un roquero. La discografía de Yoko Ono la tengo entera, pero de los Beatles no tengo ningún disco.
-¿Cómo te marcan tus orígenes uruguayos al momento de crear?
-Soy reuruguayo y sobre todo del norte uruguayo. La imagen internacional del país es la de Montevideo, lo que se exporta es el sur uruguayo. Yo no escucho murgas, no tomo mate en las ramblas y no me interesa el fútbol. Para mí, el Carnaval es el del Norte, que es más brasileño. Mi música está influenciada por el pop, pero también tiene mucho de la tropicalia brasileña.
-¿Te considerás un artista uruguayo, rioplatense, latino?
-Siempre digo que soy tacuaremboense. Soy uruguayo, pero acá lo mío es rarísimo.
-¿Hay que dejar de ser un poco under o freak cuando se empieza a ser popular? ¿Cambia en algo tu trabajo el mayor reconocimiento del público?
-Trato de mantener la espontaneidad, esa cosa de fiesta de fin de curso improvisada, pero trabajo más en la técnica para que suene cada vez mejor.
-Internet y las redes sociales fueron claves en la difusión de tu obra.
-Tomé conciencia de ello en 2012, cuando me convocaron para Conexiones Globales, un evento mundial que se organiza en Porto Alegre y en el que se debate sobre Internet. Me presentaron como uno de los primeros artistas del Río de la Plata que logró su popularidad a través de las redes sociales. Yo nunca lo había pensado, pero me di cuenta de que, si no fuera por Internet, nunca lo podría haber sido. ¿Qué galería o discográfica o editorial se iba a interesar en mí? Internet fue decisivo para muchos artistas. Lo mío siempre fue muy gitano, estaba en todos lados y en ninguno, pero sí fijo en Internet. Cuando el fotolog se puso de moda, me dieron el gold, porque mi cuenta era la más visitada de Uruguay.
-La familia siempre está presente en tus novelas. ¿Hay algo familiar con lo que intentás romper a través de la escritura?
-Las familias de mis historias siempre son megadisfuncionales, pero felices. Todos los personajes son muy individualistas y rearman familias. Pero no se basa en la mía. Mi familia es de un movimiento católico y realizan trabajo social. Mi hermano es catequista y en lo de mi abuela había santos por toda la casa. A los medios uruguayos siempre les da curiosidad este aspecto porque éste es un país laico. Los amo y está todo bien con ellos. Nos llevamos superbien, mi familia siempre me bancó y me dio para adelante. No hablamos de temas en los que difiere mucho nuestra visión, pero eso es para mantener el amor. Para hablar sobre el aborto, lo haré en Facebook, y no con mis padres, porque sé que tenemos opiniones diferentes. Los respeto mucho como personas.
-Un poquito tarada está dirigido a un público que tenía veintitantos en 2000, pero decís que también te gustaría convertirte en la lectura de vacaciones de las señoras con cartera. ¿Para quién escribís?
-Mi última novela [repleta de menajes de texto, Internet e identidades falsas] llamó la atención porque hasta ese momento no había otra que evocara el lenguaje y los personajes de esa generación y de cierto sector de la sociedad porteña principalmente. No estaba dentro del imaginario literario. Pero no me interesan los guetos. Escribo para el público que tenga empatía con lo que hago. Me interesa lo popular, entendido en el sentido de lo masivo. Mi formación literaria son todos esos géneros menores: autoayuda, best sellers, esoterismo ligero. Es un mal gusto consciente y elegido. Y el personaje es un freak consciente.
-¿Cómo definís tu estilo?
-Mi registro es intenso y los personajes son neuróticos. Ya no puedo hacerme el que busco mi voz. Durante mucho tiempo, estuve en ese juego: yo ya tenía una voz mía redesafinada, pero también tenía un conflicto y me hacía el que no encontraba mi lugar. No sé por qué. Siempre me gustaron los artistas que hacen su camino en la suya, todos los que se arman un camino. Por eso me gustó el concepto de autor. Me costaba el rótulo de artista. Ahora me lo voy a reponer.