Si bien no es visible desde afuera, la inmensa bóveda central de la principal sede de la entidad bancaria cuenta con detalles que la vuelven un verdadero prodigio de la arquitectura argentina
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La casa central del Banco Nación de la República Argentina es un monumental edificio ubicado en una manzana contigua a la Plaza de Mayo. En su fachada de estilo neoclásico que mira hacia la Casa Rosada, flanqueado por dos brutales columnas, se encuentra el acceso principal a esta construcción que, con 40 metros de altura y unos 100.000 metros cuadrados cubiertos es la sede bancaria más grande de todo el país.
El exterior de esta mole de hormigón revestida de granito y piedra puede contemplarse en toda su magnificencia al caminar por las calles que la rodean: Rivadavia, 25 de mayo, Bartolomé Mitre y Reconquista. Pero esta construcción incluye un tesoro que no es visible desde las adyacencias. Se trata de su cúpula central, que tiene la característica singular de estar rodeada por el resto del edificio. Lo curioso es que, pese a que desde afuera resulta invisible, esta estructura abovedada, que es un verdadero prodigio arquitectónico, es una de las más grandes del mundo.
Según la cuenta de X (exTwitter) del propio banco, en el momento de su construcción, la bóveda de la entidad era la tercera en tamaño del mundo, luego de la de la Basílica San Pedro en el Vaticano y la del Capitolio, en Washington D.C., Estados Unidos.
Pero personas relacionadas con la entidad incluso apuntan más alto en este sentido. “Como cúpula sólida, yo diría que si no es la más grande del mundo, pega en el palo. Hay algunas de materiales como de aluminio, con PVC, policarbonato, pero sólida como esta, difícil. Tiene 50 metros de diámetro. Si la querés comparar con algo similar, tenés la catedral de Florencia, con 47 metros de diámetro. O el Panteón de Agripa, en Roma, tiene 43,7 metros”, explica, en diálogo con LA NACION en la misma sede bancaria Saúl Palumbo, arquitecto que forma parte del área de Infraestructura edilicia del Banco Nación y que conoce el emblemático edificio como pocos.
Una cúpula única
A su lado, su colega y compañero en la misma oficina, Rafael Cayol, añade otra particularidad, más allá del tamaño: “El propio Alejandro Bustillo, el arquitecto a cargo de la obra, caracterizaba a la cúpula como única en su especie, porque es un octógono a nivel formal, no es circular, ni ovalada. Y también por esto de que no es visible desde el exterior, está inscripta en el propio edificio. No es como el 99 por ciento de las cúpulas, que se pueden ver desde una cuadra, o dos”.
Cuando se ingresa al Banco Nación, por cualquiera de sus accesos, la presencia de la cúpula, que en su punto más alto alcanza los 36 metros, es imponente. Como se trata de un octógono, esta bóveda tiene cuatro caras más grandes y cuatro más pequeñas alternadas, y en todas ellas hay una serie de ventanas rectangulares de vidrio que permiten el paso de la luz solar. Cuatro pares de pilares de hormigón revestidos de mármol sostienen el enorme domo y la carga del edificio en ese sector, que alcanza, según datos oficiales del Banco, las 52.000 toneladas.
Debajo de la cúpula, un inmenso salón circular con pisos de granito y mostradores de mármol con ventanillas de bronce se utiliza para diversas operaciones relacionadas con la atención al público. Además, debajo del sólido anillo perimetral de la bóveda, hay una serie de balcones que corresponden a oficinas que se encuentran en un entrepiso de la entidad bancaria. El total de este escenario resalta el aspecto monumental de la construcción y los detalles demuestran que estuvo todo pensado. Por ejemplo, la disposición de los pilares y la ausencia de columnas en el salón central permiten que pueda haber una vista sin interrupciones entre sus principales accesos, de una punta a la otra de la manzana.
“Es un edificio imponente, que además se hizo de una manera perfecta, perfecta. Tan es así que en 70 años muchos materiales nunca se cambiaron”, resume, en la misma charla con LA NACION, Fabiana Martínez, también integrante del área de Infraestructura edilicia. Es que es imposible separar la historia de la cúpula de la de la construcción en la que se encuentra que, obviamente, no siempre estuvo allí.
Historia de un edificio imponente y “el hueco de las ánimas”
La sede central del Banco Nación, que fue declarada monumento histórico nacional en 2002, se emplaza hoy en un predio que allá lejos y hace tiempo, en el siglo XVI, perteneció a Juan de Garay (1528-1583), el segundo fundador de Buenos Aires. Después, hubo ahí un cementerio, muy próximo a la Catedral y, quizás por ello, al predio se lo llamó años más tarde “el hueco de las ánimas”.
En 1855 se construye allí el primer edificio para el Teatro Colón y unos años más tarde, en ese mismo edificio se instala el Banco Nacional, convertido en Banco Nación en 1891 a instancias del presidente Carlos Pellegrini. Año tras año, la entidad bancaria necesitaba más espacio para su creciente clientela y fue ocupando distintos predios de la misma manzana. Hasta que a fines de la década del ‘30 se toma la decisión de hacer una nueva sede.
“La oficina de arquitectura que tenía en su momento el banco plantea originalmente el proyecto de ir tomando la fachada del exteatro Colón, y armando de a partes para que sea toda la manzana. Ahí entra la figura de Bustillo, al principio como arquitecto consultor, que propone, con el aval del presidente del Banco, hacer una demolición y un edificio completamente nuevo”, cuenta Cayol.
En aquel entonces, Bustillo ya era un arquitecto de gran reputación, con una trayectoria que incluía el Museo Nacional de Bellas Artes, el Hotel Llao Llao, en Bariloche, y la rambla de Mar del Plata, entre otras icónicas construcciones. El hombre se hizo cargo de la obra en 1939 y en 1940 comienza la construcción que se realizó en dos partes. “En la primera etapa, hasta 1944, se hacen las tres cuartas partes del banco, incluida la cúpula”, describe Palumbo.
En ese sentido, existe una foto del Archivo General de la Nación del año 1944, donde es posible ver, desde la Plaza de Mayo, esa primera etapa de la construcción de la sede bancaria. Allí se aprecia nítidamente la cúpula central desde el exterior. Un fenómeno visual que, unos años más tarde, en 1955, con la conclusión de la totalidad del edificio, sería imposible de repetir. Como mucho, en estos días, solo es posible observar, con una toma aérea, la parte superior de esa bóveda, con sus chapas de cobre y sus ventanales rectangulares, embutida entre los muros del resto de la edificación.
La Segunda Guerra Mundial y los materiales argentinos
La totalidad del edificio, uno de los primeros realizados en la Argentina con hormigón armado, tiene una característica distintiva respecto de otras edificaciones emblemáticas de Buenos Aires, y es el origen de los elementos que se utilizaron para su construcción. “El presidente del Banco Nación de entonces, José Santamarina quería hacer una obra monumental y que representara bien el carácter argentino. Y Bustillo se sintió bien satisfecho en esto último, ya que con el uso de los materiales se logró incentivar la industria nacional”, dice Cayol, que agrega: “Como Europa estaba en medio de la Segunda Guerra Mundial, todos los materiales eran de origen nacional”.
“Ciento veinte empresas locales acrecientan su producción, crecen industrias de alfombras muy pequeñas, de metales también”, añade el arquitecto. Para más datos, la piedra que reviste las fachadas procede de canteras de Chapadmalal y Balcarce, el granito colorado que está en la mayoría de los pisos, es de San Luis y el mármol travertino, sanjuanino. Además, un detalle no menor, tal como lo especifica el libro Los primeros 125 años, editado por la entidad por dicho aniversario del Banco Nación, la mano de obra era “de excelente calidad, enteramente realizada por obreros argentinos”.
Detalles de la cúpula: la bóveda central
Para el propio Bustillo, que en los tiempos de la construcción se instaló en el banco con su equipo de trabajo y que se encargó de diseñar también los muebles de la entidad, la cúpula del banco era “el mayor alarde técnico del edificio”. En un texto que aparece en el mencionado libro por los 125 años de la entidad, el notable hacedor, que además era pintor y escultor, escribió que la bóveda central está “inspirada en la arquitectura del Palacio de El Escorial, proyecto de (Juan de) Herrera”, en referencia a la magnífica obra del Real Monasterio construída en el siglo XVI en la comunidad de Madrid, en España.
En el tema de materiales, el arquitecto Palumbo describe con meticuloso detalle cómo está conformada la parte de superior de la cúpula, que aclara que “no es una semiesfera”, ya que el radio horizontal es mucho más largo que el vertical: “De arriba hacia abajo tenés la chapa de cobre, luego una estructura de madera donde están agarradas las chapas, un corcho aislante de cinco centímetros de espesor, luego la loza de hormigón (de 8 centímetros en lo más alto y 14 centímetros hacia el perímetro) y debajo, separado por unos 50 o 60 centímetros, un armado de yeso que es lo que vos ves desde abajo”.
Los ventanales de la bóveda y la adaptación a las estaciones
El especialista en los secretos del icónico edificio bancario explica también la conformación de los característicos ventanales de la bóveda creada por Bustillo: “Están todas hechas de bronce con vidrio repartido. La loza no está abierta donde están las aberturas, sino que tiene ladrillos de vidrio redonditos, tipo fondo de botellas. Después vienen los 50 centímetros de espesor y, abajo, otra apertura de vidrios fijos”. El tamaño de estos rectángulos vidriados, además, no es idéntico en todos los casos. Va decreciendo cuanto más alto se encuentran.
Otra particularidad técnica de esta cúpula que no se ve, pero que es absolutamente necesaria desde el punto de vista de la ingeniería, es que las vigas principales de la bóveda que se apoyan sobre el anillo perimetral, en realidad descansan sobre gruesos cilindros de acero, que permiten, con su sistema de rodamiento, tolerar la contracción o dilatación de la bóveda, de acuerdo con la temperatura.
“En verano el hormigón se dilata y tiene movimiento, (por eso) está apoyado sobre ‘carritos’ de acero que le permiten expandirse y moverse bastante. Se expande hasta 15 centímetros”, explicaba el propio Bustillo en el mencionado texto, donde también afirmaba que la cúpula era “una bóveda” semejante a “la tapa de una pava o de una tetera”. El hacedor de la obra, añadía: “Es una bóveda de cáscara, inspirada en la cáscara de huevo. Un invento alemán. Una maravilla”.
La arquitecta Fabiana Martínez retoma este último concepto de Bustillo, para dar su propia definición de la casa central del Banco Nación: “La cúpula es maravillosa, pero todo el edificio como concepto es así, más si lo ubicamos en el año en que fue proyectado. Pero creo que más allá de la época había un concepto, y era que tenía que perdurar. Se diseñó con la idea de hacer un edificio que sobrepasara las generaciones y quedara como un hito”.
“La premisa era esa: que sea durable. Y la idea era dar solidez, porque era la institución bancaria más grande del país. La idea a transmitir era: ‘Vamos a proteger lo que sea. Títulos, dinero, todo’”, aporta Cayol.
En ese contexto, pese a no verse desde afuera, la inmensa cúpula central puede considerarse como el corazón arquitectónico de esa obra monumental, sólida, pensada para perdurar por décadas que es la casa central del edificio Banco Nación de la República Argentina.
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