Cupo femenino, denuncias por abusos... Cómo se deconstruye el rock argentino
Es el caluroso verano de 1991 en Washington DC y en la escena del rock todo sigue de la forma habitual: bandas de hombres en los escenarios, el grunge de Seattle en las estaciones de radio y los recitales como cúmulo de hormonas masculinas. Pero en un departamento del barrio de Olympia, unas veinte chicas se reúnen para cambiarlo todo. A través de un diálogo que habían iniciado replanteándose la situación del rock, violenta para ellas sobre todo en los recitales punk, decidieron juntarse y recuperar espacios que, entonces, les estaban vedados. "Era terrible, porque a las chicas siempre nos empujaban al fondo y había chicos con barbas largas y sudadas y panza cervecera en primera fila que nos empujaban y maltrataban. Era realmente molesto", contaba Allison Wolfe, cantante de la banda Bratmobile. A partir de entonces, las mujeres del rock comenzaron a visibilizar su música, con artistas como Hole, No Doubt, Bikini Kill y PJ Harvey como caras visibles.
Es el verano de 2016 y un video recorre las redes sociales, los grupos de WhatsApp y pronto estará en los portales de noticias: una chica llamada Mailén Frías denuncia al cantante José Miguel del Pópolo, de la banda La Ola que Quería Ser Chau y con esa denuncia destaparía una olla. Ese mismo video lo vería Felicitas Marafioti, en su casa, con una mezcla de sentimientos recorriéndole las venas. Ella forma parte del grupo de denunciantes al cantante Cristian Aldana, hoy condenado a 22 años de prisión por corrupción de menores. Era una niña preadolescente cuando entró en el circuito de abusos de Aldana . Junto con otras jóvenes mujeres, tomaron coraje y, a través de un video –con Ariell Carolina Luján y Charlie Di Palma, también denunciantes–, detallaron la violencia sufrida.
El debate por la igualdad de género está atravesando todo, pero en el rock caló hondo y sacudió la escena. Los lugares históricamente impuestos a las mujeres en el rock –groupies o coristas– están siendo cuestionados. El proyecto de ley de cupo femenino en festivales –impulsado por más de 700 artistas– tiene media sanción en el senado. En tiempos de Ni Una Menos, hubo una oleada de acusaciones a distintas bandas, como Salta La Banca –que directamente se disolvió–, Pez, Cielo Razzo, Onda Vaga y Los Espíritus. Las denuncias pusieron no solo en cuestión historias en giras y camarines, sino también la idolatría hacia los músicos y hasta el significado de varias letras. La etapa del "Rock del gato" se ve cuestionada y plantea la siguiente pregunta: ¿cómo se reconstruye el rock después de todo esto?
"Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente", dijo Gustavo Cordera durante una charla en la escuela de periodismo TEA en 2016, cuando le preguntaron qué opinaba de las denuncias de abuso en el rock. La frase fue grabada por un alumno y difundida por redes sociales, lo que llevó luego a una denuncia contra Cordera por "incitación a la violencia colectiva". El Tribunal Oral en lo Criminal N° 7 aceptó la probation solicitada por Cordera, que tendrá que asistir a un taller sobre género.
"Nos tomamos este tiempo en silencio, porque nos parecía imprudente expresarnos sin antes analizar y reflexionar seriamente sobre toda esta situación. Queremos que se sepa que ninguno de nosotros es abusador sexual o delincuente (ni posee denuncia alguna) como se publicó de manera anónima en las redes. Lamentamos profundamente que algunas mujeres se hayan sentido dolidas o molestas. Es cierto que pudimos haber sido insensibles o soberbios como músicos. Pedimos perdón por eso…", comienza el comunicado que Onda Vaga presentó públicamente al mes de que comenzaran las acusaciones en un blog anónimo, que debió ser cerrado por una intimación judicial.
A Patricia Sosa le dicen La rompehielos. Ella supo romper el muro que impedía la presencia de mujeres en el rock. Cuando tenía 4 años, su tío le regaló una guitarra y a los 12 ya tocaba el piano y componía sus canciones. Escuchaba mucho rock: Pink Floyd, Yes, Rolling Stones y Led Zeppelin. También Almendra y Los Gatos. No era fácil ser mujer en los 80, cuando el rock era territorio masculino. "En 1982, a mí me agarraron del brazo cuando estaba subiendo al escenario y me dijeron: 'La minita de los músicos abajo', y me tiraron al público. La banda estaba tocando y yo tenía que subir a cantar. En ese momento, yo me hice a patada limpia tratando de cambiar mi carácter, masculinizarme, un horror. De a poco fui tomando mi identidad femenina como me correspondía. No había nadie, ¿sabés? Soy la primera mujer en liderar una banda. De a poco empecé a tener camarín. Yo veo que esto de la ley de cupo ya va a quedar vintage; no puede ser que den tantas vueltas con eso. Hace cuarenta años lo vengo pidiendo, están tardando", dice.
–¿Por qué es tan difícil la inclusión en la música?
–Patricia Sosa: Hay un problema de mentalidad que todavía no se pudo solucionar. Yo hablé en el Senado por el proyecto de ley de cupo y un señor me dijo: "¿No creés que los que suben al escenario tienen que estar por su talento?". Yo le dije: "Sí, cada ser humano nace con un talento. Viene en forma de semilla. Si no tenemos un jardín donde plantar esa semilla, nunca va a florecer. Necesitamos la oportunidad". Cuando fui a ofrecer mi disco en 1990, mi primer disco solista, me dijeron: "Mujeres ya tenemos". ¿Dónde las tienen? Hay una generación hermosa de mujeres tocando, pero en lugares chicos, estamos peleando para que tengan acceso a los lugares masivos. Se cansan de chocar contra la pared. ¿Sabes los no que me tuve que comer? En los 90 te pedían una foto para escuchar tu demo, era muy cruel eso. No les importaba cómo grababas, cómo cantabas.
–¿Es posible el cambio de mentalidad en la escena?
–P. S.: La música es un buen terreno, despierta sensibilidades. Está el que no quiere a las mujeres adentro, pero va a quedar afuera. La mujer ya dejó de ser el objeto.
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Paula Maffia es música, compositora y cantante. Empezó a componer a los 16 y a los 17 ya había formado su primera banda, un trío punk de chicas. Siempre buscó con frenesí música para inspirarse, para aprender y escuchar. En su adolescencia, escuchaba PJ Harvey, Bikini Kill y las bandas del movimiento Riot Grrrl. No eran fáciles los primeros años, tocando rock en antros y tratando de hacerse un lugar en la escena. "Muchos colegas tienen miedo, empiezan a preocuparse retrospectivamente de cosas que hicieron o actitudes que tuvieron. Yo no creo que estén haciendo autocrítica, no lo estoy percibiendo. Es un procedimiento que nunca se cuestionó antes, en una escena donde se idolatraba a un pibe y se lo elevaba a un podio de astro y generaba un fanatismo imposible. Sí veo que las chicas están rompiendo la imagen del ídolo y encontrando una alternativa a un sistema judicial que las revictimiza", reflexiona Maffia, que estuvo presente en el juicio a Aldana.
Maffia habla de los otros roles posibles dentro de la música, aquellos que ayudan a la creación, la difusión y la puesta en escena. "Me pasó desde tener que sacarme a un tipo de encima hasta ser completamente ignorada por técnicos. También, ser cuestionada en decisiones y todo lo que pueda ser mi talento o mi obra queda oculto detrás de mi figura: si soy linda, si soy flaca. No me parece que las mujeres estén apareciendo en el rock: siempre estuvieron. Hace muchos años que venimos estando. El rock nace en Memphis de parte de muchas mujeres también. Atrás de la creación de este género, mujeres que venían del gospel, del blues, que se calzaban la guitarra eléctrica. Las mujeres han estado ocultas, invisibilizadas en la música como en todas las disciplinas técnicas, desde mujeres en las ciencias, en la ley y en otras disciplinas artísticas. También, hay que hablar de mujeres en la técnica, produciendo, en el detrás de escena, hay muchas áreas que confluyen. Desde stage hasta mánagers femeninas".
Maffia posee un conocimiento extenso de la historia de las mujeres en la música. Gracias a ella y a muchas que están cambiando los paradigmas en el rock, como Barbi Recanati o Lula y Marilina Bertoldi, ya no se encasilla a las mujeres con los únicos roles posibles en la música: groupie o corista.
La presentación de un proyecto de ley de cupo femenino en festivales y las denuncias a músicos generaron un debate en el interior de la escena musical, donde músicos se dividieron entre el apoyo al proyecto y el rechazo, entre el silencio cómplice y la cautela. Para esta nota, solo tres músicos de 30 contactados quisieron dar testimonio: un cantante de una reconocida banda indie aceptó la entrevista, pero luego se arrepintió. Dos músicos de una banda de rock no contestaron los mensajes y otra banda indie reconocida dijo que están por sacar un disco y no quieren "mezclar las cosas".
En 1976, Nito Mestre ya no tocaba en Sui Generis con Charly García. Su nueva banda, Los Desconocidos de Siempre, incluía a una mujer, María Rosa Yorio. "Yo desde chico adoraba The Mammas & The Pappas, me parecía la combinación ideal de voces femeninas y masculinas. Escuchaba Joni Mitchel, con Charly escuchábamos a Joan Báez... Para mí siempre hubo mujeres con talento, eso no es novedad. Una vez fuimos a tocar con Los Desconocidos de Siempre a un club y no dejaban a María Rosa subir al escenario. Yo le dije: '¿Vos estás loco? Si ella no sube, no sube nadie'. Era ridículo, ella pertenecía a la banda. Hubo una discusión fuerte. Por suerte esas cosas han cambiado", cuenta.
Hernán Carlos de Vega, alias El Cabra, es el cantante de Las Manos de Filippi, banda formada en los 90. Hernán habla del apoyo necesario a sus colegas, de un sistema de años y años de machismo donde la mujer no tenía las mismas posibilidades de desarrollarse artísticamente. "La mujer está aplastada por una falta de igualdad de sueldo, una falta de ley de aborto, muchas cosas que suceden en la educación, en el comercio y en los ámbitos del Estado. Recién ahora las mujeres están tomando esos lugares que históricamente eran nuestros para desarrollarse artísticamente. A muchos de los que se enojan por el proyecto les diría que, si la mujer tuviera el mismo acceso a la cultura que el hombre, no estaría luchando contra esta situación", explica.
–¿Qué rol deberían tener los músicos en este momento de cambio cultural y reclamo de igualdad de las mujeres músicas?
–Creo que tienen que luchar como cualquier trabajador por las reivindicaciones de ellas. Hay que valorar ese empuje que tienen las mujeres y apoyarlo. Nosotros venimos de la generación de Cromañón, y a partir de ese momento, los músicos empezamos a vernos como trabajadores, no solo como artistas. Hay que tomar conciencia de eso. Creo que los músicos, como cualquier otro hombre, estamos viviendo una transformación en nuestra forma de pensar. Al rock lo van a limpiar las nuevas generaciones, y estos tipos que hicieron cosas horribles están teniendo su merecido.
–¿Caerá la imagen del rockstar? ¿Cómo se verán afectadas las giras, el backstage, lo que ocurre en camarines?
–Creo que con las denuncias de abuso se cae esa imagen; si alguien tiene esa imagen del rockero y le parecía normal, le tiene que caer la ficha también. Nosotros construimos la imagen de rockero sobre otras cuestiones. También el backstage o la gira nos está lejos de ser así, hay muchos músicos que se toman el trabajo profesionalmente y no todos apuntan a eso que pasa en los camarines. Va a caer la imagen del macho en general, que es lo que tiene que caer y está cayendo.
–¿Cómo se reconstruye, además, el arte luego de décadas de letras de canciones misóginas o que sexualizan a niñas y adolescentes?
–No hay que reconstruir el arte, porque el arte se supone que es el reflejo de la sociedad del momento. Por ejemplo, no es que el tango sea machista o haya sido machista, el tango reflejaba el machismo de la sociedad de aquel entonces. En la medida en que cambie la sociedad y la mentalidad y avance la lucha por la igualdad de derechos, también la música va a reflejar otra realidad.
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A fines de los 90, una adolescente cordobesa llamada Lula Bertoldi recibió su primera guitarra, un regalo de su abuela. Años después tocaría una guitarra eléctrica y cantaría para miles de personas con la banda Eruca Sativa. El año pasado un grupo de músicas se reunió y presentó un proyecto de ley de cupo femenino en festivales. El proyecto contempla que el 30% de eventos públicos o privados tengan en su grilla bandas que tengan un 30% de mujeres en su banda o estén compuestas por mujeres. El proyecto, además, invitó a la reflexión sobre un ambiente viciado de denuncias de abuso y años de encasillamiento a mujeres.
Se escucha en el fondo la voz de un niño mientras Lula Bertoldi cuenta lo que vivió hace dos semanas, cuando se presentó en el Cosquín Rock. Parte del recital lo utilizó como plataforma para hablar sobre ampliación de derechos, igualdad de género, aborto legal y femicidios. Lula con los años se convirtió en referente, poniendo su voz potentísima en las canciones hard rock que toca Eruca Sativa, un estilo que históricamente perteneció a hombres rudos y pesados. "Yo hoy como artista no tengo antecedente de una mujer de treinta y pico haciendo rock fuerte y siendo madre de un niño pequeño", dice.
–¿En qué consiste el proyecto de cupo femenino en festivales y por qué lo consideran necesario?
Con el proyecto de ley estamos intentando revertir todos esos años en los que las mujeres fueron invisibilizadas o no se animaron a agarrar una guitarra y tocar porque no tenían espacios. No es que las mujeres no llegan porque no tienen talento, no llegan porque no tienen espacios. Con esta ley queremos equiparar una situación. El proyecto es para eventos públicos o privados en el que la convocatoria sea para cinco o más bandas en la grilla, organizados por el Estado o por privados. Se pide un 30% de cupo, que puede ser formado por bandas que cumplan en su totalidad el cupo o que el 30% de la formación de la banda esté compuesta por mujeres. Es muy fácil cumplirlo. Es un proyecto de ley consecuente con la época en la que se está tratando. Hay muchas más mujeres haciendo música. Lo ideal sería que esto se dé naturalmente, sin la necesidad de una ley, pero no pasa.
–Tu banda toca un estilo tradicionalmente tocado por hombres. ¿Recibiste maltrato o discriminación cuando comenzaste?
–Mirá, yo pienso que en mi vida artística siempre tuve suerte de encontrarme con gente que me trató como a una más. Tal vez tuve suerte, no lo sé. Pero sé que hay casos de músicas que no tuvieron suerte. Entonces, tiene que ver con la empatía, no pensar que porque a mí no me pasó no sucede. Sé que no es así, lo mío fue suerte, la banda gustó, pero no puedo pensar que todas las mujeres que hacen música corren con mi misma suerte o mi misma realidad de dulce de leche. Yo me cruzo con colegas con historias terribles, que las maltratan, que las echan, que no tienen dónde tocar y no es que no las ponen porque la música es fea, lo que hacen es súper innovador, sus letras hablan de la realidad y no están en las grillas de los festivales y lo que hacen está buenísimo. Las marginan por ser mujeres y hacer rock.
–Luego de las denuncias de abuso y años de un silencio cómplice, ¿es posible reconstruir el rock?
–Ya está sucediendo. Es la deconstrucción del rock y de la sociedad, van quedando en el camino personajes como Aldana, Del Pópolo, esos personajes existen y están, y entre todos tenemos que reconstruir un espacio que tenga que ver más con el arte, no para levantarse minitas. La música tiene que realizarse porque es arte, no como un medio para conseguir cosas. Así como las pibas se animan a denunciar, se animan a colgarse la guitarra.
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Daniela Herrero era una adolescente cuando tocaba hits con su guitarra en los videoclips de Much Music. Hoy sigue tocando y sacando discos. Reflexiona sobre el proyecto que sus colegas, de la misma generación, están llevando adelante. Reflexiona también de una industria comercial que finalmente es eso, un negocio. "Va a llevar muchísimo tiempo reconstruir algunas cosas y no todos pensamos igual. Hasta que nos pongamos todos de acuerdo y pensemos en el bien común van a pasar siglos –afirma–. Creo que hay que saber ubicarse en el mundo en que vivimos y tratar de reconciliarnos con nosotros mismos. En la medida de que eso no suceda, no vamos a obtener nada bueno. En los festivales tocan músicos consagrados que cobran por su trabajo y trayectoria. Es un lugar donde los productores se tienen que asegurar de cubrir gastos y generar ganancias. Es un negocio. Creo que hay que estar enfocado y no perder nunca la honestidad. Eso te hace libre. El resto está como está y obviamente no hay que rendirse ante las cosas que nos gustarían que mejoren".
Otro músico que quiso reflexionar sobre este tema es Benito Cerati. Benito, cantante de la banda Zero Kill (que acaba de lanzar su disco Unisex), habla también de la necesidad de visibilización del colectivo LGTBIQT dentro de la escena musical. "Siempre fue muy mixta la música que escuché. No encajo en esto de que se le dé poca bola a la mujer en la música. Me parece ridículo que esto no surja naturalmente, que el productor no vea una grilla y piense: 'Che, hay pocas mujeres en esta grilla". Ahora, la música disidente y del colectivo LGTBIQT sigue siendo nicho, no termina de salir para afuera. Es verdad que el contexto social es mejor, como también es enorme la contra. Todos los días hay un pánfilo nuevo que dice alguna estupidez tremenda. Tenemos mucha gente que tiene un chip previo, el cambio es inminente. Las revoluciones prometen cambiarlo todo, pero quizá subimos solo un peldaño, es de a poco. Yo subo un video musical y al rato empiezan a comentar sobre mi aspecto y mi sexualidad. Te quieren encasillar en cosas para querer demostrar quién sos".
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Es julio y Felicitas Marafioti acaba de ver cómo toda su lucha y su denuncia rindió frutos.El caso de Cristian Aldana implica la primera condena por abuso sexual en el rock. Ella iba a todas las audiencias del juicio; también fue a la marcha contra abusos en el rock en 2016, cuando Aldana apareció vestido de monja tocando la guitarra, intimidando a las presentes.
¿Por qué creen que todos sabían de los abusos en el rock y nadie hacía nada?
Era otra sociedad, otra época, donde nada se hablaba. Todos los adultos de la escena sabían, las menores no sabíamos dónde estábamos metidas. Desde el patovica hasta el sonidista, fotógrafo, todos sabían y eran cómplices.
Ariell Carolina Luján tenía 14 años cuando conoció a Cristian Aldana. Ella mantiene el mismo gesto serio y concentrado que Felicitas. De Carolina se han dicho muchas cosas, como que consentía la situación y que, al haber sido pareja de Aldana, aceptó los maltratos. De todo eso, Carolina lo resume así: "Yo era una esclava".
Tanto ella como Felicitas tienen una mirada optimista del futuro del rock. Felicitas volvió a tocar música, a componer y expresarse. Piensan, creen, que las chicas no dejaran de asistir a recitales, cada vez más agarraran instrumentos y se animarán a componer.
Es una nueva edición de los Premios Gardel a la música y un grupo de mujeres músicas están a la expectativa por la nominación de Marilina Bertoldi al Mejor Álbum del Año. Tras una noche con muchas mujeres en el escenario –a diferencia de ediciones anteriores–, por fin llega el momento de saber quién se queda con el premio. Minutos después, Marilina caminará hasta el escenario, delante de su hermana Lula, que la mira orgullosa y dirá: "Hace diecinueve años que una mujer no recibe este premio, la última fue Mercedes Sosa. Hoy se lo lleva una lesbiana". Mientras, quizá, la miran chicas que recibieron su primera guitarra y tocan sus primeros acordes, escriben canciones y sienten que en un futuro el escenario también será de ellas.
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