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Pasaron 60 años pero la musiquita, el chasquido de los dedos y el estribillo “familia muy normal” siguen siendo inconfundibles. Ese 18 de septiembre de 1964, Morticia aparecía por primera vez en la televisión norteamericana, descabezaba las flores y ponía en el florero sólo los tallos y las espinas, mientras Homero apagaba su habano en el bolsillo y la pequeña Merlina jugaba con su tarántula y su muñeca decapitada. Sí, señores, eran Los locos Addams, que marcarían a una generación y que, en sus sucesivas reencarnaciones, se transformarían en una de las franquicias más extensas y exitosas del mundo del espectáculo.
Homero, Morticia, Largo, el tío Lucas, el tío Cosa, Pericles, Merlina, la abuela… Graciosos, excéntricos, macabros y entrañables, antes habían sido historieta y después, a través de los años, serían película, dibujo animado, obra de teatro y varios otros formatos. Aunque ninguno se compara con ese blanco y negro genial de la vieja serie.
Una familia muy normal
Esta historia comenzó con una serie de caricaturas cómicas creadas por el historietista Charles Addams y publicadas a partir de 1938 en la revista The New Yorker: eran viñetas de un solo cuadro con estos mismos protagonistas (no tenían nombre) y una línea de diálogo al pie con el remate, y representaban una especie de versión freak de la familia estadounidense idealizada, que vivían en una enorme y oscura mansión gótica y eran devotos de todo lo macabro y siniestro.
Las viñetas de Addams se fueron haciendo con el tiempo cada vez más conocidas y populares, hasta que a principios de los 60 el productor de ABC David Levy (que había sido guionista de las películas de los hermanos Marx) le propuso al autor convertir a esos personajes en una serie de televisión. Lo primero que había que hacer era ponerles nombre y Charles tuvo una idea tan sencilla como extraña: los bautizó con su mismo apellido. Así nació la familia Addams.
Comenzó entonces un trabajo muy intenso para armar el esqueleto de la serie, esa sátira al “estilo de vida americano”, mezcla entre la típica comedia familiar y el terror, dos universos opuestos que, en el contacto y el contraste, generan situaciones desopilantes y muy graciosas. Y todo en un espacio marcado por esa casa siniestra, llena de telarañas y espectros, tan bizarra que logra convertir el horror en una experiencia casi naif, hasta querible. La familia tenía costumbres tenebrosas, pero también tenía la convicción de que todo eso era “normal” y jamás registraba el miedo que producía en los demás. Por allí pasaba gran parte de la gracia de la serie.
La elección del elenco fue otra gran pegada. John Astin fue un Homero espectacular. En un principio lo habían llamado para el papel del mayordomo pero sobre la marcha cambiaron de idea y se hizo con el rol del padre de la familia, que le calzaba justo, ese personaje impulsivo y romántico, con una mirada desquiciada. La bella y talentosa Carolyn Jones, que venía de hacer papeles serios, fue una Morticia increíble, muy femme fatale, y tuvo con Astin una química especial (se hicieron grandes compinches en el set) para representar a esa pareja amorosa, con un contenido de fuerte trasfondo sexual inédito para la televisión de la época.
Uno de los grandes protagonistas del elenco fue Jackie Coogan, que interpretó al tío Lucas y lo transformó en uno de los personajes más atractivos y populares de la serie. Coogan había sido el chico que acompañó a Charles Chaplin en la película El pibe (The Kid) y llegó al casting de los Addams buscando su revancha después de la larga batalla legal que entabló contra sus padres, que le habían robado todo lo que había ganado como niño actor. Otro gran personaje de Los locos Addams fue Largo, el enorme mayordomo, mezcla de Frankenstein y osito cariñoso, que podía generar terror cuando aparecía de pronto gruñendo su “¿llamó usted” y, a la vez, tocar el piano o bailar alegremente con Merlina. Lo interpretó magistralmente el actor Ted Cassidy, quien también prestaba sus manos para dar vida al genial Dedos. Los niños, Ken Weatherwax (Pericles) y Lisa Loring (Merlina) tenían ocho y seis años cuando arrancaron las grabaciones: ella todavía no sabía leer así que un asistente le leía los textos para que los aprendiera de memoria. Sumando a la abuela (Blossom Rock) y el tío Cosa (Félix Silla), el elenco fue realmente extraordinario y contribuyó muy especialmente a las virtudes de la serie.
Los locos Addams debutaron el 18 de septiembre de 1964 en la cadena ABC de Estados Unidos y se mantuvieron en el aire dos temporadas; fueron 64 capítulos de poco menos de media hora. Cada capítulo narraba una historia completa, muy simple, y abría con una imagen que pasó a la historia: la música creada por Vic Mizzy, la familia posando y el clásico chasquido de dedos.
Las nuevas vidas
Cada capítulo era un mundo en sí mismo, estrafalario, ocurrente, con un humor blanco y absurdo muy efectivo: chicos que jugaban entre tumbas, lamparitas encendidas con la boca, plantas carnívoras, personajes que se relajaban con instrumentos de tortura, un tío loco obsesionado con los explosivos, todo tipo de criaturas extrañas como mascotas de la familia: un león, un pulpo, tarántulas, pirañas… El programa iba bastante bien de rating y estaba empezando a ganar estabilidad cuando fue cancelado, en septiembre de 1966, sin que nadie supiera bien por qué. Es posible que la razón tuviera que ver con la llegada del color a la televisión abierta mientras el negro y blanco iba llegando a su fin.
Aquí, sin embargo, comenzó otra historia, ya que a lo largo del tiempo la serie fue encontrando nuevas vidas a partir de la distribución, repetida hasta el hartazgo durante décadas, y adoptando nuevas formas como series animadas, programas especiales, películas, obras de teatro, videojuegos…
La primera vez que los Addams aparecieron en animación fue en una participación en una película de Scooby-Doo de 1972. Esta aparición especial tuvo mucho éxito, y entonces el estudio Hannah-Barbera decidió producir sus propios dibujos animados: se llamaba The Addams Family y contó con las voces de dos actores de la serie original, Jackie Coogan y Ted Cassidy. Fue un producto olvidable, sin magia. En 1977 hubo un especial, también olvidable, con el encuentro de todo el elenco original (fue el último) y en color. Se llamó Halloween with the New Addams Family.
La siguiente resurrección de la familia, que nunca había desaparecido del todo ya que siempre había repeticiones en la televisión, fue en 1991, cuando llegó al cine de la mano del director Barry Sonnenfeld, una versión exitosísima con Raúl Juliá como Homero, Anjelica Huston como Morticia, Christopher Lloyd como el tío Lucas, Christina Ricci como Merlina y Jimmy Workman como Pericles. En 1993 se estrenó una secuela, también muy exitosa y ambas fueron consideradas como la versión definitiva y perfecta de los locos personajes.
Las películas generaron una nueva fiebre por los Addams que los hizo volver a la televisión en distintos formatos, ninguno muy destacable: una nueva serie de dibujos animados en 1992, la película para TV Addams Family Reunion, la sitcom The New Addams Family, y mucho más adelante, en 2019, otra película animada con su secuela de 2021. Mucho más destacable fue la versión teatral, que se estrenó en Broadway en 2010 y luego recorrió el mundo con un éxito espectacular y generando muchas versiones locales (en Argentina la adaptó Enrique Pinti y la protagonizaron Gabriel Goity y Julieta Díaz como Homero y Morticia). Finalmente, la última gran apuesta fue la serie Merlina, de Tim Burton, que se estrenó en noviembre de 2022 en Netflix.
El padre de las criaturas
Uno podría imaginar que el creador de Los locos Addams tuvo una infancia macraba y espeluznante, pero nada de eso. Si bien siempre fue un chico especial, con una personalidad ocurrente, amante de las travesuras y dueño de un particular sentido del humor, Charles Addams, que nació en 1912 en Westfield, Nueva Jersey, creció en un hogar cálido y amoroso. Él mismo le dijo una vez a Linda H. Davis, autora del libro Charles Addams: la vida de un caricaturista: “Quizás sería más interesante si hubiera tenido una infancia espantosa, encadenado a una cama de hierro. Pero soy una de esas personas extrañas que tuvieron una infancia feliz”.
Sí es cierto que desde chico tuvo un peculiar amor por lo macabro: le encantaba explorar cementerios y antiguas casas victorianas abandonadas, y además era conocido por su afición a las bromas pesadas, por ejemplo, asustar a su abuela saltando súbitamente del montacargas de su casa. Ya en la escuela secundaria comenzó a sobresalir por sus ilustraciones y sus padres lo animaron a inscribirse en la Grand Central School of Art de Nueva York. Tenía 20 años y todavía era un estudiante cuando le vendió su primera caricatura a la revista The New Yorker.
En ese mismo libro cuenta Davis que Addams fue de esos privilegiados que logran ganarse la vida siempre con el arte, que tuvo una vida glamorosa y sofisticada, conducía autos caros, vivía en un departamento lujoso en Nueva York y era un asiduo invitado a fiestas de ricos y famosos a las que concurría acompañado por mujeres como Jackie Kennedy, Greta Garbo y Joan Fontaine.
Durante su vida hizo ilustraciones para muchísimos medios (incluido su trabajo como retocador de fotografías de escenas de crimen para la revista True Detective), pero siempre hizo base en The New Yorker, de donde salió el germen de la familia que le permitía reírse de la clase media norteamericana de la época y hacer historia: Los locos Addams. Charles no llegó a ver el éxito de las películas de los 90 pero disfrutó con creces de las mieles del éxito a partir de la salida al aire de la vieja serie de televisión.
Fue en 1938 cuando comenzó a dibujar a esa diosa bruja de largo y ajustado vestido negro, Morticia, una imagen icónica que tuvo mucho que ver en su vida. Su primera esposa, Barbara Jean Day, se parecía físicamente a Morticia: la conoció a fines de 1942, el matrimonio duró ocho años y se rompió por la negativa de Addams a tener hijos. Su segunda esposa también se llamaba Barbara (de apellido Barb) y también se parecía a Morticia, sólo que ésta era una bruja de verdad. Davis cuenta con detalles cómo esta mujer, abogada en ejercicio, logró que Charles le fuera cediendo los derechos de todas sus posesiones y terminó controlando las franquicias de cine y televisión de La familia Addams.
Cuando logró superar este matrimonio de pesadilla, Addams se casó con Marilyn Matthews Miller, a quien todos llamaban Tee, amante como él de lo macabro y los cementerios, con quien pudo armar un matrimonio feliz. Un dato curioso: la ceremonia de boda de la pareja, el 31 de mayo de 1980, fue celebrada en el cementerio de mascotas que Tee tenía en su casa de Nueva York. Ella lo entendía tanto, que cuando Charles murió de un ataque cardíaco mientras estaba estacionado con su auto en la puerta de su departamento, el 29 de septiembre de 1988, Tee declaró para la prensa: “Siempre fue un aficionado a los autos, así que fue una buena manera de partir”.
Los últimos años los había pasado con Tee, yendo y viniendo de su casa de campo, donde tenían sus más preciadas colecciones horrorosas de armaduras y armas de guerra, pura diversión. Linda Davis escribe en su biografía que Charles Addams era un hombre sociable y muy agradable: “Cortés, bien vestido, con el pelo plateado peinado hacia atrás y modales amables, no se parecía en nada a un demonio”. Igualito a sus criaturas.
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