Una plazoleta con historia y el recuerdo de las horas de juego con los abuelos que siempre terminaba en merienda
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A Facundo Elvadín la plazoleta William Morris, en el barrio de Palermo, le trae gratos recuerdos de su infancia. Allí lo llevaban a jugar sus abuelos, Celestino y Pilar. Al pequeño le fascinaba columpiarse en las hamacas y tirarse, una y otra vez, por el colorido tobogán. Tras la tarde de risas y diversión, lo tomaban de la mano, y regresaban a su cálido hogar (que quedaba justo a la vuelta) a disfrutar de una completa merienda. A veces tocaba tomar el té en lo de los abuelos y otras en lo de los tíos, Palmira y Horacio, que quedaba a pocos metros.
Este momento para Facundo era especial: la mesa siempre estaba colmada de delicias caseras y galletitas de colores. Desde pasta frola, tostadas, sándwiches de jamón y queso, pepas, Melba, Merengada, Tita hasta Lincoln. El maridaje ideal era una suculenta chocolatada. “Era lindo compartir este momento con amigos y familia; y disfrutar de las cosas ricas que se traían a la mesa”, confiesa Elvadín, quien precisamente se inspiró en este mágico ritual para abrir su propio restaurante y cafetería: “Merienda”.
Patear el tablero: de abogado a gastronómico
Antes de emprender en el mundo gastronómico, Facundo ejerció durante varios años como abogado. Estudió en la UBA y luego realizó una maestría en Administración de Justicia en Unitelma Sapienza de Roma. En aquella época trabajaba en la Justicia Penal y todos los días lucía saco y corbata. Hasta que de un día para el otro se desencantó de esta rutina. Sin dudarlo, decidió escuchar a su instinto y patear el tablero: se alejó de las leyes y comenzó a dejar volar su imaginación. “Siempre fui un apasionado de disfrutar la gastronomía porque en mi familia está lleno de grandes cocineros, pero apenas me preparaba un huevo frito con arvejas”, cuenta, entre risas. En el 2014 se asoció con su tío Carlos Fernández y abrieron “Santo Bar de Pizzas” en Charcas y Godoy Cruz. Como el negocio funcionó bien, en el 2021 se animaron a ir por más con “Palmyra”, una cafetería de especialidad con pastelería artesanal en el barrio de Colegiales.
El tercer emprendimiento llegó con “Merienda” en un local con una ubicación muy particular. “Da a tres calles: Guatemala, Uriarte y Darregueyra justamente porque se da en un vértice que no es fácil de encontrar en Buenos Aires con su trazado de tipo hipodámico. Esta forma particular nos pareció de inmediato ideal para el proyecto porque enseguida nos la imaginamos rodeada de paneles de ventanales de vidrio donde los clientes se iban a poder sentar y tener una vista abierta a la plazoleta William Morris y a los puntos de fuga de las tres calles mencionadas”, reconoce, entusiasmado.
Además, el sitio para él tiene gran valor sentimental. “Está en un edificio que se construyó donde había una casa maravillosa llena de terrazas y a la que siempre de chiquito miraba con admiración. Cuando mi abuelo me llevaba a jugar a la plazoleta, y ya un poco más grande, soñaba con vivir ahí. Bueno, ahora paso gran parte de mi vida en este solar. Como dato relevante cuando fuimos a verlo conocimos a la dueña Adriana, que es arquitecta y que no solo llevó a cabo la obra del lindísimo edificio sino que también era la anterior propietaria de la casa y si bien ya había tenido ofertas por el local nos eligió a nosotros por ser del barrio”, agrega.
El nuevo proyecto y la obra llevaron más de un año. Finalmente inauguraron el espacio el 8 de agosto de 2023. Tras pensar el nombre ideal, surgió “Merienda” para rememorar aquellos gratos recuerdos de la niñez. “Viene un poco con todo el concepto del proyecto y tiene que ver con poner en valor nuestras tradiciones y valores. Surge como una respuesta a que con el auge de las cafeterías de especialidad se empezó a ver que venían acompañadas de una propuesta gastronómica extranjerizante con una fuerte presencia de la viennoiserie centroeuropea (productos con base hojaldrada) y si bien no tengo nada contra el croissant (de hecho aquí también los hacemos y muy ricos), veíamos que se estaban dejando de lado muchísimos productos que hacen a nuestra cultura e identidad gastronómica. La merienda es algo muy argentino y que no todas las culturas poseen”, considera.
La deco: los guiños a la infancia y las plantas de la abuela
También diseñaron con mucho detalle cada rincón del espacio: tanto en la decoración como en la ambientación hay varios guiños a la infancia. Como el cartel de ingreso que tiene la estética de las fichas de “Scrabble” o las intervenciones de los pisos con calcáreos que simulan los colores de los manteles de aquellos tiempos. “Las sillas que elegimos están inspiradas en las de la escuela y nuestra mesa comunitaria simula un banco. Además, elegimos el color ocre y el aquamarina para nuestro logo. El celeste está directamente asociado con la inocencia. Las plantas de la vereda son dos olivos, lugar donde viví gran parte de mi vida y adentro del local hay potus y helechos serruchos, plantas que tiene mi abuela en su casa”, detalla.
Durante poco más de un año estuvieron desarrollando las recetas de la casa. Facundo estaba convencido de que no podían faltar los clásicos argentinos, aquellos que habían acompañado sus tardes en la plaza. “Me llevó a engordar 7 kilos. Todas las semanas teníamos pruebas, imagínate los días que había prueba de alfajor de maicena o de almendra, tenía adelante cinco o seis diferentes de cada uno para ir definiendo. Con un mordisco no me conformaba”, reconoce, entre risas. Así fueron surgiendo varias de las reversiones caseras de las icónicas galletitas de la infancia. Como la merengada XL artesanal con coco o la Tita con masa sablé, relleno de limón y baño de chocolate. “Siempre que iba a lo de mi tía Palmira (a la vuelta de Merienda) me esperaba con titas. No podían faltar”, cuenta y recomienda probar las pepas a la que le cambiaron la masa clásica por una de maní y trae un corazón de frambuesa.
También hay budín marmolado y pasta frola, en honor a la madre de Facundo quien prepara una deliciosa. ¿Cuál era tu galletita preferida de la infancia?, se le pregunta al emprendedor. Sin dudarlo, responde: la Melba. “Hoy en día también. Cuando entro a la cocina y están preparando los brownie Melba me sirvo un vaso de leche fría y a escondidas me lo voy comiendo” (risas). Se trata de una versión de brownie tradicional, pero con el agregado de trozos de la emblemática galletita. Queda súper húmedo y con el aporte de la galletita le da ese crocante especial. De las tortas, hay desde un cheesecake de batata “Vigilante”; Chajá o torta flan de pistachos. Para acompañar con café, té, limonadas, chocolatada o vainillada.
Los salados también tienen su espacio
En cuanto a los salados proponen una selección de platos argentos con una vuelta de rosca. La lista incluye buñuelos de acelga, croquetas de jamón crudo, tortilla de papas, ensalada rusa, milanesas con espaguetis hasta lasaña. De postre, no pueden faltar el arroz con leche, los panqueques con dulce de leche y mousse o el flan mixto.
Facu cuenta que en estos últimos meses le han surgido varios pedidos de franquicias, pero que por el momento prefiere quedarse con este único local. “Queremos que sea una propuesta única y llevarla a su máximo nivel”, dice, quien desea que cada cliente tenga una experiencia memorable y que pueda conectar de cierta manera con algún recuerdo de su infancia. Para él Palermo es el barrio de los recuerdos más bellos de su vida: los juegos, los abuelos y la familia.
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