Cuestionario Sehinkman: Laurencio Adot
"El ACV me obligó a volver a la niñez: tuve que aprender a caminar y a hablar", dice Laurencio Adot, el diseñador de alta costura, que también habla de su trayectoria y de la Ley de Talles
En julio tuviste el ACV y, según contaste, se podría haber originado en que te negabas a tomar las pastillas contra la presión. ¿Cómo explicás semejante acto de omnipotencia?
No las tomé porque sentía que podía no tomarlas. El ambiente de la moda es muy loco, muy especial, egoísta, te consume en un momento. Yo creía que podía y no pude. Me mostró que era un idiota y un inmaduro. Después de tener el ACV estuve tres días en coma esperando –podría decirse– otro ACV. Se espera tres días para ver si se produce otro. Es como un tsunami. Es devastador, aniquila tu cabeza, la movilidad, el habla. Desperté a los tres días y lloramos tanto. Te obliga a volver a la humildad y a la niñez: tenés que aprender de nuevo a caminar, a hablar. Fue re importante verla a mi mamá, sentirla y, de alguna manera, ir y volver.
¿Cómo fue ese momento de "ir y volver" y la conexión con tu madre?
Es una situación que, pienso, debe ser un espacio antes de ir a Dios. Había una luz naranja, un color que yo me creé en mi cabeza. De alguna manera tuve la sensación de reconocer a mi mamá. La sentí, no la vi. La sentí alrededor mío, sentí su caricia. Ella me dijo que no era mi momento y que tenía que seguir mi camino. Tenía mucha paz y eso me puso muy contento. Sigo haciendo un arduo trabajo de rehabilitación por el que ya recuperé la movilidad de la pierna derecha, volví a hablar, no me babeo y tengo la boca derecha. De alguna manera volví a nacer. Cinco meses de cerebro tiene mi cuerpo. Mi cerebro se quemó y empezó de vuelta.
¿En qué momento exacto te diste cuenta de que tenías talento o que eras distinto como diseñador?
El 2002, me entregaron en los Estados Unidos el premio "Excelencia en alta costura". Me lo dio Mary McFadden, que es una diseñadora de moda de los 70 muy famosa. Competí contra 18 chicos de toda América latina y gané con una colección en negro y rojo que representaba la sangre, la carne y el luto, que era la Argentina que venía de 2001, de (Fernando) De la Rúa, y que tenía que ver con la tristeza. Eso me abrió la puerta a vender a 33 tiendas de los Estados Unidos. Ahí me di cuenta de que había llegado. Otro momento fue con Hubert de Givenchy, el famoso diseñador de alta costura. En 2003, pasé Navidad con él en París. Me temblaban las manos de los nervios y hacía ruido con los... ¿cómo se llama eso que agarrás, que se usa para comer? (N.de la R: Adot tarda unos segundos en encontrar la palabra "cubiertos". Será la única palabra a la que le cuesta acceder con fluidez en 40 minutos de charla). Givenchy se levantó, vino atrás mío y me dijo: "El placer es mío de que un chico de un país tan lejano quiera escuchar los cuentos de un viejo como yo". Me quedé mudo, dejé de temblar, seguí comiendo y en ese momento también me di cuenta de que yo era alta costura y de que había nacido y había sido educado para esa jerarquía de la moda.
¿Qué significa ser "diseñador de sueños", término que alguna vez usaste para definirte?
Una clienta pide una entrevista, llega a mi local de la calle Parera, yo la recibo y ella entra a un mundo de fantasía. Es sentarse, tomar un té, prender una vela y empezar a charlar. Preguntás cómo es el novio, la altura, cómo es la ocasión. Empezás a entrar en la historia de una familia que no conocés. En 20 minutos, si no le llegaste al corazón, ella se va con otro diseñador. En esos 20 minutos vos le dibujás, le mostrás la tela y le fabricás un sueño. Es una fecha única y no podemos equivocarnos. Nos revisan las costuras, revisan a contraluz el vestido. Hay una exigencia para lograr la jerarquía y pienso que también fue una clave para mi ACV: la exigencia.
La híperexigencia...
Sí, totalmente. Vivo siempre exigido, nunca dejo de ser Laurencio Adot. Me miran la ropa, cómo estoy vestido, me miran cómo hablo. ¡Me miran todo!
"Ser Laurencio Adot". La construcción de un personaje que después hay que sostener con muchísimo esfuerzo.
La gente compra a Laurencio, no compra el vestido. Ellas me quieren a mí en ese momento sagrado. "¡Quiero que me acompañes vos! No quiero a otro".
¿Y qué representa Laurencio para esa chica?
Tranquilidad, paz.
¿Y estatus?
No es estatus. Es la tranquilidad de saber que te estoy acompañando a vos en el día más importante. Me ha tocado vestir a todas las actrices, generación de 30, 40 y 50. Menos a Mirtha Legrand, a todas.
¿Te gustaría vestir Mirtha?
Sí, me encantaría. Es un reto. No se dio por una cuestión de generación. Yo ya era famoso cuando ella me vio y tiene sus diseñadores que la visten muy bien y yo no necesitaba… Yo vestía a Mariana Fabbiani, a Catherine Fulop, a Flavia Palmiero, a todas las actrices, todas, todas, todas. Pero hoy depende de las dos partes. Además me gustaría ir su programa a hablar del ACV y contar lo que viví.
Hace un tiempo se hizo viral un video de una lanzadora de martillo del equipo argentino, Jennifer Dahlgren, donde ella lloraba porque fue a comprar ropa para una fiesta y no encontró talle.
Quizás tocó el timbre equivocado. Una cosa es ir a comprar ropa a un shopping y otra ir a un diseñador. Yo trabajo con todas las mujeres, no trabajo por segmentación.
Tal vez vos sí, pero gran parte de las marcas y diseñadores no. Ella escribió en redes sociales: "Es muy difícil tener una autoestima sana cuando todo el tiempo la sociedad te marca de diferentes formas que no encajás. La Ley de Talles importa porque situaciones como ésta me hacen sentir alineada de la sociedad y me golpean fuerte". ¿No deberían hacer una autocrítica?
Llevamos muchos años sin políticas. Nosotros tenemos que acompañar al ser humano, lo vestimos, lo cubrimos, en las buenas y en las malas. Somos muy importantes como industria y lo que hacemos tiene un valor espiritual muy grande porque levantamos el ánimo o lo bajamos.
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