¿Cuanto más viejo mejor?
Los vinos nacen en la cosecha, cuando la uva llega a la bodega y fermenta. Luego pueden tener o no una crianza para embotellarse y comenzar la guarda o estiba.
Así se entiende la madurez, que llevará el tiempo que cada botella necesite para lograr la mejor expresión.
Después vendrá la etapa de la decadencia, donde el vino puede no presentar un defecto evidente, pero sí perder lo mejor que tuvo para entregar.
A partir de esta introducción es más fácil entender que no todos los vinos mejorarán con la guarda; de hecho, sólo pocas botellas en el mundo lo hacen.
Cuando un consumidor piensa en comprar vino para guardar deber asesorarse bien acerca del potencial de crecimiento y mejora, además de tomar todos los recaudos para una guarda óptima.
Hay un lado emotivo que puede derivar en la compra de una cosecha en particular: el nacimiento de un hijo, un aniversario, una botella que recuerde un viaje u otra situación que inspire a estibar un vino por tiempo indeterminado sólo por el hecho de guardar también un recuerdo.
En el mundo hay varios ejemplos de extraordinarios blancos o espumosos que mejoran en botella y contribuyen a una experiencia única. Se trata en todos los casos de la alta gama, que sostiene en el tiempo gran calidad en vinos añejos.
Una cata vertical, es decir, degustar el mismo vino de distintas añadas, es la prueba mas fiel de lo que la evolución puede lograr en algunos casos.
Es una enorme oportunidad que se da en raras ocasiones, pero definitivamente hay que aprovecharla.
Mas allá del gusto personal de beber vinos más o menos jóvenes, de la ocasión ideal que el degustador encuentre, o de una guarda probablemente excesiva, una botella de muchos años siempre inspira emoción y respeto.
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