Cuanto más ejercicio físico, ¿menos riesgo a depresión?
No lo neguemos: la gran mayoría de la gente hace deporte o algún tipo de entrenamiento por el resultado físico que puede lograr. Para verse mejor, para tener la cola más parada, los bíceps más abultados, los mejores abdominales de la playa. Y aunque todo esto es una gran motivación y está muy bien para sentirse feliz con uno mismo y aumentar la autoestima y la seguridad, la verdad es que lo que sucede dentro del cuerpo cuando nos ponemos activos es muchísimo más importante, increíble y bello que unas piernas torneadas.
Para contarte de todos estos beneficios invisibles le pedí ayuda al profesor Emilio Masabeu, un colega al que respeto mucho y con el que me gusta compartir opiniones e ideas sobre la salud y el entrenamiento.
Ambos coincidimos, en principio, en que las personas que hacen actividad física sufren menos depresiones. Y este dato es aún más importante en mujeres mayores de 40 años. En todos los casos, sin embargo, se sufren menos dolores difusos, como, por ejemplo, la fibromialgia; se aumenta la capacidad y el deseo sexual, la concentración y la tolerancia al estrés.
Luego, entrenar tiene múltiples pros para el aparato cardiorrespiratorio. Es casi cuestión de lógica: un corazón menos graso será más eficiente. Un corazón más fuerte podrá impulsar sangre con más potencia en cada latido. Esto aumentará la superficie de transmisión del oxígeno a la sangre, gracias a una mayor capilarización y a un elevado número de alvéolos en funcionamiento, logrando a su vez que aumente la capacidad pulmonar. Será entonces un corazón que podrá vaciar y llenar pulmones sin toses ni ahogamientos, incluso en momentos en los que necesite mayor aportación de oxígeno.
Finalmente, el ejercicio tiene beneficios claros para los músculos y huesos. El tan deseado aumento de la masa muscular trae fuerza y tonicidad, sí, pero también un incremento a la resistencia a la fatiga, que permite superar mejor los quehaceres diarios incluso fuera del gimnasio. Las reacciones también se vuelven más rápidas, logrando que te sientas ágil y grácil, y los huesos, más fuertes: gracias al entrenamiento, resisten mejor y con mucho menos riesgo las caídas. En síntesis, el aumento general de la fuerza, la resistencia, el equilibrio y la agilidad reducen considerablemente las vidas traumáticas y las lesiones posturales, aportando a un cuerpo que no solo se ve bien, sino que sobre todo se siente así.
Las persuasivas evidencias epidemiológicas y las que se obtienen en los laboratorios muestran que la práctica regular de ejercicio físico previene el desarrollo y la progresión de muchas enfermedades crónicas. Recientes estudios han relacionado los cambios que produjo el entrenamiento en adultos sedentarios con reducciones posteriores de mortalidad, con lo cual se apoya la hipótesis de que la actividad física regular aumenta la longevidad.
Te preocupás por el exterior, pero por suerte en el proceso también estás cuidando y mejorando notablemente tu interior. ¿No sería hora de que empecemos a pensar en el ejercicio como el bótox emocional?
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